El artista botánico japonés Azuma Makoto esta por primera vez en Colombia, como invitado en la Bienal Internacional de Arte de Antioquia y Medellín. Su nombre puede sonar poco conocido para muchos, pero su trabajo le ha dado reconocimiento mundial.
Le puede interesar: El libro que hace un siglo publicó EL COLOMBIANO sobre Medellín
Azuma ha trabajado con marcas de lujo como Dior, Hermés y Dries Van Noten, ha llevado su obra a Cuba, Italia, México, Ucrania, entre otros países alrededor del mundo y la ha exhibido en todas las condiciones posibles: en el espacio, en el desierto, en lo profundo del mar y en condiciones extremas como la congelación. En su visita al país transformó la fachada de la iglesia de El Retiro en una obra monumental en la que utilizó más de 2.500 bromelias. A su paso por Medellín EL COLOMBIANO habló con él.
¿Qué lo trajo a Medellín?
“En 2020 quería realizar una obra en Colombia, pero debido a la pandemia no pude viajar. En ese momento recibí un mensaje de la curadora Lucrecia Piedrahíta, y pensé que realmente me gustaría hacer algo juntos, por lo cual decidí participar en el Bienal.
Recibimos muchas propuestas de lugares para intervenir por parte del equipo de la bienal, entre otros nos presentaron El Retiro, y decidimos que ese sería el lugar y a partir de ahí comenzamos a reflexionar sobre cómo podríamos incorporar y realzar las plantas de Colombia en la creación de la obra.
La propuesta se basa principalmente en bromelias, incluyendo variedades de Vriesia y tillandsias (plantas de aire), en un conjunto con alrededor de cincuenta especies distintas”.
¿Por qué quiso usar bromelias?
“En la actualidad, las bromelias están recibiendo una gran atención a nivel mundial, y se han desarrollado numerosas variedades mejoradas. No solo en Japón, sino en todo el mundo, esta familia de plantas ha despertado un gran interés. Existen muchísimas variedades, y sus colores son particularmente hermosos.
Son plantas resistentes y, al mismo tiempo, muestran diferentes expresiones según la variedad. Además, transmiten la imagen de ser flores evolucionadas. Las bromelias son originalmente plantas epífitas, pero considero que resultan particularmente interesantes porque, a lo largo del tiempo, la naturaleza las ha diversificado y, en la actualidad, se perciben como una fusión entre la selección natural y la tecnología humana”.
Su obra, hecha a partir de flores, cambia con el paso de los días y tiene un fin ¿qué implica el tiempo en su obra?
“Soy un artista especializado en flores y plantas, y también un creador que concede gran importancia al tiempo y a los procesos de cambio. Considero que esa es precisamente la esencia de mi singularidad artística. Estoy convencido de que las bromelias continuarán vivas dentro de la instalación. En esta ocasión, además, hemos incorporado un sistema de recirculación de agua, por lo que espero con interés observar cómo evolucionan a lo largo de estos dos meses; de hecho, confío en que al cabo de ese período se verán aún más espléndidas.
Mis obras invitan a ser visitadas en varias ocasiones, ya que en cada visita se pueden descubrir expresiones diferentes. Espero sinceramente que ese aspecto también pueda ser disfrutado por todos ustedes”.
Usted quiso ser músico, pero terminó trabajando con flores, ¿qué relación tiene su obra con la música?
“Existe una conexión bastante profunda que no se limita a la obra en sí, sino más bien a una forma de pensamiento. Tanto la música como las flores son expresiones sumamente efímeras, y en ello encuentro una clara afinidad. Las flores que se arreglan hoy, al igual que la música que se interpreta en ese mismo instante, son experiencias únicas e irrepetibles, que solo pueden vivirse en ese momento y en ese lugar. Considero que esa espiritualidad compartida es lo que las une”.
¿Qué conoce de la música y las flores de aquí?
“Creo que tanto las flores como la música son manifestaciones que transmiten intensamente el paso del tiempo y las emociones. En ellas percibo sonidos característicos de América del Sur, así como también formas y fragancias de las flores que resultan singulares. La razón por la cual me siento tan atraído por Sudamérica es precisamente porque aquí experimento ese ritmo y esa sensibilidad tan únicos.
¡Las flores de Sudamérica se sienten verdaderamente vivas! Transmiten una energía que me atrae profundamente, y esa fuerza constituye gran parte de su encanto. Yo, en cierto modo, actúo como un director de orquesta de las flores, recogiendo las diferentes expresiones de cada una para conformar una sola obra. En las plantas y flores sudamericanas percibo con gran intensidad esa sonoridad energética y emotiva”.
En qué está trabajando ahora...
“En este momento estoy investigando la relación entre las personas y las flores. Me gustaría poder crear una obra que lo visualice de manera más clara. Al mismo tiempo, quisiera ir desentrañando estos temas desde una perspectiva académica y, a partir de ello, generar creaciones que puedan sublimar esa investigación en forma de arte.
No sé aún si el resultado final tomará la forma de un jardín botánico o de un espacio de entretenimiento, pero a través de esta línea de investigación estoy reflexionando sobre cómo podría desarrollarse y evolucionar en el futuro”.
¿Qué ha aprendido de las plantas luego de tantos años de trabajar con ellas?
“Las flores y las plantas existen desde mucho antes que los seres humanos. Al situarlas en la contemporaneidad, comprendemos que a lo largo de la historia han estado presentes en múltiples contextos: como alimento, como ofrenda, o como símbolos. Ejercen una profunda influencia en el espíritu humano. Son un verdadero alimento para el alma.
Mi labor consiste en transformar esa esencia en obras artísticas y mostrarlas a las personas que me rodean, con el fin de compartir ese valor y esa fuerza interior que las flores transmiten”.
Cada año, cuando se celebrar el aniversario de Hiroshima y Nagazaki, usted visita el Parque de la paz en honor a las víctimas y lleva una ofrenda floral, ¿cuéntenos un poco de esa tradición? ¿Qué flores lleva?
“Precisamente considero que ese tipo de actividades forman parte del papel de un artista que trabaja con flores. También es necesario proponer, a través de ellas, un sentimiento de deseo de paz dirigido a las personas. En este caso, el material floral utilizado es el crisantemo, que simboliza la paz y la serenidad. Poder expresar tales significados a través de acciones constituye igualmente una de las dimensiones de nuestra labor”.
¿Por qué realizar una instalación en una iglesia?
“Considero que la iglesia es un lugar abierto a todas las personas, un espacio cálido donde cualquiera puede sentirse acompañado, en calma y con el corazón lleno de felicidad. Pienso que las flores y las plantas cumplen un papel semejante. Allí encuentro la conexión y los puntos en común entre la iglesia y las flores.
Por eso sentí el deseo de poder vincular ambos mundos. Embellecer la iglesia con flores no solo la transforma en un espacio más luminoso y acogedor, sino que también ofrece a los visitantes la posibilidad de experimentar una nueva manera de entender lo que puede ser una iglesia. Esa fue la inspiración inicial de este proyecto”.
¿Qué impresión ha tenido del país?
“Considero que Colombia es un lugar con un potencial enorme. Todo lo que ha sido cultivado a través de la cultura, las personas y el entorno está a punto de desplegarse hacia el futuro. Curadoras como Lucrecia están trabajando con gran dedicación, y pienso que su esfuerzo constituye una fuerza fundamental.
Este entorno permite el crecimiento de artistas aún desconocidos y de las generaciones jóvenes que reflejan profundamente la identidad de la región. Cuando en el mundo se habla de Colombia, muchas veces persiste una imagen asociada al pasado, pero estoy convencido de que, de ahora en adelante, el arte y la creación artística adquirirán un papel cada vez más relevante”.