Esta semana llegan a las salas de cine dos producciones colombianas que retratan, desde registros muy distintos, las cicatrices invisibles de la historia reciente: La Fuga, un drama carcelario inspirado en hechos reales, y Un nuevo amanecer, un documental íntimo sobre el cuerpo de las mujeres excombatientes.
Ambas películas se estrenan este jueves 24 de abril en el país y proponen una reflexión profunda sobre la guerra, la represión y la dignidad humana, con apuestas estéticas y narrativas que exploran territorios sensibles y poco representados en el cine nacional.
La Fuga, de Diego Espinosa
La Fuga, dirigida por Diego Espinosa y protagonizada por Hernán Méndez, cuenta la historia de Rodrigo Quintero, un comerciante pereirano que huye a Panamá tras ser extorsionado por un expolicía colombiano. Pero su plan de escape se transforma en un infierno cuando es detenido y encarcelado en la prisión nacional panameña, bajo el régimen del general Manuel Antonio Noriega.
Allí, el personaje enfrenta la amenaza de ser extraditado a Estados Unidos, una extorsión sistemática y la violencia estructural del sistema penitenciario. La película, rodada en Pereira, Cartago y Buenaventura, está inspirada libremente en un episodio narrado en Historias de Berlón: El Diplomático, libro de Bernardo Londoño. Según el director, no es una adaptación ni una biografía, sino un drama ficcional con base en documentos históricos y periodísticos de finales de los años ochenta.
Un nuevo amanecer, de Priscila Padilla
Por su parte, Un nuevo amanecer, de la documentalista Priscila Padilla, expone los relatos de mujeres excombatientes de las Farc que narran cómo fue vivir la guerra desde sus cuerpos: menstruar en la selva, dar a luz en medio del combate, criar en el silencio de los acuerdos. El documental se nutre de más de ocho años de seguimiento (2015–2023) y testimonios de mujeres como Eliana, Jessica, Sarah Luna y Alejandra, quienes desde la reincorporación civil repiensan su identidad femenina lejos de la lógica militar.
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Esta obra forma parte de un tríptico cinematográfico con enfoque de género de la directora, quien ya abordó el cuerpo femenino en las culturas Wayuu y Embera Chamí. En palabras de Padilla: “Mientras más investigo, más entiendo que los derechos de las mujeres han estado históricamente invisibilizados. Esta deuda narrativa busca repararse desde lo íntimo, lo espiritual y lo político”.
Ambas películas coinciden en su voluntad de memoria. Una, desde la ficción y la claustrofobia; la otra, desde el testimonio y la reconstrucción del cuerpo como territorio. Dos estrenos necesarios para entender lo que aún se resiste a ser contado en la historia oficial.