La exposición Dialéctica Decorativa, del artista Alejandro Sánchez, se presenta hasta el 3 de abril en la Galería La Cometa de Medellín como un manifiesto visual que encapsula recuerdos amenazados por las transformaciones urbanas y las lógicas del mercado, pues inspirada en las colecciones de porcelanas que habitaban las repisas de las casas de clase media en el siglo pasado, la obra no se limita a una evocación sentimental, sino que plantea una crítica incisiva a la pérdida de memoria doméstica y a la homogeneización estética provocada por fenómenos como la gentrificación.
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El detonante de la muestra fue una escena íntima: la desaparición de las porcelanas que su abuela coleccionó durante décadas. Esa ausencia, apenas perceptible en medio del rediseño de los espacios, marcó un punto de quiebre para el artista.
—La imagen recurrente de toda la muestra son unas cuantas piezas de porcelana como las que coleccionaban las abuelas —relata—. Cuando vi que ya no estaban, sentí que tenía que hacer algo para conservarlas simbólicamente antes de que desaparecieran del todo.
A partir de ese impulso, Alejandro creó piezas en las que las figuras no se exhiben directamente, sino que aparecen encapsuladas en bloques translúcidos de resina poliéster, mientras que suspendidas en estructuras metálicas, evocan tanto las antiguas repisas como las nuevas construcciones modulares que hoy sustituyen las viviendas tradicionales.
—Lo que yo quería era encapsular esos objetos y esas estéticas antes de que desaparecieran —explica—. Dialéctica Decorativa alerta sobre cómo las nuevas tendencias, impuestas por lógicas de mercado, desplazan prácticas que construían nuestra memoria popular.
El contraste entre la carga afectiva de los recuerdos y la frialdad industrial de los materiales no es casual. Alejandro sustituye la fragilidad de la porcelana por la solidez del hierro y la resistencia del acrílico, estableciendo una paradoja material.
—Yo no quería que las piezas tuvieran la misma fragilidad de la porcelana. Usé materiales que fueran casi eternos, como una forma de forzar que esos recuerdos se queden, incluso cuando ya no estemos.
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Ahora, la elección de Medellín como lugar de exhibición responde también a una intención crítica. El artista percibe que en la ciudad aún persisten ciertas estéticas domésticas, justo cuando están siendo desplazadas por la velocidad de la renovación urbana.
—Medellín está viviendo un proceso de transformación muy acelerado. En muchos barrios estas colecciones todavía existen, pero ya están siendo arrasadas para construir edificios. Eso implica una pérdida de identidad no solo de las casas, sino del barrio y, con ello, de la ciudad misma.
La muestra se instala entonces como una operación de resistencia simbólica. No desde la nostalgia, sino desde la conciencia crítica de que cada objeto, cada decoración, guarda capas de sentido más profundas que las modas pasajeras.
—Lo que parece insignificante, como una porcelana, nos alerta de problemas mayores, como la gentrificación —advierte—. Así que la muestra es solo un pretexto para hablar de todo eso.
El lenguaje visual de la exposición también remite a la infancia del artista. Los colores primarios —rojo, azul, amarillo, verde— evocan los juegos didácticos con los que construía escenarios imaginarios.
—Algunas de esas porcelanas eran el ejército de mis juegos con los G.I. Joe. Por eso usé estructuras modulares que remiten al juego, pero también al despiece de lo afectivo —recuerda.
Por otro lado, el proceso técnico fue exigente. La resina, al no estar diseñada para grandes volúmenes, provocó fracturas y pérdidas: la tasa de éxito fue del 60 %. El resto quedó en el taller, como parte del aprendizaje, e incluso, según explica, la falla se volvió parte del sentido de la obra.
La curaduría estuvo a cargo de Yanet Oviedo, con quien Sánchez ha colaborado estrechamente durante años. Su mirada desde el Caribe, donde esas estéticas aún sobreviven, permitió una lectura más amplia.
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—Yo no quería escribir un texto explicativo —dice el artista—. Me interesa que el espectador descubra las capas de sentido por sí mismo. Por eso preferí que Yanet hiciera esa lectura desde afuera, pero con profundo conocimiento del proyecto porque hemos trabajado previamente.
Con Dialéctica Decorativa, Alejandro Sánchez no busca preservar objetos, sino advertir que en la desaparición silenciosa de ciertas estéticas cotidianas se juega también la erosión de una memoria compartida.
