En el archivo de la Biblioteca Pública Piloto, una investigadora examinaba placas de vidrio de los antiguos estudios de Fotografía Rodríguez y Benjamín de la Calle. Lo que vio al inclinar una de ellas bajo la luz fue el inicio de una investigación que transformaría su manera de entender la historia visual de Antioquia.
“Cuando uno las empieza a mover, porque esto no se ve necesariamente de manera inmediata, uno tiene que hacer que la luz caiga sobre la placa del negativo de una forma muy particular para darse cuenta de que la piel de las personas retratadas estaba altamente retocada”, explica Juanita Solano, profesora asociada del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de los Andes.
Su hallazgo dio origen al libro Negative Originals. Race and Early Photography in Colombia, publicado por Duke University Press, una exploración sobre cómo los negativos fotográficos producidos en Medellín, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, ayudan a leer las ideologías raciales y silencios culturales propios de la época.
“Esta idea del negativo es más amplia que simplemente la materialidad de la fotografía. Empieza con una gran cantidad de intervenciones manuales que tanto Benjamín de la Calle como los hermanos Rodríguez hacían sobre los negativos de sus fotografías, pero se amplía para ser pensada como una metodología para analizar este material”, señala en entrevista con EL COLOMBIANO.
La académica encontró que esos retoques iban mucho más allá del embellecimiento común en el retrato decimonónico. En el caso de los Rodríguez –dice– “hay una altísima manipulación en los rostros de gente muy joven. No son las correcciones normales, como quitar bolsas bajo los ojos o algunas marcas de la sonrisa, sino que el retoque está sobre todo el rostro y es muchísimo”.
Esas operaciones materiales, hechas a mano sobre las placas, abrían un terreno nuevo de lectura: un espacio donde la fotografía podía revelar tanto la ideología dominante como sus grietas.
En los negativos también descubrió gestos distintos que no enfatizaban sobre el discurso racial sino que más bien lo desestabilizaban. “En el caso de Benjamín de la Calle, hay por ejemplo un retrato de una pareja de recién casados en el que la mujer seguramente no tenía dinero para comprarse un velo. El fotógrafo decidió entonces dibujar literalmente el velo con una tinta roja para poder completar la foto como un retrato matrimonial. Si uno ve la imagen en positivo, no es posible ver que el velo nunca existió en la vida real”. Las intervenciones, invisibles en las copias que fueron ampliadas en papel, quedaron grabadas en el soporte negativo como testimonio de la relación entre técnica, clase y deseo.
Repensando el negativo
“Llevo diez años trabajando ese archivo, pero no es desconocido. Es probablemente de los que más se han trabajado en la historia de la fotografía en Colombia. Mi aporte tiene que ver con esta idea del negativo y de cómo pensar estas imágenes desde los negativos”, explica.
Esa noción del negativo se convirtió en toda una metodología. “Empieza desde lo material, pero después la extiendo a pensarla como una forma de acercarse conceptualmente a las imágenes y, sobre todo, a los sujetos que están representados en ellas”.
Al revisar los archivos de Benjamín de la Calle, la académica revisó los retratos de personas afro, de arrieros que llegaban a Medellín a tomarse fotos por primera vez, de hombres travestidos y de mujeres que posaban con accesorios masculinos.
En ellos, la docente reconoce un contrapunto a la ideología dominante. “Esa ideología estaba muy enmarcada en la familia tradicional, el hombre blanco, trabajador, la religión católica y la conexión genealógica con España. Pero lo que nos dicen estos archivos es que eso no era necesariamente verdad”.
De esta forma, el archivo se convierte en un espejo fragmentado. Los sujetos que no encajaban en el ideal de la “raza antioqueña” aparecen con una fuerza nueva. “Yo los leo alrededor del concepto del “Otro negativo”, de ese sujeto que se ha pensado de manera negativa dentro de la sociedad, pero que Benjamín de la Calle retrata como un sujeto positivo, enalteciendo su presencia a través de unas fotos bellísimas”.
Rostros subversivos
También hay imágenes de hombres travestidos, aunque que solo existen “unas cuantas”, pero su carga simbólica es enorme.
Algunas retratan actores caracterizados para óperas o teatro, algo común en su tiempo, pero otras muestran a hombres vestidos con atuendos y cortes de cabello de la nueva mujer de los años veinte. “En esas fotos uno nota seriedad, algo pensativo, otra manera de posar que no corresponde a las fotografías teatrales. Son testigos de que eso sucedía en la Medellín conservadora del siglo XIX”.
El retrato, explica Solano, no tenía un propósito distinto al de cualquier otra imagen de estudio. “De la misma manera que cualquier persona se iba a retratar porque quería conservar un registro de sí mismo o de sus familiares, estas personas también querían hacerlo. Y creo que se sentían más cómodas yendo a posar frente a un fotógrafo que era gay y que seguramente no los juzgaba”.
Sobre la vida del fotógrafo, aclara que no hay documentos escritos por él mismo que confirmen aspectos personales. “No hay ningún tipo de documentación que rodee ese tema de género en su trabajo”. Lo que tenemos son fuentes secundarias. A través de ellas se conocen las percepciones de sus contemporáneos, algunas despectivas y otras desde la admiración.
La investigadora revisó también rumores imposibles de verificar, como la existencia de una supuesta cooperativa de hombres gay y concluye: “Hay mucha mitología alrededor de la figura de Benjamín de la Calle. Parte de lo que trato de hacer en mi libro es revisar datos y ser cuidadosa con lo que se dice y lo que se especula”.
En uno de los autorretratos del fotógrafo, observó un detalle mínimo que permite una lectura diferente a la tradicional sobre esta imagen: al revisar el negativo encontró un clavel dibujado en la solapa de su traje. “Creo que buscaba identificarse con la élite de la Medellín de ese momento, porque Coriolano Amador también andaba con un clavel siempre en su saco. Pero el clavel también fue uno de los primeros símbolos Queer que existieron alrededor del mundo. No creo que haya sido casualidad”.
Blancura y mestizaje
El segundo hilo conductor del libro aborda la ideología de la “raza antioqueña”. “Es una forma de pensamiento y una ideología que nace a mediados del siglo XIX y que tiene que ver con una reacción al pensamiento racista europeo”, explica.
El abogado Libardo López, en 1910, publicó el libro La raza antioqueña, inspirado en ideas del francés Gustave Le Bon, que había calificado de inferior a la “raza latina”. “En vez de desbaratar esa idea de las razas superiores e inferiores, lo que hace López es apropiarse del mismo discurso para aplicarlo dentro de América Latina”, dice Solano.
Esa ideología exaltaba al hombre trabajador, la familia católica y la conexión con España como rasgos de una “raza” supuestamente superior. Pero los retratos demuestran lo contrario: “La evidencia fotográfica nos muestra que en Antioquia no solamente había gente blanca, había gente de diferentes razas, es decir, hay muchos retratos de personas afro y, más que de indígenas, de personas campesinas”.
En el caso de los hermanos Rodríguez, las primeras fotos de personas afrodescendientes eran “más bien despectivas”, hechas para un público extranjero y local que coleccionaba imágenes de tipo etnográfico.
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“Pero eso empieza a cambiar a través del tiempo. Ya hacia las décadas de los veinte vemos retratos mucho más honoríficos de personas afroantioqueñas”. En las fotografías de Benjamín de la Calle, en cambio, “siempre hay retratos muy dignificantes, muy bonitos, de la población afro que estaba y que sigue en Antioquia”.
La docente también reflexionó sobre lo que significa volver sobre estas imágenes hoy, pues “nos revelan que hay historias parcializadas que se nos han venido contando”. Para ella, la fotografía es un “repositorio absolutamente maravilloso de una cantidad de información que nos permite ampliar la historia que se hace solo desde el documento escrito”.