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“Latinoamérica está produciendo a algunos de los fotógrafos más increíbles del mundo”

Craig Allen, editor internacional de fotografía de The New York Times, fue uno de los invitados del II Festival Fotográfico de Medellín.

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  • “Latinoamérica está produciendo a algunos de los fotógrafos más increíbles del mundo”
16 de agosto de 2025
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En lo que va de este siglo, The New York Times (NYT) se ha encargado de cubrir algunos de los acontecimientos más importantes de los últimos años. La invasión de Rusia a Ucrania, el conflicto entre Israel y Gaza, y las tensiones entre Estados Unidos e Irán son algunos de ellos, los cuales han llegado a millones de ojos por medio de las fotografías de este medio con más de 170 años de historia.

Latinoamérica no se ha escapado de su lente: el narcotráfico, la violencia política y las crisis migratorias han sido solo la punta del iceberg de historias que han sido retratadas por este periódico.

Craig Allen hace parte del equipo de editores internacionales de The New York Times: es el encargado de coordinar y seleccionar las fotografías de las Américas, una región que abarca Latinoamérica y Canadá. El fotoperiodista visitó Colombia por primera vez recientemente, como invitado al II Festival Fotográfico de Medellín, organizado por la Biblioteca Pública Piloto (BPP).

EL COLOMBIANO conversó con él sobre su oficio, los retos de formar parte de uno de los medios más destacados del mundo y los desafíos actuales del fotoperiodismo.

¿Cómo se interesó por la fotografía?

“Cuando era niño, tenía unos 7 u 8 años, mis padres me dejaron suscribirme a un club de lectura. Era de esos donde tienes una lista de libros, escoges uno y te lo envían por correo cada mes. Uno de los que recibí en ese entonces —porque siempre me interesó la historia— se llamaba The Camera at War. Era una especie de antología de fotografía de guerra desde sus orígenes: desde la Guerra de Crimea a mediados del siglo XIX, con fotos de Roger Fenton, quien fue el primer fotógrafo de guerra, hasta la guerra de Vietnam. Creo que el libro terminaba en los años 70 con la guerra civil en Líbano. En fin, era un libro antiguo, pero me hizo fascinarme con el poder del fotoperiodismo cuando era solo un niño. Ver esas imágenes era impresionante, observar la guerra documentada en fotografía me marcó mucho.

Pero realmente en ese momento no sabía todavía que quería ser fotógrafo. Siempre lo tuve en la cabeza, pero cuando entré a la universidad todavía no tenía claro a qué quería dedicarme. Comencé estudiando para ser periodista y en mi universidad había un programa muy sólido de fotoperiodismo, así que tomé la primera clase, que era de fotografía básica: aprender a hacer fotos, revelar rollos en blanco y negro, y hacer impresiones.

Esto fue en los noventa, así que no había fotografía digital todavía. Aprendíamos en cuarto oscuro, revelábamos rollos, imprimíamos a mano. Esa clase reactivó todos esos recuerdos de las fotografías que había visto de niño.

Luego empecé a aprender sobre fotógrafos posteriores a los del libro, como Susan Meiselas, James Nachtwey, Diane Arbus. Me sumergí en ese mundo y me volví un gran admirador del fotoperiodismo”.

Usted ha podido estar de los dos lados: ha sido fotógrafo y desde hace casi 20 años es editor del NYT. ¿Cuál ha sido el cubrimiento más difícil que ha tenido que hacer?

“Definitivamente diría que ISIS, cuando las fuerzas norteamericanas e iraquíes estaban peleando en contra del Estado Islámico en Irak y Siria. Teníamos a un fotógrafo cerca de las milicias británicas y las fuerzas de seguridad iraquíes. Fue extremadamente peligroso. Pero, claro, toda guerra lo es.

No estuve tan involucrado en la cobertura de Ucrania, aunque sí participé mucho al principio, y fue muy peligroso –y todavía lo es– por los drones. Los rusos y ucranianos inventaron este tipo de conflicto, en el que esta tecnología es protagonista y no puedes esconderte de ellos, no sabes cuándo van a venir. Creo que lo más peligroso de una guerra es la artillería justamente por eso, porque puede venir de la nada y si estás en el lugar equivado en el momento equivocado puedes terminar muerto.

Esto ha hecho que el panorama de seguridad cambie para nosotros. Hay muchos lugares donde cubrir es difícil, pero para mí, Ucrania y la guerra contra ISIS han sido los más retadores”.

En ese tipo de contextos violentos, ¿cuáles son las condiciones mínimas que debe haber para cubrir?

“Nunca enviamos a un fotógrafo o reportero a una situación peligrosa si no tenemos un plan de seguridad sólido.

Tratamos a los freelancers igual que al personal fijo: todos reciben el mismo plan de seguridad. Esto es crucial. No hay ninguna historia ni fotografía que valga la pena si implica poner en riesgo la vida de nuestro equipo o de alguna de las personas que esté en el lugar.

Entonces, si la situación es delicada, todo comienza con un plan de seguridad. Tenemos asesores especializados. Le pedimos a la persona que lidera la cobertura –ya sea el fotógrafo o el reportero– que nos presente una especie de documento con los posibles peligros o retos. Luego lo revisamos con el asesor, hacemos un plan, lo aprobamos y entonces pueden salir.

Nos aseguramos de que reporten su ubicación, y si están en zonas remotas usan dispositivos satelitales para que podamos seguirlos en tiempo real. Normalmente deben reportarse dos veces al día.

En coberturas más difíciles, como zonas de guerra, los asesores de seguridad incluso acompañan al equipo. No son militares ni están armados, pero tienen muchísima experiencia y toman las decisiones clave: si se puede ir, cuánto tiempo quedarse y cuándo salir.

Así que depende de la cobertura, pero la seguridad siempre es la prioridad”.

Otro reto, pero a la hora de decidir qué fotografías publicar, debe ser balancear el impacto visual y la responsabilidad de contar la historia fiel a la realidad...

“Sí, eso también es muy importante para nosotros. Es fundamental contar las historias con sensibilidad, de una manera que no oculte lo que está ocurriendo, pero también hay que ser cuidadosos, especialmente cuando se abordan cuestiones culturales o en contextos violentos. Así que, en la mayoría de los casos en los que se tratan temas sensibles, tenemos un proceso muy reflexivo sobre lo que hacemos.

Todo comienza con los editores de fotografía que seleccionamos las imágenes. Luego, yo hablo con mi jefe y le digo: ‘¿Qué opinas de esta imagen o de esta serie de imágenes? ¿Es demasiado? ¿Podemos argumentar que vale la pena mostrarla?’.

Después de eso, dependiendo de lo difícil o delicada que sea la historia, puede pasar al director de fotografía, quien evalúa y dice si la apoya o no. Y luego hay otra capa más: en The New York Times tenemos un equipo llamado Standards Desk. Son personas que leen las historias pensando en cómo serán percibidas en el mundo exterior: por los lectores comunes, por personas en otros países o incluso por quienes están en el lugar donde ocurrió la historia.

Creo que hoy somos mucho más cuidadosos con lo que mostramos y por qué lo mostramos, mucho más que en el pasado. En ese entonces, solo era un periódico impreso. Pero ahora, cualquier persona en el mundo puede ver y leer nuestra cobertura. Así que, hoy en día, realmente consideramos al NYT como una plataforma mundial.

Buscamos el equilibrio y la imparcialidad. Para eso es muy importante esta serie de pasos, al igual que tener conversaciones constantes sobre por qué mostramos lo que mostramos o por qué decimos lo que decimos. Eso también es fundamental”.

“Latinoamérica está produciendo a algunos de los fotógrafos más increíbles del mundo”

¿Cómo definiría usted una buena fotografía?

“Hay muchas formas de definir una buena foto. La respuesta que muchas personas dan es que tiene que capturar un gran momento, tener emoción para que sea realmente impactante. Eso es importante. Pero para mí, todo empieza con la composición.

Soy un gran admirador de la fotografía que usa luz natural. Para mí, eso es lo más importante. Obviamente, la imagen tiene que contar una historia, debe tener valor periodístico y mantener la integridad. Pero con el nivel de los fotógrafos con los que trabajo, no tengo que preocuparme ya por esto. Todos son extremadamente profesionales. Sé que ninguna de sus imágenes tiene algún tipo de montaje, eso simplemente no pasa con el tipo de gente con la que colaboro.

Así que, a este punto, lo que busco es una imagen que detenga al lector. Cuando estoy editando una serie de fotos, lo que busco, especialmente para abrir una historia, es una foto que haga que el lector se detenga y piense: ‘¿Qué es esto? ¿Qué estoy viendo?’ O incluso si es algo muy obvio, que diga: ‘¡Wow! Eso realmente me impacta’.

Creo que en esta era todos estamos muy distraídos con TikTok, Instagram, y en el mundo de las noticias estamos compitiendo con eso. Nunca bajaría nuestros estándares, pero sí reconozco que tenemos que captar la atención del lector, atraerlo. Y lo que hacemos hoy tiene que ser más visual que en el pasado. Ya no basta con tener solo un par de fotos en un artículo. Ahora también hacemos video, y les pedimos a nuestros fotoperiodistas que capturen también video, porque buscamos nuevas formas de comunicarnos con los lectores. Creo que los lectores más jóvenes, especialmente, conectan mucho más con el video, así que por eso estamos experimentando más con este formato.

En conclusión, lo que realmente busco son imágenes que estén bellamente compuestas, con una gran luz y fotógrafos que sepan usar esa luz de forma efectiva. Esos no son tan comunes como muchos piensan. Así que, para mí, los mejores fotoperiodistas son los que saben contar historias, los que pueden crear imágenes que transmiten emoción, que detienen al lector, pero que también saben moldear la luz a su favor y pueden lograr una composición increíble en cualquier lugar”.

El NYT tiene corresponsales en 150 países. ¿Cree que hay historias o regiones de las que no se está hablando lo mucho que se debería?

“En cuanto a eso, solo puedo hablar por mi región, que es las Américas. Claro que miro alrededor y veo lo que hacen otros, pero creo que siempre se puede hacer mejor y se puede hacer más. Por ejemplo, tenemos una oficina muy grande en Ciudad de México, desde donde cubrimos México, Centroamérica y el Caribe. Creo que cubrimos muy bien esa región, porque tenemos muchos reporteros y un grupo increíble de fotógrafos freelance.

Pero se vuelve un poco más difícil cuando hablamos de Sudamérica, porque solo estamos en Colombia y Brasil. Tenemos muy buenos reporteros y fotógrafos increíbles. Pero ahí está el problema: es una región enorme, y no podemos cubrir todo, aunque sea importante. Hacemos un gran esfuerzo por cubrir los temas importantes, las grandes historias, pero sí creo que nos perdemos algunas historias regionales”.

¿Cómo cuáles?

“Estamos muy encima de las grandes historias políticas: violencia política, elecciones, migración, narcotráfico. Pero las historias más humanas, de interés humano, son más difíciles de encontrarles tiempo.

O sea, sí hacemos perfiles de personalidades interesante, de vez en cuando, y los hacemos bien, pero me gustaría poder hacer más historias regionales, historias sorprendentes.

En México, por ejemplo, trabajamos mucho para no hacer siempre historias sobre violencia, drogas... Así que también hacemos historias distintas, como perfiles. Tratamos de equilibrar lo bueno, lo malo, lo triste, lo alegre. Es un reto.

Y creo que en zonas como Sudamérica, donde tenemos menos recursos, hacemos un muy buen trabajo equilibrando estos temas. Pero sí me gustaría que contáramos sobre personas que tal vez los lectores en Estados Unidos y el resto del mundo no conocen”.

Lea también: “Ninguna foto es más importante que la dignidad de la persona que está enfrente”: Federico Ríos

Mencionaba usted los retos que han traído las redes sociales para el fotoperiodismo, ¿qué piensa de lo que está sucediendo con la inteligencia artificial (IA)?

“Creo que estamos en un momento muy extraño con la IA. Muchas personas en el mundo aún no se dan cuenta de lo poderosa que es. Tus padres o tus abuelos, por ejemplo, si ven algo en Facebook que para ti o para mí es obviamente generado por IA, probablemente lo creerán real.

Creo que quienes están acostumbrados a trabajar con imágenes todo el día o son consumidores más sofisticados, todavía logran detectarlo, pero en algunos casos, ya es imposible distinguir si algo fue hecho por IA o no. Por ejemplo, en la música. Es impresionante. Y creo que muy pronto llegaremos a eso también con las imágenes. Así que es un gran problema, pero también una oportunidad.

¿Y a qué me refiero con eso? A que en un mundo donde ya no puedes distinguir lo real de lo falso en fotos o videos, es una oportunidad para los medios de ser un puerto seguro. Saber que si vienes a nosotros, no vas a ver nada falso. Nuestra política ahora mismo es que no mostramos imágenes ni videos generados por IA, a menos que el tema sea precisamente una imagen o video de IA. Y cuando lo hacemos, nos aseguramos de que tengan una gran marca de agua, un cartel que diga claramente ‘Generado por IA’.

Entonces, en cierto modo, para los medios de comunicación esto representa una oportunidad. Es una forma de decir que, si vienes a nosotros, todo lo que vas a ver será 100% real. Y lo que te ofrecemos es trabajo hecho por seres humanos. Creo que eso se convertirá en una ventaja para el periodismo real y para los periodistas de verdad: dejar claro que no somos IA ni lo seremos jamás”.

¿Cuáles son sus tres fotos o fotógrafos favoritos de todos los tiempos?

“Es como preguntarle a un padre cuál es su hijo favorito. Y no creo que quiera responder esa pregunta directamente, porque simplemente es imposible elegir.

Lo que sí puedo decir es esto: yo cubro, en mi trabajo en la sección internacional, las Américas. Es decir, Canadá y Latinoamérica. También hago algo del Medio Oriente, pero mi responsabilidad principal son las Américas. Eso significa todo el continente americano excepto Estados Unidos, que tiene su propio equipo.

Veo fotografías todos los días de todas partes del mundo. Y honestamente creo que no hay otra región en el mundo que tenga más talento y corazón en la fotografía como lo tiene Latinoamérica. Esta región está produciendo algunos de los fotógrafos más increíbles, tanto emergentes como ya experimentados. Y entregan constantemente algunos de los trabajos más impresionantes que veo. Así que sí, creo firmemente que Latinoamérica está produciendo a algunos de los fotógrafos más increíbles del mundo”.

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