La anotación fue icónica. Messi, de 1,69 metros de estatura, cabeceó en el punto exacto entre estar muy elevado y empezar a caer después de un salto, un centro que le envió Xavi Hernández desde afuera del área. El atacante argentino se impuso en la situación a Río Ferdinand, de 1,89 metros y colgó al arquero neerlandés Edwin Van der Sar, de 1,97.
Si la anotación quedó en los registros por ir “contra la lógica”, la celebración se convirtió en un hecho que pasó a la historia: Messi, que perdió un guayo mientras estaba en el aire, corrió hacia una de las esquinas del estadio Olímpico de Roma y se puso el calzado perdido en la oreja, como emulando un celular.
Sus compañeros lo abrazaron. Poco después, Messi ganó el primer Balón de Oro de los ocho que, hasta el momento –quien sabe si le darán otro–, tiene en su carrera. Ese gol, esa temporada, quedó en la memoria de los futboleros. Para Lionel también fue especial.
En una entrevista que dio el ahora jugador del Inter Miami de Estados Unidos, dijo que, de los 859 goles que ha anotado, el más especial fue ese, el de la Champions de 2009. Pudiendo haber dicho que alguno que marcó en el Mundial de Qatar, donde consiguió el título que le faltaba con la Selección Argentina, o alguno de los icónicos que hizo en el fútbol de España, se decantó por ese.