El calor del Magdalena Medio es como un imán para los turistas. El vapor que sale del asfalto da la ilusión de espejismo, como si el suelo estuviera encharcado. Los carros paran en la entrada. La gente se baja y posa para la foto. Detrás, un gran anuncio da la bienvenida a la Hacienda Nápoles: “la verdadera aventura salvaje”, adornado por una ceiba bonga que se impone como símbolo silencioso del lugar.
En medio del polvo, los mosquitos y el sol fuerte de Doradal, un pequeño corregimiento del municipio de Puerto Triunfo, lo primero que se ven son pequeñas colinas con ganado. Unos kilómetros más allá se encuentran las indicaciones para llegar a cada uno de los subparques temáticos: Aventura Jurásica, Aventura Acuática, Congo, Mundo de Pangea y Sabana Africana —que en total suman 86 atracciones— .
Recorrer la Hacienda Nápoles en su totalidad requiere, al menos, cuatro días. El paquete de entretenimiento va desde toboganes extremos y una pista de karts que simula el famoso rally africano, hasta mamuts, cavernas con dinosaurios mecatrónicos, dos hoteles temáticos, la torre de caída más alta de Colombia (de 72 metros) y las cataratas artificiales más grandes del mundo. A esto se le suma una clínica veterinaria para atender a los animales y una IPS para turistas y empleados.
Pero no todo es adrenalina. A medida que se avanza se comienza a avistar el llamado “Santuario de fauna” o “Sabana Africana”, hábitat de animales rescatados como Joaco y Paco, los dos hipopótamos de la hacienda; de Zimbawe, el elefante viudo; de los leones Antu y Alfredo; de cuatro tigres de bengala que no tienen nombre, y de 13 jaguares y 18 pumas.
También hay dos museos, uno que resalta la cultura africana y otro, el de la Infamia, dedicado a las víctimas de Pablo Escobar. Justo antes de ingresar a este último, una valla gigante irrumpe en el paisaje con un mensaje en letras mayúsculas: “Triunfó el Estado”.
A renglón seguido la reflexión es contundente. Resalta el trabajo realizado para construir, desde cero, esa nueva propuesta de parque temático, que nada tiene que ver con ese turbio pasado.
“Con los episodios propios de la historia, contada desde la perspectiva de las víctimas, mostramos a ustedes cómo fue que superamos la historia de una infamia”, concluye el mensaje, en un intento por reivindicar la memoria y marcar distancia con la época del narcotráfico.
En ese espacio se muestra a los visitantes lo que fue el horror de aquella época, a través de fotografías que documentan la guerra de Escobar contra la población civil y los operativos para dar con su paradero, que durante años ocuparon las portadas de los principales periódicos del país. Mientras tanto, la emblemática avioneta que antes recibía a los turistas fue trasladada a un lugar menos visible, como parte del esfuerzo por resignificar el sitio.
Y es que el esfuerzo por “desnarcotizar” y transformar a Nápoles en un gran parque temático ha sido tan arduo, que hoy ya es el cuarto parque más visitado de América Latina, según la Asociación Internacional de Parques de Diversiones y Atracciones (IAAPA). Y este año, además, proyecta recibir 1,2 millones de turistas.
De cero a inspirarse en Disney
El nombre Nápoles lo eligió Escobar como un homenaje a Al Capone, el famoso gánster estadounidense de ascendencia italiana. Cuando compró la hacienda en 1978, el entonces capo quiso replicar el estilo de la Hacienda Veracruz, ubicada en el Atlántico y propiedad de la familia Ochoa, también vinculada al cartel de Medellín. Así comenzó a levantar su propio zoológico, poblado de animales exóticos y salvajes.
Poco a poco esas más de 1.000 hectáreas se convirtieron en epicentro de reunión y descanso de miles de visitantes, vinculados o no, a los negocios del cartel y a la familia Escobar. También resaltó por sus excéntricas construcciones, que iban desde seis piscinas, 27 lagos artificiales y una pista de aterrizaje y una plaza de toros privada, hasta una arborización que incluía palmeras y establos con caballos.
Sin embargo, luego de la muerte de Escobar, en 1998 la hacienda ya había sido saqueada, sus inmuebles destruidos, sus animales estaban deteriorados y sus tierras dañadas por buscadores de guacas y caletas. El predio fue transferido al Fondo Nacional Agrario, que luego se transformó en el Incora y más tarde en el Incoder. Este decidió asignar los terrenos a unas 14 familias desplazadas, como parte de un programa de restitución.
Ya en 2004, tras una prolongada batalla judicial y la expropiación oficial por parte del Estado colombiano, se declaró la extinción de dominio. Finalmente, en 2007, se ordenó el desalojo de las familias para permitir que la Alcaldía de Puerto Triunfo, en alianza con la empresa privada Atecsa, en cabeza de Óscar Jairo Orozco, iniciaran la consolidación de un megaproyecto turístico en la zona.
Desde ese momento, a Orozco le tocó comenzar a repensarse ese lugar, que estaba castigado por el tiempo y la memoria. Un emblema del narcotráfico que sucumbió tal como había sido vaticinado.
“Yo digo que aquí hubiera sido mejor arrancar desde cero, no desde una propiedad donde solo había desastre, malas energías y cosas peligrosas. En el 2007 firmé el contrato con el municipio de Puerto Triunfo, pero todo estaba destruido y en un completo abandono. De hecho, antes de ofrecerme la hacienda a mí, se la ofrecieron a todas las cajas de compensación del país, hasta a empresas importantes, y ninguna la quiso. Nadie se quería meter en esto”, recordó.
Fue entonces cuando el empresario decidió tomar el mando, con un propósito: “desnarcotizar” esas tierras. Así que lo primero que hizo fue negociar con la gente de la región e involucrarlos en el proyecto. “Yo me comprometí a darles empleo y ellos a ayudarme a que esto se hiciera. Y nos hemos cumplido”, dijo.
Paralelamente, contrató a especialistas para planear el nuevo rumbo de Nápoles. Ahí decidió crear todo un parque de atracciones inspirado en África: “En América estaba inexplorado ese continente. Y la tierra, el clima, los animales que rescatamos y la vegetación de esta zona se parece a África. Así que arrancamos con esta temática”.
El 24 de diciembre de 2007 Nápoles abrió sus puertas al público como un parque de diversiones. En ese momento recibía apenas 10 visitantes por día y la entrada costaba 10.000 pesos.
“Fue muy curioso, porque Cornare no sabía qué hacer con una cantidad de animales que tenía decomisados. Tenía cebras, osos, jaguares, y yo se los recibí. Esa fauna y los ‘dinosaurios’ que restauramos, porque la gente los destruyó buscando guacas, fueron las primeras atracciones que ofrecimos”, comentó Orozco.
Por este arrendamiento, la alcaldía de Puerto Triunfo recibe anualmente alrededor de 1.000 millones de pesos y otros bonos de acuerdo con la taquilla. El alcalde, Franklin Portillo, destacó que la hacienda ha crecido gracias a la articulación entre el sector público y la empresa privada.
“El municipio nunca hubiera podido hacer un proyecto de esta envergadura. Necesitó de ese privado que invirtiera esos recursos. A través de eso hemos logrado que la economía de la zona crezca. Además, otras tierras de Nápoles se han destinado a proyectos productivos de cacao y pancoger. Hoy, más de 200 familias están asentadas en predios que también forman parte del parque”, añadió.
Un referente mundial de turismo
Ya han pasado 18 años desde que esa hacienda pasó de albergar el crimen a convertirse en noticia de grandes medios internacionales como la revista Time, que la proclamó en 2012 como uno de los parques más exóticos del mundo.
Ahora, Nápoles tiene poco que envidiarle a gigantes del entretenimiento como Disney, Six Flags o Universal. “Yo me la paso por todo el mundo viendo parques. Eso sí, para hacer cosas mejores”, señaló Orozco.
Y es que la hacienda cuenta con su propio taller donde diseñan y crean todas las esculturas que decoran el parque. Allí también elaboran los avisos que dan la bienvenida a cada atracción. Y disponen de maquinaria propia para mantener y mejorar constantemente las instalaciones.
Por ejemplo, para septiembre planean inaugurar el esqueleto de un spinosaurus al estilo de Jurassic Park; el mismo que está en Disney, pero de mayor tamaño.
“Es el proyecto más grande que tenemos. Mide 50 metros de largo y 22 de alto. Está hecho en icopor, lo estructuramos en hierro, lo recubrimos con todo el papel de cemento que recolectamos en el parque y lo finalizamos con fibra de vidrio”, contó Hernán Narvaéz, encargado del taller.
Lo mismo ocurre con otras figuras del parque, como el cocodrilo y el mamut, que superan en tamaño a los que se encuentran en instalaciones de la compañía estadounidense.
Un parque que no se repite
Nápoles ya es el mayor generador de empleo del Magdalena Medio, con 250 puestos directos en temporada baja y más de 500 en alta. Y si se cuenta la ocupación hotelera, esta cifra asciende a 1.000 trabajadores.
Actualmente, el 6% de los turistas que recibe al año son de países como Estados Unidos, Panamá, República Dominicana, Perú y Ecuador; entre los nacionales, el 60% proviene de Cundinamarca y el restante de Antioquia.
Para Orozco, “un parque que no se renueva está condenado al fracaso, porque nadie va tres veces a ver lo mismo”, por eso, este año tienen proyectado instalar tres atracciones nuevas: una máquina de cero gravedad traída desde China, un Rayo McQueen para 10 pasajeros, y dinosaurios de nueva generación.
También planea modernizar el museo de las aves, donde quedaba la antigua casa de Escobar y poner a funcionar un carro para transportar a los visitantes que llegan sin vehículo.
Por lo pronto, el empresario antioqueño sigue con hambre de posicionar a la Hacienda Nápoles como uno de los parques temáticos más importantes a nivel mundial, convencido de que el turismo —y no el miedo— es el futuro de este territorio que dejó de ser la base del cartel de Medellín para convertirse en uno de los destinos más visitados de Latinoamérica.