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¿Un nuevo orden mundial?

hace 12 minutos
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  • ¿Un nuevo orden mundial?

Por Aldo Civico - @acivico

La cumbre de Tianjin, convocada por Xi Jinping junto a Vladimir Putin y Narendra Modi, no fue simplemente una foto más para los archivos diplomáticos. Representó un acto con un peso histórico significativo, casi una coreografía diseñada para enviar un mensaje al mundo: el dominio global desde un único centro está llegando a su fin. A veces, la política internacional se asemeja más a un teatro que a una fría transacción numérica, y el entrelazamiento de los brazos de los líderes comunicó mucho sin necesidad de palabras.

En la política, los gestos son esenciales. Esa caminata conjunta no simbolizaba una amistad profunda, sino más bien una declaración: “hay otra forma de organizar el mundo”, parecían indicar, una que aboga por la soberanía y la diversidad de civilizaciones. En un contexto global multipolar y aún frágil, un acto simbólico puede tener más impacto que la firma de un tratado. Es el cemento invisible que sostiene las alianzas. Por supuesto, no se trató solo de un acto teatral. Se lograron acuerdos sobre energía, se discutieron monedas nacionales, se coordinó en temas de seguridad y se planteó un plan para disminuir la dependencia del dólar. China y Rusia fueron claras: desean protegerse de las sanciones occidentales. India, con un enfoque más ambiguo, actúa como un equilibrista, preservando su autonomía y, con ello, aumentando su influencia.

Esto no es un fenómeno nuevo. Remite a las tácticas de Bismarck en el siglo XIX. Sin embargo, el escenario actual es más delicado: la interdependencia económica y tecnológica exige que se actúe como si se cruzara un puente colgante en medio de una tormenta, examinando cada tabla antes de pisar. Eurasia, que durante décadas fue objeto de la contención anglo-estadounidense, comienza a emerger como un centro con sus propias reglas, deseando liberarse de la lógica unipolar. El desafío radica en que la historia no suele ser benévola. Los órdenes multipolares, si carecen de normas claras y canales de diálogo, se convierten en campos minados. Una chispa puede ser suficiente: un desacuerdo no resuelto, un error de cálculo, una discrepancia sobre la legitimidad. La pluralidad puede ser una promesa, sin duda, pero también puede dar lugar a una competencia feroz.

Y ahí está Estados Unidos, observando la escena. Puede caer en la trampa de considerar a Eurasia como un bloque sólido e inamovible, o, por el contrario, como un movimiento efímero sin relevancia significativa. Ambas interpretaciones serían erróneas. Su estrategia ha sido más efectiva cuando ha optado por la flexibilidad, el compromiso y el pragmatismo, no cuando ha buscado la exclusión. Lo de Tianjin no es un episodio menor. Es un recordatorio de que el equilibrio mundial ya no se sostiene en la dominación de un solo actor, sino en la capacidad de coexistir con la complejidad y de aceptar la disidencia. Y la pregunta que queda en el aire es inevitable: ¿aprenderán los líderes actuales las lecciones del pasado o caerán nuevamente en las viejas tragedias? La historia —esa maestra severa— nunca perdona la arrogancia.

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