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Se dice con frecuencia que Estados Unidos ha sido quien ha empujado a Rusia en los brazos de China y ahora se lamenta de ello.
Por Beatriz de Majo - beatrizdemajo@gmail.com
La visita del jefe de la diplomacia española, Juan Manuel Albares, a Hangzhou para entrevistarse con su homólogo Wang Yi parecería ser un paso en falso o al menos un movimiento a destiempo. No es esta la mejor hora para buscar la solidaridad China cuando el mundo entero celebra la gesta heroica del presidente Donald Trump en favor de la paz del Medio Oriente. Ello no pasaría de ser una “boutade” diplomática si no fuera que el desliz político es más serio que eso.
Habría que revisar lo que gana y lo que pierde España en querer estrechar un contubernio con China. Pero lo que sí parece ser claro es que el camino que acerca a España a China sin duda que lo aleja de Estados Unidos, como afirma, con mucha justeza, el corresponsal del ABC en Pekín, Jaime Santirso.
¿Por qué Pedro Sánchez estaría dispuesto a pagar ese alto precio? En gran parte porque las bravuconadas del jefe de Gobierno español consiguen desviar la atención de los electores de los dramas de corrupción que afectan a su gobierno. Los aglutinan en torno a un líder fuerte capaz de ladrarle en la cueva a la primera potencia mundial. Ello alimenta ese sentimiento de admiración-odio que se anida en el corazón de cada español cuando de trata de Estados Unidos.
La arrogancia propia del gobierno de Pedro Sánchez, la que el PSOE abraza con ahínco, les hacer pensar que España tiene la talla para adversar a los Estados Unidos y creer que es posible salir ilesos de esa gesta. A eso es a lo que apuesta el gobierno español cuando encarga a su Canciller reunirse con el chino para pisarle abiertamente un cayo a los americanos y molestar, al propio tiempo, a los europeos.
Los políticos de la potencia asiática deben aplaudir este unilateral acercamiento. Por un lado, España podría actuar como puente para mejorar las relaciones con la Unión Europea cuando afloran serios visos de deterioro a raíz del apoyo abierto de China a Rusia en lo atinente a la guerra con Ucrania. Los lazos que unen al Viejo Continente a la potencia asiática son inmensos y, sobre todo, irrenunciables en este momento de desacomodo del comercio mundial del cual China sufre en una buena proporción. 732.000 millones de Euros le exportó China a los europeos el año pasado y apenas le importó 213.000 !. Y, por otro lado, pareciera que quedaron atrás los serios reclamos comerciales que Madrid ha planteado a Pekín por las medidas arancelarias impuestas que afectan a su exportación estrella, el cerdo.
Se dice con frecuencia que Estados Unidos ha sido quien ha empujado a Rusia en los brazos de China y ahora se lamenta de ello. En el caso de España, han sido los gobiernos socialistas los que, a partir de una presunta coincidencia ideológica, han querido explotar la relación bilateral buscando beneficio político y económico para sí. Por el lado de China, hace rato que este país apuesta más a consideraciones estratégicas económicas y políticas que a una sintonía principista con los países con los se relaciona estrechamente. Xi Jinging busca influir en aquellos con los que se asocia aspirando a un fin hegemónico global.
España quiere actuar entre titanes, solo que el país no tiene el peso específico que hace falta para correr en esas grandes ligas. De cara a China, el gigantesco déficit comercial que opera a favor de los asiáticos - 45.000 millones de € contra 7.000 - no es, precisamente, un factor de equilibrio que juega a favor de los españoles.