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No conversamos casi de la pérdida de biodiversidad. Es más, no sabemos qué biodiversidad urbana tenemos y perdemos cada día.
Por Juliana Restrepo - JuntasSomosMasMed@gmail.com
Las ciudades son el hogar del 80% de las personas de Latinoamérica y el Caribe y, aunque representan menos del 3% de la superficie habitable del planeta, son responsables del 75% de las emisiones globales de carbono. Aquí vivimos cuatro de cada cinco personas entre las causas y las consecuencias del cambio climático.
Por estos días nos sentimos derretidos, dormimos mal, nos despertamos sudados, tenemos dolor de cabeza por el calor. Unos se despiertan sin agua. Caminamos esquivando los rayos, saboreamos las sombras cuando las encontramos, Verde viento, verde ramas, agradecemos la frescura que da el guadual, admiramos las flores desesperadas.
Es urgente mirarnos, mirarlas.
Cuando nos dicen deforestación es común pensar en los bordes de los Parques Naturales en los departamentos del sur de Colombia y no en las ciudades, pero en las ciudades también desaparecen los bosques. Reemplazamos mangas por planchas de cemento, cortamos árboles viejos que son hogar; no construimos integrando el verde sino desconectándolo o aniquilándolo. No conversamos casi de la pérdida de biodiversidad. Es más, no sabemos qué biodiversidad urbana tenemos y perdemos cada día. Nos olvidamos de la naturaleza cuando planeamos las ciudades que crecen. Olvidamos que ella ya ha sido solución: que los árboles son sombra, filtro natural y reducen la temperatura. Que los pájaros saben.
En diciembre, un grupo de congresistas, liderado por Daniel Carvalho, radicó la ley de ciudades verdes por medio de la cual se fortalece la gestión del riesgo en Colombia a través de las ciudades verdes y biodiversas. Dice riesgo, porque este calorcito insoportable va a volverse inundación, quebrada crecida, mamá cargando un niño y una bebé, cosas enroscadas en el vórtice de una agua violenta que se desborda, casas destruidas, gente desplazada. Dice riesgo, porque este calorcito insoportable va a volverse racionamiento. Es riesgo como es riesgo el temblor, el volcán y la avalancha.
Es urgente mirarlos, mirarnos.
La ley habla de más árboles, de más arbustos, de más Verde que te quiero verde. De aumentar la calidad, la cantidad, la conectividad y la funcionalidad de zonas verdes. De diagnosticar, proteger e integrar la biodiversidad. Establece responsabilidades para los entes territoriales y las autoridades ambientales y de planeación para lograr ciudades verdes y biodiversas. Nos recuerda que el verde mejora la calidad de vida y la salud mental y física. Nos recuerda que el verde da bienestar. Termino de escribir la columna en ese punto alto de estar-bien, mirando mi verde propio que es un guadual que rodea una quebrada. Recito el título de mi columna que es un poema de Lorca. Recuerdo estas líneas de una de mis poetas locales preferidas, Inés Posada: Algunos no lo saben / Pero la tarde está hecha de pájaros / El aire da la señal / El sol alumbra y dora rayos de asombros leves, / Los tejados esperan, / Los árboles inquietos y anhelantes, más verdes aún en su follaje / Abren centelleantes relámpagos de sombra / Y nacen pájaros entre sus ramas.