Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4
Y en medio de todo el odio que ha sembrado Petro para fragmentar a la nación, tenemos a más de 100 precandidatos a la presidencia, y algunos que suenan con fuerza han optado por combatir el odio con más odio.
Por Diego Santos - @diegoasantos
Un presidente que fomenta el odio y la división de clases no lo hace por accidente. Es una estrategia de poder. Y digámoslo claro, una estrategia de poder sobre la que Gustavo Petro ha cabalgado de manera magistral. El odio es la gasolina de Petro, es su razón de ser y lo que le ha dado tantos réditos electorales.
La narrativa que el presidente ha construido, la de crear un enemigo común —los ricos, la élite, los empresarios, los medios y la clase media—, le ha permitido convertir la frustración social en apoyo político. Petro le ha hecho creer a la gente que por fin hay alguien que habla por ellos.
A lo largo de los últimos tres años, Petro ha logrado que la conversación pública se centre en el conflicto entre clases, en llenar de odio a la sociedad, en rompernos. Y en medio de ese odio, no nos hemos centrado en la corrupción desatada en su gobierno, en el vergonzoso caos al que ha llevado al país con mentiras.
Para el imaginario popular, el colapso de la salud, los casos de corrupción, la entrega del país a los grupos criminales y el despilfarro del gobierno con la plata de todos los colombianos son responsabilidad de ese enemigo que con tanto esmero ha creado Petro. El odio de Petro, como pueden ver, ha sido de una eficaz demoledora.
Los inacabables mensajes polarizantes del presidente del odio no son los de un loquito, como muchos piensan, sino los de un estratega zorro político que ha aniquilado la ética y la moral del país, que ha capturado el debate y lo maneja a su antojo. Petro ha logrado ser el centro de la conversación y ha opacado a los opositores.
Y en medio de todo el odio que ha sembrado Petro para fragmentar a la nación, tenemos a más de 100 precandidatos a la presidencia, y algunos que suenan con fuerza han optado por combatir el odio con más odio. Peor aún, en vez de construir una alternativa unificada, tenemos a decenas de aspirantes peleándose entre ellos.
El presidente es consciente que mantener viva la confrontación le garantiza el cariño de sus bases, blinda a su gobierno y mantiene el foco de los problemas lejos de él, porque en medio del odio, los problemas no se resuelven, y mientras haya problemas, el mandatario sabe victimizarse como nadie.
Por supuesto que combatir el odio no es tarea fácil y por eso Petro es tan fuerte, porque el antídoto contra quien lo aplica requiere de una serenidad que hoy está ausente en Colombia. Combatir el odio exige líderes que opten por la moderación, aunque sea menos rentable políticamente, de líderes que tengan la capacidad de serenar a la nación en momentos en los que estamos sentados sobre polvorín. Pedir sensatez e inteligencia no es arrodillarse a Petro, es pensar en la estabilidad de Colombia y de su democracia.