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Amigos débiles, son bienvenidos al club de los vulnerables; los que aceptamos que no podemos con todo, que cuidamos nuestra alma y que estamos atentos a nuestros sentimientos.
Por Dany Alejandro Hoyos Sucerquia - @AlegandroHoyos
Hace varios años en una entrevista hablé sobre una etapa de abulia por la vida que me llevó a pensar en el suicidio. El informe, aunque tenía otros temas, se enfocó en esa parte. De inmediato, cayó sobre mi una avalancha de comentarios propios de la fama: unos brindaban ánimo y otros, de los que quiero hablar hoy, se dedicaron a lanzar señalamientos malintencionados producto de sus propios miedos y baja autoestima.
Cuando criticas a quien decidió contar un momento de vulnerabilidad y lo utilizas para agredirlo, posiblemente tienes más trastornos que tramitar que esa persona a la que criticas. Yo los llamo: los débiles. Porque para mí los fuertes son los que muestran su vulnerabilidad. Asumir que tenemos cosas por resolver y contarlas es parte de un proceso sanador. Es la paradoja de la salud mental: el reconocerme débil me hace fuerte. Brené Brown, escritora americana, tiene una conferencia preciosa en Netflix donde explica este concepto.
Los débiles son esos seres que creen que no tienen ningún trastorno latente y ocultan en una máscara de falsa fortaleza sus propios miedos y, como le tienen pavor a sentirse vulnerables, descargan su frustración en quienes con valentía cuentan sus dificultades en público.
Sin embargo, no es culpa de ellos, son producto de un sistema de creencias que ha sobrevalorado la felicidad y ha ocultado la tristeza volviendo un tabú hablar de las debilidades. Un sistema que exige mostrarnos felices ante los demás y pide resolver los problemas solos en nuestra habitación. ¿Saben por qué? Porque una persona triste es incomóda. No nos enseñaron a entender la tristeza, pero sí a ocultarla. «No estés triste» te dicen de niño, en lugar de ayudarte a comprender lo que estás sintiendo para poder tramitarlo. Eso, tal vez, haría que creciéramos con una mejor aceptación de nosotros mismos y una asertiva interpretación de nuestras emociones.
Entonces, queridos débiles, cuando piensen atacar a una persona que decidió contar su situación emocional mírense a ustedes mismos. Tengan cuidado porque la mente es tan engañosa que oculta los propios problemas y los reemplaza con un paliativo emocional, pero ellos están ahí.
Amigos débiles, son bienvenidos al club de los vulnerables; los que aceptamos que no podemos con todo, que cuidamos nuestra alma, que estamos atentos a nuestros sentimientos, que no necesitamos mostrarnos fuertes o felices todo el tiempo para validarnos, que entendemos que hay que trabajar para comprender nuestros traumas y gobernar nuestras emociones.
Esta columna está dedicada a miles de personas que dan su lucha en silencio, que se levantan todos los días sin entender qué es lo que les está pasando, que tratan de lidiar con sus demonios en silencio por el miedo a incomodar o a ser juzgados.
Vulnerable: donde quiera que leas esto, no estás solo y ten la plena seguridad de que, si sigues cuidando tu alma y trabajando en gobernarte a ti mismo te sentirás mejor, o por lo menos, tendrás la satisfacción de saber que estás dando la pelea .
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