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Y en este juego de no saber con exactitud la razón de lo que se informa, nos confundimos y, en estado de confusión pensamos mal y perdemos inteligencia. Quedamos contra la pared.
Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com
Estación Confusión, a la que llegan los que anuncian cosas escandalosas para al final no decir nada (o sí, pescar incautos), los que traen los datos y los revuelven como si jugaran con una baraja a la que le faltan los ases, los que usan la historia igual que jugaran a los escondidijos, los que convierten lo que dicen en un trompo que solo da vueltas al asunto que tratan, los que se hunden en algo y emergen sacudiéndose las palabras que utilizan (me parece ver a los perros cuando salen del agua), los que parecen adivinadores de cartas que inventan símbolos de acuerdo al azar de la tirada, los que se gastan más tiempo haciéndose ver que en dar la información (coja por lo común), los que usan cualquier error o chisme como camino adelante así vayan en dirección contraria, los que no se sabe si se informan o están usando un video juego para dar la noticia que se inventan, los que le incluyen propaganda y expresiones venenosas a los hechos que narran, en fin, como escribía Karl Kraus en Los últimos días de la humanidad, lo primero que nos deshumaniza es no saber comunicarnos. Y en este juego de incomunicación estamos, alegando que en el derecho de libre expresión da igual que comunique o confunda, que enrede o sea mera palabrería. Una mala sopa.
Pierre Bourdieu, en su libro Intervenciones políticas, un sociólogo en la barricada, se asusta analizando la calidad de las informaciones que llegan, todas mezcla de una cosa con otra (verdaderos menjunjes de bruja medieval primeriza) donde ya no se sabe de qué se trata la esencia de algo: la economía mezclada con emociones, la política con cuadros abstractos, la ciencia con la ficción, los reconocimientos con rabia etc. Y en este juego de no saber con exactitud la razón de lo que se informa, nos confundimos y, en estado de confusión pensamos mal y perdemos inteligencia. Quedamos contra la pared.
Cuando yo estudiaba comunicaciones, nos aprendimos un verso: “A seis señores debo todo lo que yo sé: qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué”. Y con esas seis preguntas creábamos una información completa y libre de dudas (éramos objetivos). Pero esas seis palabras-pregunta, aplicables a cualquier noticia o análisis, ya no se ven hoy en la comunicación que recibimos. Y porque no están ahí como controladores racionales, lo que llega es una mixtura que más parece material para una planta de tratamiento de basuras, como esas que tenemos y no funcionan.
Acotación: Un derecho humano es a una buena información. Pero este derecho se viola con datos y opiniones desquiciadas, con mentiras que buscan tapar lo evidente y el viejo truco (Albert Camus tenía razón) de generar miedo entre los más ignorantes, que son los que toman el dato y no lo relacionan. Bueno, es que tampoco leen.