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Por Juan David Escobar Valencia - opinion@elcolombiano.com.co
Mi columna del 2 de septiembre de 2022, “La metástasis de la impunidad”, advertía del riesgo de la propuesta gubernamental cínicamente llamada “Paz Total”. Mencioné ejemplos históricos del peligro, a veces irreversible, que adquiere una sociedad cuando su gobierno decide por conveniencia económica, política o electoral, aliarse con delincuentes. Mencioné el “apaciguamiento” de la Dinastía Qing con bandas criminales que fungieron como actores políticos, concediéndoles “recompensas monetarias, cargos y títulos oficiales, apoyados legalmente en perdones imperiales a cambio de una supuesta rendición”. ¿Recuerdan a Juanma y a de la Calle?
También recordé a la dinastía gobernante Le, en lo que hoy es Vietnam, que para “resolver” una creciente inestabilidad política permitió a los líderes “rebeldes” Tay Son tomarse gran parte del territorio, pero luego adquirirían el poder “total” aliándose con piratas chinos, a quienes transformaron en “honorables” ciudadanos y les otorgaron reconocimiento oficial, bases terrestres y mercados, a cambio de apoyo militar y financiero.
Dije ese día: “Hace unos años, un gobierno indigno e irrespetuoso de las decisiones democráticas y la Constitución firmó un acuerdo de impunidad extorsiva, con el ropaje de acuerdo de paz, con un cartel narcoterrorista vestido de actor político. Pero esa inmundicia histórica, que institucionalizó la peligrosa idea, para el futuro y viabilidad de una sociedad, de que “ser pillo paga” y quien cumple la ley es un pendejo, fue solo la incubación de un cáncer localizado, el que ahora con su sucesor hará metástasis, volviéndose “total”, y dejando a cuanto delincuente lo desee impune y premiado”.
Confirmando lo advertido en 2022, hace unos días el gobierno actual, para devolver los favores recibidos de numerosos grupos delictivos en las elecciones pasadas, presentó nuevamente en su “tarima” del Congreso un generoso proyecto de ley de impunidad con olor a “Picota”, dado que su primer intento se frustró pues en ese entonces todavía teníamos Fiscalía. También nos anunció el narcodictador venezolano, que parte del territorio colombiano no lo será tanto, porque será compartido “binacionalmente” con el narcocartel institucionalizado que desgobierna al hermano país, pero controla la frontera colombovenezolana. Tendremos a Diosdado como gobernador plenipotenciario de su corredor narcotraficante binacional.
Arrodillarse y absolver delincuentes por una “promesa” de falsa paz, nunca resulta bien, como lo demuestran los ejemplos antes mencionados, o el fracaso en 2015 en Venezuela cuando claudicaron ante las bandas criminales con las llamadas “Zonas de Paz”, o el fiasco del gobierno salvadoreño que en 2011, para supuestamente reducir la tasa de homicidios, excarceló a jefes y miembros de la “Mara Salvatrucha” y la “Mara 18”.
Paul-Louis Courier, un célebre cronista de las invasiones napoleónicas a Italia a principios del siglo XIX, se queja de lo que él llama en latín la “terra latronum”, (tierra de ladrones), diciendo: “Aquí en Foggia, es decir, en terra latronum, pululan los ladrones, y es un arte robar tan honorable y rentable, y sin peligros, que todos quieren hacerlo; algunos con una pistola, otros con una pluma, e incluso mejor en una mesa que escondidos”; y advierte que restablecer el orden en una sociedad corrupta e infestada de ladrones, es una tarea hercúlea, como la de Teseo, que se la pasó peleando contra monstruosos criminales y asaltantes como Perifetes, Sinis, Escirón, Cerción, Procustes y el Minotauro.