Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
Por María Clara Posada Caicedo - @MaclaPosada
El sueño de cualquier modelo dictatorial ayer hizo su aparición estelar ante una Colombia adormecida. Con una nueva intervención desafortunada -como de costumbre- del ministro de salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, el país quedaba notificado que, a criterio de este gobierno, “Todo niño o niña o adolescente; todos los menores de 18 años, la patria potestad es del Estado”.
La pésima gramática del anuncio -que no deja de incomodarme- es una absoluta nimiedad, ante el gravísimo trasfondo de las palabras de quien destruyó la salud de 50 millones de colombianos y quien, en su tono desafiante, nos informa que ahora van por la familia. Por la suya y por la mía.
Este gobierno, que ha destruido cada una de las instituciones que toca, no ofrece si no réplicas platanizadas de varias de las acciones de los más criminales regímenes totalitarios a los que dice criticar pero que en esencia, admira. También este gobierno, que tan fácilmente llama nazis y fascistas a sus contradictores en sus peroratas populistas, hoy incorpora a su discurso la que, si se quiere, es una de las conductas más perversas de dichos absolutismos, con la que buscan arrebatarnos hasta la última gota de libertad: El mandato draconiano de que los derechos y deberes sobre la persona de los hijos menores, no son de los padres sino del Estado.
Aterrador por decir lo menos, que aquel que con su obsesión estatizante destruyó la salud de los colombianos -porque en su cofradía no soportan el bienestar que se deriva de la libertad, el mercado y la libre empresa-, hoy pretenda también desconocer la Constitución y el Código Civil en su artículo 252, para quitarnos a nuestros hijos y entregárselos al “Estado” como instrumento para la perpetuación ideológica de la izquierda radical.
Aunque ahora quieran hacerlo parecer un “lapsus”, o desconocimiento de la normativa por parte del ministro que destruye todo lo que toca; no es casualidad que estén sembrando estas tesis que reflejan sus valores comunistas. Quieren de nuevo ir tanteando qué tanto calan en la opinión, cuánta molestia generan en algunos, cuántos incautos confunden y qué tan lejos pueden ir en tensar nuestra institucionalidad y paciencia sin reacciones contundentes de nuestra parte.
Poco a poco, van siguiendo ellos sí los pasos del nazismo de Hitler, el fascismo de Mussolini o el socialismo Bolchevique, implantándonos la idea, -iniciando obviamente por “las gentes más sencillas” y quienes hoy dependen 100% de sus limosnas estatales-, de que los hijos son de la sociedad, del Partido o del Estado, y que por tanto deben ser educados (o mejor adoctrinados) para servirles y capilarizar su visión del mundo.
No es casualidad tampoco que esto pase ahora, cuando ya lograron implosionar el Estado Social de Derecho. Fueron por las pensiones, fueron por la salud, fueron por la seguridad, fueron por el ICETEX y la educación, fueron por la energía y la autosufiencia, fueron por la vivienda, fueron por la justicia, fueron hasta por la libertad que tenemos de escoger libremente el programa que queremos ver en TV. Fueron por todo eso y más, para blindar su propósito autócrata bajo el manto de un Estado elefantiásico y titular único de cualquier cosa que el colombiano común necesite para satisfacer sus necesidades básicas. Para generar una dependencia absoluta que nos anule.
Ahora van por nuestros niños y jóvenes para que les sirvan de ejército en su cruzada contra la democracia, que arranca con la Consulta que quieren que sirva de puente a la Constituyente espuria.
No olviden que, aunque falló en su cometido, en el 2007 Hugo Chávez impulsó una ley para arrebatar la patria potestad de menores de 20 años, a los padres y entregársela al Estado con la idea de asignarles instrucción cultural y capacitación cívica para potenciar los más altos intereses de la Nación. El proyecto en concreto falló, pero el objetivo se logró: A las familias venezolanas les arrebataron sus hijos, y a los jóvenes venezolanos les arrebataron sus familias.
Y usted querido lector, ¿Seguirá expectante, como quien se sabe merecedor de su cruel destino?, ¿Seguirá trinando desde se sofá? O ya conociendo la historia, ¿está dispuestos a acompañar la lucha por la libertad y a decir sin titubeos, cueste lo que cueste ¡Con mis hijos no te metes!?
(Yo, sin duda, soy de las segundas)