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Un país como el nuestro, que ha padecido la esclavitud del narcotráfico y el terrorismo, tiene en el 2026 la oportunidad de elegir un presidente a la altura de ese reto.
Por Paola Holguín - @PaolaHolguin
“Recuerden siempre establecer un enemigo, y si no hay: crearlo”. De acuerdo con los Consejos de Koraj, recogidos en lo que se ha popularizado como El Manual del Populista, el buen populista sabe que necesita de un enemigo, así sea imaginario, de modo que, si no existe, lo crea. Ese adversario le sirve tanto de distractor como para reafirmar su propia identidad y justificar así su permanencia en el poder.
Petro lo sabe y lo práctica a pie juntillas. Su retórica ha gravitado siempre en torno a la construcción de un adversario, ya sean los expresidentes, los congresistas, las Cortes, los empresarios, los periodistas o cualquiera que se oponga a sus ideas; se volvió cotidiano que los nombre HP, nazis, muñecas de la mafia, paramilitares, golpistas, esclavistas y otro sin fin de agravios, por los que en repetidas ocasiones la justicia colombiana le ha ordenado retractarse. También han sido blanco presidentes y primeros ministros de diferentes países como Dina Boluarte, Bukele, Milei o Netanyahu, y ahora, Donald Trump.
De las críticas a las políticas del Gobierno estadounidense en la lucha mundial contra las drogas, que van en contravía de su afán por legalizarlas, Petro pasó a los ataques personales; primero, contra los congresistas republicanos afines al presidente norteamericano; luego contra sus funcionarios más cercanos, como el Secretario de Estado, Marco Rubio, y, para terminar, calificando al propio Trump de ignorante, asesino y cómplice de genocidio.
En su delirio de líder planetario, Petro fustigó al presidente de Estados Unidos en su suelo, cuando megáfono en mano en las calles de Nueva York, les pidió a los soldados norteamericanos que le desobedecieran. Entonces vino el retiro de su visa y la inclusión, por parte de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro, en la Lista Clinton (Specially Designated Narcotics Traffickers), donde incluyeron, además, a Verónica Alcocer, Nicolás Petro y Armando Benedetti.
El ingreso a esta lista negra de empresas y personas asociadas o vinculadas con el narcotráfico y el lavado de activos, donde también están los dictadores Nicolás Maduro y Daniel Ortega, además de los más peligrosos carteles de droga, no es una represalia infundada, como afirma Petro; la OFAC concluyó que él, ha socavado la lucha mundial contra el narcotráfico, como lo evidencian el crecimiento exponencial de producción de cocaína durante su gobierno, la negativa a entregar narcotraficantes pedidos en extradición por la justicia norteamericana, el respaldo a narco-regímenes, su negacionismo frente a la existencia del Cartel de los Soles —que dicho sea de paso, habría financiado su campaña, según afirmó Hugo ‘El Pollo’ Carvajal— y su cruzada mundial por la legalización de las drogas, que se demostró una vez más, con la Resolución presentada por el Gobierno durante el periodo de sesiones número 57 del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, donde relativiza el grave daño de los estupefacientes en la salud pública e insta a los Estados para descriminalizar parte de la cadena del narcotráfico.
Un país como el nuestro, que ha padecido la esclavitud del narcotráfico y el terrorismo, tiene en el 2026 la oportunidad de elegir un presidente a la altura de ese reto y que recupere la dignidad de nuestro País en el concierto de naciones.