Además de encontrarse con la mayor cantidad de libros posibles en un solo espacio, y con algunos descuentos, otro de los atractivos de la Fiesta del Libro y la Cultura es la posibilidad de escuchar a los autores. No es necesario asistir a una charla o a un taller con conocimiento previo, es posible aventurarse a descubrir.
Gracias a los esfuerzos institucionales también hay títulos gratuitos que pueden llegar a las bibliotecas de los afortunados que se las encuentren. El primero, el cuentito amarillo “Las Ex Tres Mosqueteras, las cuales cambiaron la violencia por cosquillas”, una adaptación de la novela de Alejandro Dumas, Los tres mosqueteros, de Sara Jaramillo Klinkert. El segundo, Heidi, la adición de este año a la Biblioteca de la Fiesta, escrita por Johanna Spyri e ilustrada por Alejandra Tilano. El tercero es el nuevo volumen de la colección Palabras Rodantes, que circula gratuitamente en el Metro, esta vez a cargo de Mafalda Milhões, librera e ilustradora portuguesa. Hablamos con ella con motivo de su visita. La Fiesta finaliza hoy.
¿Cómo describe su obra?
“Es una manta de retazos cosidos con la vida de creación e ilusión. Recorro las profesiones del libro y salgo buscando retos de creación y lectura.
Como librera, ilustradora, curadora, escritora y mediadora de lectura, vivo buscando mi lugar a la par de otros creadores y me convierto en una creadora inacabada, inmersa en un mundo de ilusión”.
¿Cuáles son los temas que más le interesan?
“El mundo, la humanidad, mi país, la maternidad, la educación, la cultura, la poesía y la naturaleza. Me interesan los temas que me hacen aprender todos los días con los demás. La literatura es enorme, así como la lectura. Me encanta la palabra Biblioteca. Vivo dentro de una librería”.
¿Qué viene primero en
su trabajo, el texto o la ilustración?
“Es muy distinto. Unas veces el texto, otras la ilustración. Casi siempre es un encuentro con un creador, escritor, amigo... que desarrolla todo el proceso. Las palabras rodantes de este año son fruto de una amistad, de un enamoramiento entre poesía e ilustración. El proyecto comienza con una conversación informal y un ‘¿Y si...’ .
Me encanta la humanización de las artes a través de los libros. Todo resulta de una voluntad y un denominador común. Me encantan los desafíos, y si son ilustrados todavía más”.
¿Estamos frente a generaciones más visuales?
“Esta es una cuestión sencilla. El mundo siempre está cambiando, siempre tuvimos pocos lectores. Eso, en general, no cambió. Hoy el gran desafío es darles conciencia a los jóvenes para que sean felices en el futuro y yo creo en el futuro, veo esperanza. Hay muchos estímulos más, hay afecto, ternura y un par de cosas más. Tenemos que seguir haciendo lo mejor. Yo creo en la literatura”.
¿Qué se van a encontrar en el libro que va a circular en el Metro?
“Muchas voces, poemas con latidos del corazón, ilustración, ilusión, futuro, metáforas y una colección increíble de textos en portugués.
Es la recopilación ilustrada, donde la mujer ocupa un lugar central a lo largo de toda la obra. Los invito a todos a celebrar esta edición especial que se ilustra con detalle”
LA HISTORIA ANTES DE LA HISTORIA
Historia Mínima de Colombia de Jorge Orlando Melo fue un gran fenómeno editorial hace algunos años, demostrando la curiosidad de los colombianos por aprender de sí mismos. Antes de Colombia del antropólogo Carl Langebaek parte del mismo ejercicio, pero cubriendo un periodo de tiempo mucho más amplio, los 14.000 años que transcurrieron en el territorio colombiano, antes de que lo conociéramos como tal. Su libro derrumba mitos en cada página, conversamos con él sobre ellos.
¿Cuáles son los mitos más impresionantes, que más han sorprendido?
“Hay varios niveles, por ejemplo, la demonización y la idealización del indígena. Encuentras personas que dicen, ‘¿cómo así que había violencia en la sociedad indígena?’, claro que había, ahora, que se tramitaba de una forma distinta. ‘Que los indígenas no afectaban el medio ambiente, que lo dejaban totalmente prístino y natural’, claro que no, intervinieron y cambiaron profundamente el medio ambiente; por supuesto que no como nosotros lo estamos haciendo. Entonces, el tema es entender que no son ni ángeles ni demonios, son seres humanos, que han ocupado este territorio más de 14.000 años.
Si no entendemos que tenían una actitud completamente distinta ante las cosas, en relación a nosotros, pues no vamos a poder entender el pasado prehispánico. Si creemos que la violencia era para conquistar el territorio de los demás o para hacer esclavos que trabajaran para ellos, no vamos a ir a ningún lado; si creemos que tumbaban el monte para sembrar un solo cultivo, pues tampoco. Pero aceptamos que, por supuesto, transformaban el medio ambiente y tenían violencia, pero dirigida a otras cosas.
Es un dilema permanente hacer caer en cuenta a la gente de que la diferencia cultural realmente es muy importante y que no podemos entender las cosas, si partimos de que pensaban igual que nosotros, qué es muy común”.
Es importante también que son comunidades vivas.
“Claro, tienen una historia, porque ese es otro estereotipo, que los indígenas siempre han sido los mismos, y que los indígenas de hoy son seres congelados en el pasado, no. Han tenido una historia, que se estrelló con la historia de Europa, e incluso con la de África y Asia, hace 500 años, y son tan contemporáneos como nosotros. A mucha gente le cuesta trabajo entenderlo, los fosilizan en el pasado y no. Tiene una historia distinta, pero eso no la hace menor.
También ha sido interesante la reacción de algunos al tema de que los indígenas tenían jerarquías sociales y políticas, que eran incluso más complejas que las de nosotros, desde cierto punto de vista. Es decir, el mundo indígena es profundamente jerarquizado, hombres y mujeres no son iguales, ancianos y jóvenes no son iguales, las personas que tienen mayor o menor conocimiento ritual, no son iguales. Pero esa jerarquización no quiere decir que existieran las diferencias económicas que existen hoy en día en nuestra sociedad”.
Sorprende mucho la definición de “trópico”, sin cliché.
“Tenemos una profunda ausencia de contexto geográfico. La mayoría de los colombianos no somos conscientes de que vivimos en el trópico y nos aproximamos a él casi como si fuéramos europeos o norteamericanos, que es la foto de la playa y de la selva, como si fuera una cosa extraña, cuando el trópico es todo este territorio, incluyendo la tierra fría. Los páramos solamente existen en el trópico, por ejemplo, es un ambiente absolutamente tropical, pero lo grave de esa ausencia de conocimiento es que llega a todo. Es decir, creo que el colombiano promedio no conoce más especies vegetales que aquellas que tiene en su plato todos los días para comer, lo cual es una simplificación terrible. A mí me impresiona mucho que tú vas, por ejemplo, los escandinavos conocen su medio ambiente muy bien. Ellos conocen las especies que comen y las que no. A pesar de que tienen una biodiversidad mucho menor, tienen un conocimiento más amplio, lo mismo sucede con los cazadores recolectores en el Amazonas, por ejemplo, son impresionantes. El colombiano promedio no y tiene una idea muy simplificada, muy elemental, y eso tiene que ver con los modelos de desarrollo que podemos tener a futuro. No podemos desarrollar este territorio como se desarrollan las planicies norteamericanas o rusas, sería un suicidio ambiental, y yo creo que si no hay esa conciencia, pues también va a ser muy difícil para nosotros encontrar modelos de desarrollo apropiados.
Cosas elementales. Si uno oye una predicción del clima en Estados Unidos, dice, ‘oiga, estos tipos son unos machos, pueden predecir el clima perfectamente y nuestra gente que predice el clima en Colombia no está tan bien preparada’, no, es que aquí predecir el clima es completamente distinto y creo que en eso nos hace falta una conciencia de territorio demasiado grande.
Además, eso tiene implicaciones terribles, no solamente para identificarnos como personas que habitamos este territorio, sino incluso para pensar el futuro. Como queremos que se desarrolle el país, no se puede pensar independientemente de nuestra ubicación geográfica en el trópico, que nos pone unas características que no son ni mejores ni peores. Acá tú le preguntas a cualquier colombiano sobre el medio ambiente y dice que es maravilloso, que nadie tiene un territorio como Colombia, perfecto, pero ¿tú sabes que la Amazonía en realidad es un desierto que está cubierta por una selva?, ¿que tú no puedes coger los suelos del Amazonas para sembrar como loco un producto porque lo acabas en 5 minutos? No tenemos ni idea, creemos que somos un país inmensamente rico y no nos damos cuenta que, sí, somos un país rico, pero el territorio tiene unas características que lo hacen frágil, desde muchos puntos de vista, y es peligroso pensar que se puede desarrollar como si no lo fuera.
Creo que ahí hay una lección interesante, porque, por ejemplo, los indígenas nunca tuvieron la idea de cultivar una sola planta en grandes extensiones, eso iba totalmente en contra de su manera de sobrevivir, entre otras cosas, porque cualquier plaga los hacía morir de hambre, entonces basaban sus sistemas agrícolas en el cultivo de muchas plantas al mismo tiempo. Si no entendemos cosas como esas, corremos grandes riesgos y ellos lo manejan muy bien, no porque no transformaran el medio ambiente, sino porque lo transformaban entendiendo su particularidad”