Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

Conozca a “Freida McFadden”, la actual reina del thriller psicológico

No es su nombre real, da pocas entrevistas, no le gusta ser el centro de atención, pero sus novelas se han convertido en best seller. Así es la autora norteamericana de la que se sabe poco y que acaba de lanzar su nuevo libro El recluso.

  • De Freida McFadden dicen que ronda los 40 años, se conocen muy pocas fotografías y acaba de lanzar El recluso, una nueva historia llena de misterio. FOTOS Cortesía Mira Whiting Photography y Penguin Ramdon House
    De Freida McFadden dicen que ronda los 40 años, se conocen muy pocas fotografías y acaba de lanzar El recluso, una nueva historia llena de misterio. FOTOS Cortesía Mira Whiting Photography y Penguin Ramdon House
hace 21 minutos
bookmark

¿Cómo hizo una médica en ejercicio, especialista en lesiones cerebrales, para sacar tiempo y escribir las novelas más adictivas para los amantes del misterio y el thriller psicológico? Habría que preguntárselo a Freida McFadden, la autora de la saga La empleada con tres libros: La empleada (2022), El secreto de la empleada (2023) y La empleada te vigila (2024). Aunque al comienzo combinaba sus dos pasiones, el éxito de la escritora terminó por superar al de la médica y ahora se dedica por completo a escribir.

Cuentan desde su editorial, Penguin Random House, que el fenómeno McFadden ha conquistado ya a más de 15 millones de lectores y el fervor por la serie de La empleada se traduce en calificaciones de cuatro y cinco estrellas que llegan al 90 % en páginas como Amazon, por ejemplo. “El secreto de la empleada ganó el premio Goodreads al mejor thriller en 2023 y La empleada el premio Valencia Negra 2024 en la categoría de mejor novela”, precisaron.

Incluso ya hay una película en producción de La empleada protagonizada por Sydney Sweeney y Amanda Seyfried.

¿Quién es Freida McFadden?

A pesar de la popularidad de sus novelas, McFadden no quiere que realmente se sepa quién es y por ello escribe bajo seudónimo, no hace casi apariciones públicas y concede muy pocas entrevistas.

Es como una autora en la sombra que rara vez se expone, no solo por preservar su intimidad, sino también por la ansiedad social que sufre. “No me gusta ser el centro de atención... Me da miedo no ser la autora que la gente espera”, comentó en una entrevista en video en su casa para su editorial.

Puede leer: Juan Gil, el libro de José Eustasio Rivera publicado 113 años después de su origen

El año pasado el diario The New York Times publicó un artículo que es lo más cercano –distinto a lo que cuenta su editorial– de lo que es la figura de esta autora de la que también se sabe que vive en Boston, con su familia que incluye un par de hijos adolescentes (también se sabe que tiene un gato negro y vive en una casa antigua de tres pisos). No acostumbra a hacer encuentros con sus lectores y lo poco que hace lo hace en línea.

También se dice que hay mucho de ella en sus novelas. “Freida ha contado en varias ocasiones que sufrió bullying en el colegio y que esa experiencia le ha llevado a centrar muchas de sus historias en el abuso y el dolor. Aunque el thriller no sea tradicionalmente un género en el que se exponen temas morales, para ella es su método de denuncia de situaciones que considera muy importantes, sobre todo entre los jóvenes”, dicen desde su editorial.

Otro punto importante es entender que escribir era un pasatiempo, su carrera como escritora surgió de forma inesperada. Freida es médica especializada en lesiones cerebrales y en su tiempo libre escribía thrillers que autopublicaba online gracias a un programa de Kindle Unlimited, es que justo, su primer libro, fue una autopublicación llamada The Devil Wears Scrubs (El diablo va en bata) en 2013, particularmente una historia de médicos y de ahí se animó a escribir thrillers.

Le puede interesar: La historia de un secuestro que deshizo a una familia en Medellín: Adiós, Estelaria

Después siguieron varios libros hasta que en 2022 y gracias a una oferta que le hiciera la editorial británica Bookouture, especializada en ebooks, se publicara de nuevo La empleada, la historia de una empleada doméstica que descubre secretos perturbadores en la casa de sus empleadores. “La trama se centra en la vida de una mujer que trabaja como empleada del hogar, y la intriga se desarrolla a medida que se involucra más en la vida de sus empleadores, descubriendo mentiras y secretos que pueden cambiar su vida para siempre”, dice la reseña.

Su nuevo libro, El recluso

Tras la saga La empleada esta es otra historia, así con el sello de thriller que caracteriza el trabajo de McFadden. Se llama El recluso, una historia ambientada en una cárcel de máxima seguridad.

Dice la reseña que el libro se mueve en la historia de Brooke Sullivan, una enfermera que empieza a trabajar en una prisión.

”Sullivan enseguida aprende que hay tres normas cruciales:
1. Trata a los prisioneros con respeto.
2. Nunca reveles información personal.
3. Nunca jamás intimes demasiado con los reclusos.
Lo que nadie sabe es que Brooke ya ha roto las reglas. Nadie conoce su estrecha conexión con Shane Nelson, uno de los presos más famosos y peligrosos de la cárcel. Y desde luego no saben que Shane fue el novio de Brooke en el instituto. O que fue el testimonio de Brooke lo que le llevó allí. Pero Shane lo sabe. Sabe más que nadie. Y nunca lo va a olvidar”.

Primeros párrafos de El recluso

Por cortesía de Penguin Random House publicamos las primeras páginas de esta nueva novela de Freida McFadden.

“Mientras las puertas de la prisión se cierran a mi espalda, me cuestiono todas las decisiones que he tomado en mi vida.

Este no es el lugar donde quisiera estar. En absoluto. ¿Quién quiere estar en una cárcel de máxima seguridad? Si tuviera que apostar, diría que nadie. Cuando te encuentras entre estos muros, quizá es porque has tomado algunas malas decisiones a lo largo del camino.

Yo lo he hecho, desde luego.

—¿Nombre?

Una mujer con un uniforme azul de funcionaria de prisiones levanta la vista hacia mí desde detrás de una partición de cristal que está justo en la entrada de la prisión. Tiene unos ojos apagados y vidriosos, y todo el aspecto de no querer estar aquí tampoco.

—Brooke Sullivan. —Carraspeo—. Se supone que debo ver a Dorothy Kuntz.

La mujer baja la vista al portapapeles que sujeta delante. Repasa la lista sin aparentar que me ha oído o que tiene alguna idea del motivo por el que me encuentro aquí. Vuelvo la cabeza hacia la pequeña sala de espera. Está casi desierta, salvo por un viejo lleno de arrugas sentado en una de las sillas de plástico, leyendo el periódico como si se hallara en un autobús. Como si no nos rodeara una valla de alambre de espino, provista de enormes torres de vigilancia.

Tras lo que parecen muchos minutos, suena en la sala un zumbido lo bastante fuerte como para que me sobresalte y dé un paso atrás. A mi derecha, una puerta con barrotes verticales rojos se desliza lentamente, dejando a la vista un largo pasillo tenuemente iluminado.

Observo el pasillo; mis pies están paralizados.

—¿Debo... entrar ahí?

La mujer alza hacia mí sus ojos apagados.

—Sí, adelante. Tiene que pasar el control de seguridad que hay al fondo.

Señala con la cabeza el oscuro corredor y a mí me recorre un escalofrío cuando cruzo con cautela la puerta con barrotes, que se vuelve a deslizar y se cierra con un golpe resonante. Nunca había estado aquí. La entrevista de trabajo fue por teléfono, y el director de la prisión estaba tan desesperado por contratarme que ni siquiera sintió la necesidad de conocerme primero: bastó con mi currículum y mis cartas de recomendación. Firmé un contrato de un año y lo envié por fax la semana pasada.

Y aquí estoy ahora. Para pasar el próximo año de mi vida.

«Esto es un error. Jamás debería haber venido aquí».

Miro atrás, a los barrotes metálicos rojos que ya se han cerrado ruidosamente a mi espalda. Aún no es demasiado tarde. Aunque he firmado un contrato, estoy segura de que podría anularlo.

Todavía podría dar media vuelta y abandonar este lugar. A diferencia de los reclusos de esta prisión, no estoy obligada a permanecer aquí.

Yo no quería este trabajo. Quería cualquier otro menos este.

Pero presenté solicitudes para todos y cada uno de los empleos que quedaran a sesenta minutos de la ciudad de Raker, en el norte del estado de Nueva York, y los únicos que me llamaron para hacer una entrevista fueron los responsables de esta prisión.

Era mi última oportunidad, y me sentí afortunada por haberla conseguido.

Así que sigo andando.

En el control de seguridad del fondo del pasillo hay un hombre vigilando una segunda puerta con barrotes. Debe de tener cuarenta y tantos años y lleva el pelo rapado al estilo militar y el mismo uniforme azul impecable que la mujer de ojos mortecinos del mostrador de recepción. Bajo la vista a la tarjeta de identificación prendida en el bolsillo de su pechera: guardia Steven Benton.

—Hola —digo. Me doy cuenta de que me sale una voz algo cantarina, pero no puedo evitarlo—. Me llamo Brooke Sullivan y hoy es mi primer día de trabajo aquí.

Benton no cambia de expresión mientras sus ojos oscuros me repasan de arriba abajo. Me remuevo avergonzada mientras me cuestiono la indumentaria que he escogido esta mañana. Para trabajar en una prisión de máxima seguridad para hombres, he pensado que era mejor no vestir de un modo que pudiera considerarse provocativo. Así que llevo unos pantalones de vestir negros de pata ancha, combinados con una camisa negra de manga larga. Afuera hace casi veintisiete grados, uno de los últimos días de calor del verano, y ahora me estoy arrepintiendo de tanto color negro, pero me ha parecido la mejor forma de no llamar la atención. Llevo mi pelo oscuro recogido en una sencilla cola de caballo. El único maquillaje que me he puesto es un poco de corrector para ocultar las ojeras, y una pizca de pintalabios que es casi de mi color natural.

—La próxima vez —me dice—, nada de tacones.

—¡Ah! —Bajo la mirada hacia mis zapatos negros. Nadie me dio ninguna directriz sobre la indumentaria, y mucho menos sobre el calzado—. Bueno, no son muy altos. Y son gruesos, no de aguja ni nada parecido. Realmente no creo...”.

El empleo que buscas
está a un clic

Nuestros portales

Club intelecto

Club intelecto

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD