A 15 años de La Revancha de los Tímidos: así se forjó la leyenda de AlcolirykoZ

¿Qué ha hecho de AlcolirykoZ el fenómeno más importante de la música local de los últimos diez años? Una respuesta a mano alzada: nadie cuenta mejor a Medellín.

hace 4 horas
  • Foto: Julián Gaviria
    Foto: Julián Gaviria
bookmark

El pasado 20 de octubre, en su cuenta de Instagram, Alcolirykoz anunció el lanzamiento de Servicios Ambulatorioz (2017), su cuarto disco, en formato vinilo. Sacaron ochocientas copias y las vendieron en poco más de 24 horas. No hicieron alarde de semejante hazaña —vender tanto en tan poco tiempo— y ningún medio lo registró, pero esa podría considerarse una de las noticias más importantes de la música independiente del país en lo que va del año.

Para entender, hay que comparar. A principios de agosto Andrés Cepeda lanzó Bogotá Deluxe Edition en vinilo, salieron quinientas copias y todavía hay varias disponibles en su página web. Unos días antes, a finales de julio, Carlos Vives lanzó una edición especial en vinilo de La Tierra del Olvido (Edición 30 años), uno de los trabajos más importantes de la discografía nacional, salieron mil copias y todavía está disponible en las pocas discotiendas del país —y otras del mundo.

El asunto no es sólo que Alcolirykoz haya vendido tantas copias tan rápido, es que lo hicieron solos, de forma independiente, sin disquera, sin canales de distribución y eso es rarísimo en la industria, pero Alcolirykoz siempre ha sido así.

Hace 15 años, cuando lanzaron La Revancha de los Tímidos, el primer disco, su música se sentía rara, extraordinaria, no se parecía a nada de lo que se hacía en la ciudad.

—Ese álbum partió la historia del rap en Medellín. Los beats, las métricas, la estética, las fotos, la gráfica, el ingenio y el atrevimiento de las temáticas era algo que normalmente no se escuchaba en el rap local. Te ponían a pensar, iban más allá de las tristezas y las dificultades, en sus letras hay mucho valor desde todo punto de vista —dice Manzano Gallego, vocalista de la banda de hardcore Grito.

La Revancha de los Tímidos es el principio, el trabajo que los mostró al público de la ciudad y el país, pero no fue lo primero, antes publicaron En Letras Mayúsculas, un demo en el que exploraron sonidos y formas de rapear. La Revancha es resultado de esa exploración, de una canción en particular, Acrobacias.

—Casi todo lo que pasó en La Revancha de los Tímidos, desde lo musical hasta el tono en el que rapeamos, viene de Acrobacias, es como si En Letras Mayúsculas hubiera sido una paleta de colores y nosotros escogimos ese color de Acrobacias para desarrollarlo en el disco. Ese fue el punto de partida, sentíamos que ni en musicalidad ni en temáticas en el rap de aquí estaba pasando algo ni siquiera similar —dice Gambeta.

A algunos ese disco les sonó a rap de España, pero lo de Alcolirykoz no podía estar más lejos. Su música se escucha como Fernando González aconsejaba leer a Tomás Carrasquilla, tomándolos como guías para entender nuestra propia vida, como historiadores de la patria antioqueña: “Antioquia se entiende, cuando se entienden las imágenes-mitos que se graban en sus niños”, escribió el filósofo envigadeño sobre Carrasquilla en una reseña de Hace tiempos – Memorias de Eloy Gamboa Tomo I.

Y en Alcolirykoz están grabadas las imágenes más absurdas y contradictorias de Medellín, la ternura y la alegría de la familia y los vecinos, el sentido de comunidad del barrio, pero también la pobreza y la violencia absoluta que se enraizó en Aranjuez, un barrio popular donde la ciudad reflejaba aquello que no quería reconocer. Ellos crecieron ahí, intentando entenderlo todo.

—Nosotros no sólo queríamos saber, queríamos entender. Le buscábamos explicaciones a todo. Desde muy pelados siempre estábamos tratando de entender... la pobreza, la rabia, las personas, la maldad, todo. Yo en lo personal no me ahorré nada, desde la escuela viví cosas como si supiera para que las estaba guardando, nunca sentí que estaba viviendo eso porque sí —dice Gambeta.

Todo eso está en la música del grupo, pero está puesto con ingenio, con sorna. Si lo de Carrasquilla era costumbrismo, lo de Alcolirykoz podría ser nea-costumbrismo. Él venía de un pueblo, ellos del barrio:

Yo pasaba por aquí y decidí venir a complicarte,

no traje un postre porque somos el plato fuerte

Los mismos que contamos con los dedos cuando no contamos suerte

—Me llamó mucho la atención cuando los escuché, porque eran diferentes, se desmarcaban de todo. No estaban hablando de lo típico, sino que estaban poniendo en el panorama las problemáticas de la gente –dice Askahp, productor principal de La Revancha de los Tímidos.

Entonces los buscó, los invitó a su estudio, Boombawa, y allá grabaron. Gambeta dice que fue como llegar a Disneylandia, pues tenían mucho tiempo y no necesitaban mucha plata. Askahp no les iba a cobrar por horas, como en otros estudios, y estaba dispuesto a sacar adelante todas las ideas que ellos tenían.

Entonces Gambeta no sabía producir, ni siquiera tenía computador, pero llevaba años buscando samples en las casas del Loco y el Kumis. Es como si todos esos años hubiera estado estudiando, descargaba discografías completas de jazz, de rap, buscaba todo sobre un artista y eso, como si persiguiera bibliografía, lo llevaba a otros. Cortaba samples, buscaba baterías, armaba las maquetas como podía y se las mostraba a Askahp.

—Todo era muy sorpresivo, íbamos haciendo los beats, sacando ideas para las canciones y nos encontrábamos con una cosa que no existía. Yo tenía todos esos samples, que eran un montón, un trabajo de años. En ese momento sentí que podía hacer todo lo que quisiera. Nada nos quedó grande, ni quedaron ideas inconclusas. Hicimos rap sin miedo —dice Gambeta.

—Ellos ya tenían definido cómo querían sonar, ya tenía su rap en la cabeza, solo había que sacarlo de ahí, hacer audibles esas ideas. Eso fue lo que hice —dice Askahp.

Fue un proceso largo, intenso. Se reunían tres o cuatro veces a la semana, en las noches, después de salir de trabajar, a veces amanecían en el estudio porque los dejaba el metro y no tenían como llegar a la casa. Así pasaron tres años, y en medio de ese proceso apareció Julián Gaviria, “eldelasfotos”.

—Cuando me senté a hablar con ellos por primera vez mi gran conclusión fue que ellos estaban todo el tiempo en una cuadra de Aranjuez, ahí tenían su cabeza. Las pretensiones de su proyecto, lo que querían decir, todo estaba ahí. Ellos querían hablar de su familia, de sus amigos, de sus vivencias, de su esquina, del bandidaje, de sus carencias, de sus quehaceres y eso casi no pasa, la gente por lo general tiene pretensiones globales, ellos no —dice Julián.

De ese primer encuentro Julián se fue con un CD con un par de canciones de La Revancha de los Tímidos que ya estaban listas, y con el compromiso de hacer mucho más que la foto.

—Me dediqué a escuchar ese disco y a estudiar las canciones con un cuaderno, escribía las frases y me dejaban tan sorprendido que se las mandaba a Gambeta y le decía, “marica, no puedo creer esto”. Es que no lo podía creer, se las mostraba a mi hermano. Yo sentía un poder muy hijueputa, como de estar entrando al mundo de ellos, porque eso es lo que siempre ha hecho muy bien Alcolirykoz, narrar su vida de una manera que te hace sentir que estás ahí viviéndolo con ellos, entonces era como una puerta a un mundo que yo no tenía tan mapeado en ese momento —dice Julián.

Lo que Julián vio en Alcolirykoz, es lo mismo que Fernando González encontró leyendo a Carrasquilla: “Un sastre de alma, tan realista, tan semidiós que se nutre de las energías de su patria antioqueña”.

Lo que se ve en Alcolirykoz es que tienen una voz, una forma de decir, de construir el mundo con un lenguaje sencillo y popular, de observar, de anticiparse, como si vieran desde arriba y por dentro, como si lo vieran todo, por eso cuando escriben de ellos, hablan de nosotros —de Medellín—. No hay escapatoria. “No puede haber arte sino cuando hay confesión”, escribió el filósofo.

—En ese disco hicimos lo que quisimos, canciones para nosotros, pero después nos dimos cuenta de lo que teníamos. Julián fue el primero que nos dijo “ustedes tienen entre manos algo muy hijueputa, yo lo sé, esto va a ser muy hijueputa, este disco es más de lo que ustedes se imaginan” —dice Gambeta.

Julián sabía lo que decía. En ese entonces ya era un fotógrafo reconocido en la ciudad, había trabajado con grandes marcas y con varias bandas independientes; sabía que ahí, en ese disco, estaba una esquina de Aranjuez y en esa esquina estaba todo Medellín, una generación, un país, un hogar. Mejor: los amigos, la familia, la risa cómplice, la conversación continua, la rabia, la tristeza, la violencia. Todo. Lo raro no eran ellos, era que hace rato nadie nos miraba así, tan detenidamente.

Más generación