En los últimos treinta años, dos de las bandas más emblemáticas de la ciudad, Bajo Tierra y Parlantes, han trazado, en gran medida, los componentes creativos que han diversificado las producciones del rock local, llevando la música más allá de innovadores fusiones rítmicas, y de letras irreverentes, sumándole un componente gráfico y estético que se ve reflejado en las carátulas de sus discos, así como en sus videoclips. Ambas han narrado la ciudad con sus complejidades a través de lo que podría ser una conjunción de arte musicalizado.
Entre mediados y finales de la década de los 90, Bajo Tierra acaparó la atención de la comunidad roquera de Medellín y de diferentes espacios de congregación y difusión musical. Su sonido se fue afianzando a través de emisoras como Veracruz Estéreo y Radioactiva, especializadas en el género, en bares como el Blu Rock o el Pub, e incluso, en algunas discotecas como Britania y Babylon.
Pero fue, quizás, la grabación de su álbum homónimo, Bajo Tierra (1994), el que puso a la banda en boca de un público juvenil que se sintió identificado, no solo con sus letras irreverentes, sino con la intrépida fusión rítmica de sus canciones, que mezclaban rock and roll, punk y new wave con el alegre sonido funk que era armonizado con instrumentos de viento, algo extraño, pero ante todo novedoso en la escena local. Ojos enfermos, tema insignia de este trabajo, y que se constituiría en un clásico del rock colombiano, contó con la grabación de un videoclip, dirigido por el fotógrafo y artista visual Juan Fernando Ospina, lo que sacó a la banda de ese anonimato característico del underground para ponerlos a sonar en las emisoras radiales juveniles.
Formados en 1989 por Jaime Andrés Pulgarín Papo (guitarra y bajo), Lucas Guingue (guitarra, voz) y Nicolás Naranjo (voz), tuvo en sus inicios una notoria influencia marcada por el punk y el new wave británico, la cual se refleja en la publicación de Sala X (1990), un EP con dos temas, Sala X y En la fila. Este sencillo sienta las bases de lo que cuatro años después sería el lanzamiento del ya mencionado Bajo Tierra, que los sacaría en definitiva del ignoto entorno del rock local. Bajo Tierra estaba próximo a dar un golpe de autoridad musical, que contaría, además, con la llegada de una pieza clave para consolidar dicho proyecto. Las ideas y las bases musicales, que fueron surgiendo en una finca a las afueras de la ciudad, ahora tomaban forma. Corría el año 1997, y Lavandería real empezaba a esculpirse en los estudios de grabación de Codiscos.
Bajo la producción y dirección musical de Federico López, quien venía de producir a Ekhymosis, y Aterciopelados, en abril de 1997 sale a la venta Lavandería real, un disco que cambió la historia del rock en Medellín, pues su sonido alternativo dejaba ver una propuesta original que mezcla diversos ritmos en cada una de sus canciones. Y fue Camilo Suárez (voz) esa pieza clave que aportó significativamente con esos matices creativos, complementando a la perfección las ideas musicales que venían desarrollando Lucas y Papo. En la voz de Camilo quedó inmortalizada El pobre, una canción que encontró la aceptación popular y se volvió un fenómeno de masas que todavía persiste.
Pero Lavandería real va mucho más allá de El pobre. Quienes hoy tengan dentro de su colección este trabajo, coincidirán en decir que más que un nuevo álbum de estudio pareciera ser un disco con parte de los grandes éxitos del rock nacional. Así lo dejan ver canciones como Resurrección este domingo, un canto al fútbol y las hinchadas; Mirrella Fashion, o la agitada Jimmy García, que con ritmos punk hacen recordar a The Clash, y cuya letra está inspirada en el malogrado boxeador barranquillero que perdió la vida trece días después de disputar una pelea; y cómo olvidar Las puertas del amor, con cadencia abolerada, con un tono de voz que rememora a Yuri Buenaventura; no se puede dejar a un lado El justiciero, con marcado ritmo ska, que, con una letra contestataria, hace denuncia de la violencia en Colombia; y Todo bien, donde un tipo corre con la buena suerte de no ser descubierto en poder de sustancias prohibidas.
Que para 1997 una banda de rock hubiera llegado a la cima de popularidad en las radiodifusoras de Medellín, no es un dato menor, más aún si se tiene en cuenta que la salsa, el vallenato y otros ritmos tropicales imperaban por aquellos días en la ciudad.
Posteriormente, publican Los días adelante (2007), donde destacan canciones como The Killer Monkeys o Reina del hielo, y que tuvo buenas reseñas por parte de la crítica, pero estuvo lejos de tener la acogida de su disco anterior. Es plausible, eso sí, que después de tanto tiempo, la química siguiera fluyendo entre sus integrantes.
Con Lavandería real, el nombre de Bajo Tierra se expandió por todos los rincones de la ciudad, dándole otro cariz y demostrando que había otras formas de hacer rock, dominado hasta entonces por bandas como La Pestilencia, Kraken y Ekhymosis, dejando huella a través de una propuesta musical innovadora que enriqueció y dinamizó la estética sonora en la capital antioqueña, e incluso, del país.
Hoy, treinta años después del lanzamiento de su primer álbum, Bajo Tierra sigue vigente, dando conciertos y participando en diferentes festivales nacionales. Y el público que un día los aclamó, pide, no sin razón, nuevo material discográfico. Por ahora, lo más reciente fue su colaboración, en noviembre de este año, en la grabación de la canción TNT, del álbum Anarcolirykoz, de la agrupación de hip-hop, Alcolirykoz.
Generación habló con Camilo Suárez sobre su etapa en Bajo Tierra y de su proyecto paralelo con Parlantes, que ya cumplió veinte años.
