La Fiscalía de Milán indaga una de las acusaciones más estremecedoras surgidas del conflicto de los Balcanes: la existencia de los llamados “safaris humanos” o“turistas francotiradores”, extranjeros que habrían viajado a Bosnia durante la guerra para pagar por la experiencia de matar civiles desde las colinas que rodeaban Sarajevo, la capital del país.
El caso, liderado por el fiscal Alessandro Gobbi, busca identificar a los italianos implicados bajo cargos de homicidio voluntario agravado por crueldad y motivos abyectos. Las pesquisas se basan en una denuncia presentada por el escritor milanés Ezio Gavazzeni, quien recopiló testimonios y documentos tras ver el documental Safari en Sarajevo (2022), dirigido por el esloveno Miran Zupanič, que destapó esta práctica macabra.
“Leí por primera vez sobre los 'turistas francotiradores' en la prensa italiana de los años noventa, pero solo después de ver el documental decidí investigar más a fondo”, declaró Gavazzeni aEl Guardián “Muchos, muchos italianos participaron. También había franceses, alemanes e ingleses. Eran personas ricas, sin motivación política ni religiosa: lo hacían por diversión y satisfacción personal.”.
Una caza humana durante el asedio de Sarajevo
Entre 1992 y 1995, Sarajevo vivió el asentamiento más largo en la historia moderna: más de 10.000 civiles murieron por fuego de artillería y disparos de francotiradores del ejército serbobosnio, que mantenía cercada la ciudad, impidiendo la entrada de alimentos, medicinas y electricidad tras la independencia de Bosnia y Herzegovina de la antigua Yugoslavia.
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Las calles se convirtieron en trampas mortales. Caminar por el centro o atravesar el bulevar Meša Selimović —conocido como el“Callejón de los francotiradores”— era exponerse a morir de un disparo. Entre las víctimas más recordadas están Boško Brkić y Admira Ismić, una pareja abatida en 1993 mientras intentaba cruzar un puente., símbolo trágico de la guerra y protagonistas del documentalRomeo y Julieta en Sarajevo.
En ese contexto de horror cotidiano, el documental Sarajevo Safari plantea una versión aún más siniestra: que algunos de esos disparos no provenían de combatientes locales, sino de extranjeros adinerados que pagaban para “participar” en la guerra.
El origen de las denuncias
El film, estrenado en el Festival Internacional de Documentales de Al Jazeera Balkans, se basa en el testimonio anónimo de un exoficial de inteligencia que asegura haber presenciado cómo “por ciertas sumas de dinero, extraños llegaban para disparar contra los ciudadanos sitiados”.
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Aunque la película no presenta pruebas materiales ni nombres concretos, sus imágenes de archivo y los relatos de testigos revivieron uno de los capítulos más oscuros de la guerra. “Fue un fenómeno nuevo en el campo de batalla”, explicó Edin Subašić, exanalista del Ejército de Bosnia y Herzegovina. “Eran extranjeros que no eran enemigos reales en el conflicto, pero sí un peligro real”.
El documental generó una fuerte polémica. Algunos veteranos serbios negaron categóricamente la existencia de estos “safaris”, calificándolos de propaganda. Sin embargo, otros investigadores y periodistas de la región afirmaron que durante el asedio hubo presencia de mercenarios y voluntarios extranjeros que operaban junto a las fuerzas serbobosnias, y que ciertos testimonios coinciden con la descripción de Zupanič.
La investigación judicial en Italia
A partir del impacto del documental, el escritor Gavazzeni comenzó una correspondencia con el director y recopiló nuevos datos. Según sus hallazgos, varios de los presuntos implicados se reunían en la ciudad de Trieste y desde allí viajaban a Belgrado, donde eran recibidos por militares serbobosnios que los transportaban hasta las colinas que dominaban Sarajevo.
“Existía un tráfico de turistas de guerra que iban allí para disparar a la gente”, relató Gavazzeni en The Guardian. “Lo llamo una indiferencia hacia el mal”.
Su denuncia fue respaldada por Benjamina Karić, exalcaldesa de Sarajevo, quien envió un informe oficial a la fiscalía italiana. La abogada Nicola Brigida, que colabora con Gavazzeni, señaló que las pruebas “fueron acumuladas tras una larga investigación y podrían conducir a la identificación de los culpables”.
De confirmarse los hechos, los implicados podrían enfrentar cargos de crímenes de guerra y asesinato agravado, según el código penal italiano, que permite juzgar delitos graves cometidos en el extranjero.
El eco de una guerra sin cicatrices cerradas
El sitio de Sarajevo duró casi cuatro años. Las fuerzas serbobosnias, bajo el mando de Radovan Karadžić y Ratko Mladić, bombardearon la ciudad a diario, causando miles de muertes y destruyendo hospitales, escuelas y viviendas. Ambos líderes fueron posteriormente condenados por genocidio y crímenes de lesa humanidad en el Tribunal de La Haya.
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Pero a casi tres décadas del fin de la guerra, los ecos del conflicto siguen emergiendo. Los llamados “safaris humanos” habían circulado como una leyenda urbana en los años posteriores, hasta que Sarajevo Safari reavivó la discusión.
Para muchos sobrevivientes, la sola posibilidad de que extranjeros ricos hayan pagado por participar en el asesinato de civiles resulta insoportable. “Si esto se confirma, es una de las páginas más repugnantes de la guerra en Bosnia”, escribió el diario italiano La Repubblica, primer medio que reveló la apertura de la investigación.
Dudas, polémicas y verdad pendiente
El documental de Zupanič no presenta nombres ni cifras exactas, lo que ha generado críticas sobre la solidez de sus fuentes. Aun así, las imágenes y los testimonios que recoge retratan una época en la que la moral humana parecía haberse desaparecido.
Para algunos analistas, incluso si no se logra probar judicialmente la existencia de estos “safaris humanos”, el debate que ha provocado sirve para recordar la impunidad persistente que rodea muchos crímenes cometidos durante la guerra de Bosnia.
Mientras tanto, la fiscalía de Milán continúa recogiendo declaraciones. Según Gavazzeni, varios sospechosos italianos ya han sido identificados y serán citados a interrogatorio. Si las pruebas resultan suficientes, el caso podría convertirse en el primer proceso penal en Europa contra ciudadanos que participaron de manera “turística” en crímenes de guerra.
Contexto: la guerra que desangró Bosnia
La Guerra de Bosnia (1992-1995) fue el conflicto más sangriento de la desintegración de la antigua Yugoslavia. Su origen se remonta a la crisis política que siguió a la muerte de Josip Broz Tito, cuando los nacionalismos étnicos comenzaron a resquebrajar la federación. Bosnia-Herzegovina, el territorio más diverso del bloque —donde convivían musulmanes bosnios, serbios ortodoxos y croatas católicos—, se convirtió en el epicentro del colapso de la convivencia multietnica que había sostenido a Yugoslavia durante décadas.
En 1992, tras un referéndum por la independencia, los sectores serbobosnios —apoyados por Belgrado— desconocieron los resultados y proclamaron su propia república. La disputa derivó rápidamente en una guerra civil marcada por la fragmentación territorial y la creación de milicias paramilitares. A lo largo del conflicto, todos los bandos recurrieron a limpiezas étnicas y ataques contra civiles, aunque las fuerzas serbobosnias fueron responsables de las masacres más graves, como la de Srebrenica en 1995, considerada un acto de genocidio por tribunales internacionales.
El conflicto terminó con los Acuerdos de Dayton en diciembre de 1995, que establecieron a Bosnia y Herzegovina como un Estado federal compuesto por dos entidades autónomas.
Una herida abierta en Europa
Sarajevo intenta hoy presentarse como una ciudad moderna y multicultural, pero los agujeros de bala aún marcan las fachadas de muchos edificios. En cada aniversario del fin del asedio, los sobrevivientes recuerdan no solo a los muertos, sino también el silencio que durante años rodeó a los responsables.
Tres décadas después, el “safari humano” de Sarajevo sigue siendo una metáfora estremecedora de hasta dónde puede llegar la deshumanización y el poder económico en tiempos de guerra. Y, ahora, también una causa judicial que podría reabrir uno de los capítulos más oscuros de la historia europea reciente.