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Medellín siembra el futuro de la alimentación global

Alejandro Mauricio Vargas desarrolla alimentos del futuro con el uso de la tecnología y la ciencia. Experiencia que lo ha llevado a la Nasa. Reflexiona sobre cómo la ciudad puede ser reconocida por generar conciencia para entender que la alimentación comienza en el corazón.

  • Alejandro está seguroque las habilidades de cada uno habilitan soluciones para resolver problemas complejos, como alimentar a quienes exploran el espacio.
    Alejandro está seguroque las habilidades de cada uno habilitan soluciones para resolver problemas complejos, como alimentar a quienes exploran el espacio.
  • Alejandro está seguroque las habilidades de cada uno habilitan soluciones para resolver problemas complejos, como alimentar a quienes exploran el espacio. FOTO: Manuel Saldarriaga
    Alejandro está seguroque las habilidades de cada uno habilitan soluciones para resolver problemas complejos, como alimentar a quienes exploran el espacio. FOTO: Manuel Saldarriaga
hace 32 minutos
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Colaboración especial de Alejandro Mauricio Vargas Upegui.

El mundo enfrenta desde hace décadas problemas: hambre, desnutrición aguda y crónica, diabetes, obesidad, anorexia, la imposibilidad de democratizar alimentos esenciales e irónicamente la perdida de estos.

Los alimentos no deberían ser un problema en un planeta donde la tierra los da sin cobrarnos un solo peso. Sin embargo, vivimos épocas extraordinarias, donde los problemas aparentes que enfrentamos son la cuna del desarrollo en materia alimenticia.

En Medellín ya vemos señales de este futuro: universidades que investigan proteínas alternativas, empresas que desarrollan biotecnología para hacer proteínas más biodisponibles, fermentación por precisión e impresión 3D de alimentos, producción de alimentos con fines médicos, plataformas tecnológicas que combaten el desperdicio de alimentos, emprendedores que desarrollan micronutrientes esenciales para alimentar mejor a nuestros animales, fundaciones que promueven planes de alimentación eficientes, desarrollos en bioplásticos a partir de residuos orgánicos y hasta empresas que contribuyen en la alimentación aeroespacial. Estas semillas son prueba de que lo que hoy parecen problemas, mañana serán soluciones.

Medellín será un polo de desarrollo alimentario para su gente y para la humanidad, por haber sido la primera sociedad en comprender que la alimentación no inicia en la boca del ser que da el primer bocado para saciar su hambre. Seremos reconocidos por generar el nivel de conciencia necesario para entender que la alimentación comienza en el corazón.

No se trata solo de la calidad de las moléculas que ingerimos, sino de la intención con la que nos alimentamos, empezando desde nuestros pensamientos, y cómo digerimos los sentimientos que nos permiten metabolizar cada experiencia vivida para transformar nuestro cuerpo y nuestra vida. Después de muchas décadas como sociedad, intentando aprender a través del dolor, decidimos hacer una pausa, respirar y comprender que el primer alimento que necesitábamos era el fundamental que yace en el alma.

Alejandro está seguroque las habilidades de cada uno habilitan soluciones para resolver problemas complejos, como alimentar a quienes exploran el espacio. FOTO: Manuel Saldarriaga
Alejandro está seguroque las habilidades de cada uno habilitan soluciones para resolver problemas complejos, como alimentar a quienes exploran el espacio. FOTO: Manuel Saldarriaga

La ciencia sin conciencia

Desde 1850 la humanidad ha trabajado inagotablemente en encontrar las moléculas correctas para estandarizar y normalizar los alimentos, desconociendo algo fundamental, “no puedes alimentar la humanidad sin, antes tener presente, que hagas lo que hagas, también debes asegurarte de que estes alimentando al planeta entero: animales, plantas, tierra, aire y agua”.

La alimentación no puede basarse en una carrera desenfrenada de supervivencia, donde solo la monetización y la necesidad fisiológica sean la evaluación final de la ecuación. Desarrollar los alimentos del futuro nos llevó a entender que la alimentación comienza en la conciencia de cada ser que se alimenta. Entendimos que no debemos ser una sociedad guiada por el miedo y que, sin importar el credo o partido político de los miles de paisas que habitan el Valle de Aburrá, podemos ponernos de acuerdo en principios fundamentales que la humanidad ha olvidado.

En este sentido, no teníamos un problema de obesidad, sino un desbalance de emociones fruto de la velocidad con la que vivíamos nuestras vidas. No teníamos un problema de hambre severa, sino un problema de distribución y valoración de lo que la tierra nos ofrecía. No teníamos un problema digestivo, sino la acumulación de preocupaciones que no podíamos digerir. No teníamos un problema de accesibilidad, sino una ineficiencia en nuestro sistema tributario que hacía que los alimentos costaran un 100 % más. No teníamos un problema de calidad en los alimentos, sino que habíamos perdido el rumbo en lo que era prioritario: nutrir. Después de muchas décadas comprendimos que alimentarnos no es solo un concepto físico de la materia, sino que entendimos como sociedad que la alimentación se da a través de lo que veíamos, escuchábamos, sentíamos y pensábamos.

Sentarnos todas las noches frente a un televisor para ver noticias de corrupción, injusticia y discusiones políticas también influyó en nuestra alimentación y en la interacción entre nuestra mente y cuerpo. Fue solo cuando entendimos que la alimentación debía ser integral, que la transformación llegó a nuestra sociedad.

Empezamos a respetar más el agua, dejándola de ver como un simple recurso, para entenderla como un ser que da vida. Luego comprendimos que, aunque los animales formaran parte de nuestro proceso de alimentación, es vital respetar este propósito, honrando cada vida sacrificada para nuestro beneficio. Nuestras industrias comenzaron a transformar la forma en que tratábamos a los animales, utilizando solo lo necesario de la naturaleza, sin abusar de ella, con absoluto respeto.

Entendimos que la tierra es una constante ofrenda al servicio del planeta, no solo de los seres humanos, y dejamos de alterar el equilibrio, beneficiándonos del ciclo sagrado de la vida. Empezamos a ver los alimentos ultraprocesados no como algo inherentemente negativo, sino como el resultado de lo que les adherimos en su proceso de transformación. Así, desarrollamos alimentos libres de sustancias sintéticas y químicas cuestionadas para la salud, priorizando la vida.

Nuestra sociedad de Medellín empezó a actuar en coherencia, desarrollando alimentos con nanotecnología, biotecnología, fermentación por precisión, impresión en 3D, Inteligencia Artificial, bajo un código de equilibrio que le apuntaba a subsanar los retos de salud y desnutrición. Lo que inicialmente parecía un problema, se convirtió en una solución para el mundo.

Cuestión de despertar

En la década de 2020, nos dimos cuenta de que la naturaleza era sabia. Descubrimos que una planta como el cannabis contenía moléculas que podían servir como alimento funcional y medicinal para tratar enfermedades como la ansiedad, epilepsia, cáncer y SARS-CoV-2. También descubrimos otras plantas de nuestra biodiversidad con moléculas extraordinarias que, durante años, no habían sido aprovechadas por la humanidad. Con estas, ahora desarrollamos superalimentos que combaten la desnutrición y enfermedades que aquejan a la humanidad.

Nos dimos cuenta de que no era el planeta lo que estaba en desequilibrio, sino la forma en que utilizábamos su regalo lo que hacía que destruyéramos o creáramos más vida. Nuestra sociedad comenzó a entender que no solo vivíamos de la materia que ingerimos, sino del estado de esa materia y de la conciencia con la que la consumíamos.

Desde Medellín surgió una explosión infinita de posibilidades, naciendo una nueva forma de alimentarnos. Ya no solo nos fijábamos en los tipos de moléculas que consumíamos -carbohidratos, proteínas, lípidos, vitaminas, minerales, antioxidantes, etc.-, sino en su estado energético y en que su inalterabilidad vibracional fuera lo más fiel posible a lo que la naturaleza nos entregaba.

Empezamos a desarrollar un sistema de transformación alimentaria que regeneraba el planeta, no solo alimentaba a los seres humanos. Cada que se producía un kilogramo de dicho alimento este aportaba regeneración a nuestro ecosistema. Dejamos de pensar en ser sostenibles, en sobrevivir y pasamos al concepto de regeneración, de creación de vida con cada tecnología desarrollada, con cada alimento producido.

Alimentación como derecho vital

Innovamos en alimentos no solo para ser rentables, sino con el firme propósito de evolucionar conscientemente dentro del ciclo sagrado de la tierra, para el beneficio de todos los implicados. Nuestros líderes comprendieron que la nutrición no debía medirse para ganar votos, sino como un derecho fundamental, accesible a todos: niños, ancianos, madres en gestación, pacientes y cualquier persona sin importar su estrato social. Todos, sin excepción, tenían acceso a la mejor nutrición.

Millones de ciudadanos dejaron de padecer enfermedades porque nuestros alimentos prevenían tanto enfermedades físicas como psicológicas. La ingesta diaria, natural y sana, con las moléculas exactas, actuaba en la prevención de predisposiciones genéticas, disminuyendo drásticamente cualquier anomalía en el cuerpo y la mente, prolongando la longevidad. La epigenética fue clave para esto, ya que aprendimos, según nuestra ancestralidad y entorno, a alimentarnos no para saciar el ego, sino para conectar con el alma.

Supimos leer el cambio climático y comprendimos cómo el aumento de la temperatura viabilizó zonas antes inhóspitas para el cultivo en nuestra región, convirtiéndolas en despensa para la humanidad, mientras traíamos abundancia y desarrollo para nuestros campesinos.

Comprendimos como una bendición que llega del cielo que es posible el desarrollo en equilibrio de una sociedad con la abundancia que nos rodea: suelos térmicos diferentes, biodiversidad incalculable en plantas, animales e insectos, agua dulce, océanos, todo interactuando con tecnologías exponenciales, promovidas por la gratitud y el entendimiento de lo bendecidos que somos de vivir en una tierra que puede asemejarse al cielo, cuando en comunidad y unión se vive.

Hoy, a los 350 años de Medellín, sabemos que alimentar la vida es el acto más elevado de amor. Que nuestra ciencia no solo produce alimentos, sino también esperanza, coherencia y equilibrio. Porque cuando nutrimos con conciencia, el futuro florece desde Medellín para todo el mundo.

Colaboración especial de Alejandro Mauricio Vargas Upegui. Emprendedor, conferencista y empresario. Su visión: “todos somos emprendedores en potencia, capaces de transformar el mundo”. Es cofundador y CEO de Alsec – Alimentos Secos S.A.S., empresa antioqueña reconocida como una de las más innovadoras en Colombia y seleccionada por la NASA para desarrollar soluciones alimenticias para astronautas en misiones a Marte.

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