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Las potencias pelean y el mundo tiembla: guerra comercial entre EE.UU. y China amenaza con arrastrar a la economía global

China devolvió el último golpe y elevó a 125% los aranceles, luego de que Trump le impusiera gravámenes de 145%. Los lazos entre las dos superpotencias se debilitan más y los efectos repercutirían en todo el mundo.

  • El presidente de China, Xi Jinping; y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Foto: iStock
    El presidente de China, Xi Jinping; y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Foto: iStock
hace 9 minutos
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China y Estados Unidos estornudan y el mundo se resfría, dice un adagio popular que hoy cobra más fuerza que nunca: una vertiginosa escalada de aranceles ha recrudecido la tensión comercial entre las dos superpotencias, distanciándolas aún más y amenazando con arrastrar a la economía global.

Y es que en medio de esta guerra arancelaria, el presidente Donald Trump le brindó a todos sus socios el beneficio de congelar los aranceles por 90 días, menos al gigante asiático, con el que ha ido empeorando la relación.

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Fue el pasado 10 de abril cuando la Casa Blanca emitió un decreto en el que establece aranceles del 145% sobre los productos chinos: al aumento de 125% anunciado el miércoles se sumó el de 20% vigente desde principios de marzo que busca penalizar el tráfico de fentanilo desde el país asiático. También se añadieron los impuestos existentes antes de que Trump regresara a la Casa Blanca en enero.

Pero China devolvió el golpe y contraatacó, subiendo del 84% al 125% los aranceles a las importaciones estadounidenses, intensificando así la guerra comercial entre las dos mayores potencias del mundo.

“La imposición por parte de Estados Unidos de aranceles anormalmente altos a China viola de forma grave las normas comerciales internacionales, las leyes económicas básicas y el sentido común”, afirmó la Comisión Arancelaria del Consejo de Estado de Pekín en un comunicado.

De esta manera, la disputa por los aranceles, que comenzó Trump, se convirtió en una guerra de trincheras entre el territorio gringo y el gigante asiático.

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¿Qué busca EE. UU. con los aranceles sobre China?

Luego del “ataque” de Trump, el líder de China, Xi Jinping, adoptó un tono desafiante al afirmar que su nación “no tiene miedo”. El representante comercial de Trump calificó la medida de represalia de “desafortunada” y dijo que EE. UU. no ha iniciado conversaciones de negociación comercial con China. Sin embargo, la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, declaró que sí habría un espacio para llegar a un acuerdo entre los dos países.

Ahora, justo este sábado 12 de abril, cuando comienzan a aplicar los aranceles impuestos por China a EE. UU., el presidente Trump dio un reversazo y eximió a los teléfonos inteligentes, computadoras y otros dispositivos electrónicos, dando un alivio a gigantes tecnológicos estadounidenses como Apple, que fabrica gran parte de su gama de productos en China.

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Lo cierto es que el pulso que siguen librando ambos países ya ha superado con creces las batallas que enfrentaron durante el primer mandato del presidente Trump, cuando entre 2018 y 2019 elevó los aranceles a China.

En ese momento, Trump argumentó que las razones de la política de aranceles eran un mecanismo de defensa ante las supuestas prácticas de transferencia forzada de tecnología, robo de propiedad intelectual y violación de patentes. En ese momento, China también respondió a las sanciones con medidas equivalentes como represalia.

No obstante, la actual se podría considerar como la escalada más rápida de aranceles, pues se ha desarrollado en apenas unos días, con gravámenes mucho más altos y aplicado a un grupo de productos más amplio.

Entonces, ¿qué busca EE. UU. con China en este nuevo capítulo de la disputa arancelaria? Para Alejandro Godoy, consultor geopolítico, se trataría de tres objetivos estratégicos.

El primero es reducir el déficit comercial: “Washington ha criticado durante años el enorme déficit que mantiene con China. Los aranceles buscan encarecer los productos chinos y favorecer el consumo de bienes estadounidenses o de terceros países”, explicó Godoy.

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Por otra parte, señaló que EE. UU. estaría buscando forzar a China a modificar prácticas comerciales que considera desleales, como el subsidio estatal a empresas, la transferencia forzada de tecnología y la falta de protección a la propiedad intelectual.

Trataría de “contener el ascenso tecnológico de China” a través de medidas como los aranceles y restricciones a empresas tecnológicas chinas (como Huawei, por ejemplo). “Es un intento de frenar el avance de China en sectores estratégicos como la inteligencia artificial, el 5G y los semiconductores”, añadió el analista.

Adicionalmente, EE. UU. buscaría eliminar el déficit comercial bilateral (la diferencia entre lo que importa y exporta) que tiene con sus socios comerciales. En este caso, el comercio de bienes con China ascendió a unos US$585.000 millones en 2024.

Pero EE. UU. importó mucho más de China (US$440.000 millones) de lo que exportó (US$145.000 millones). Esto dejó al país con un déficit comercial con el gigante asiático de US$295.000 millones el año pasado, equivalente a alrededor del 1% del Producto Interno Bruto (PIB) estadounidense.

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Desde la óptica de Ramón Javier Mesa, profesor de economía de la Universidad de Antioquia, esta disputa debilita mucho más los lazos entre las dos superpotencias y, especialmente, dejará secuelas en varios frentes.

Uno de ellos es la redefinición de un nuevo orden económico mundial donde Pekín, y no Washington, esté en el centro. “La presión que va ejercer EE. UU. será determinante en las relaciones comerciales con los demás países. Y, por supuesto, está la respuesta de China para reconquistar mercados y posicionar sus productos en todo el mundo, quebrando el bilateralismo que quiere imponer el país del norte”, opinó Mesa.

¿Quién pierde más?

Con esta disputa está el peligro una relación que moldeó la economía global en el siglo XXI. Durante años, ambas naciones obtuvieron beneficios.

Por un lado, está el extenso uso de la manufactura china por parte de compañías estadounidenses, que contuvo los precios para los consumidores y elevó las ganancias de las mayores empresas gringas. Por otro, China se ha beneficiado de bienes importados desde EE. UU. como la soja, usada principalmente para alimentar a los cerca de 440 millones de cerdos del país asiático. También de productos farmacéuticos y de petróleo.

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Para Godoy, con el conflicto actual ambos países sufren, pero China tiende a ser más vulnerable en el corto plazo por varias razones: “China depende más de las exportaciones estadounidenses. Aunque ha diversificado mercados, EE. UU. sigue siendo uno de sus mayores clientes”, explicó.

El sector manufacturero chino, agregó, es muy sensible a los precios y la demanda externa, por lo que se vería directamente afectado.

De hecho, ya Goldman Sachs bajó las expectativas de crecimiento para la economía china, ubicándola en 4% para 2025 y en 3,5% para 2026, medio punto menos por los aranceles. También prevé que entre 10 y 20 millones de trabajadores chinos se verán impactados por la guerra comercial.

Sin embargo, en esta guerra no hay un ganador, pues EE. UU. también sufre. Según Godoy, los consumidores de ese país enfrentan precios más altos, y los exportadores estadounidenses (como los agricultores) han perdido mercado en China por las represalias arancelarias.

“A largo plazo, el efecto se equilibra, pero en un conflicto sostenido la economía global también entra en juego, generando presiones recesivas para ambos”, sostuvo el experto.

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De la misma manera, Mesa Callejas consideró que, más allá de ganadores y perdedores, habría un reacomodo de las cadenas globales de valor, un mayor nivel de proteccionismo y un fortalecimiento de las mercados internos ante la mayor dispersión arancelarias entre los países: “De seguro, muchas empresas internacionales cambiarían sus estrategias de penetración de mercados y de localización”.

Los efectos en la economía global

Volviendo al dicho del estornudo y el resfriado, esta pelea entre superpotencias puede tener efectos, directos o indirectos, en el resto de países, incluido Colombia.

Uno de ellos, ejemplificó Godoy, es la disminución del dinamismo del comercio mundial, lo que puede frenar el crecimiento de economías abiertas como la colombiana.

Otro de los impactos, dijo, es la volatilidad en los mercados financieros y de materias primas: Colombia depende de exportaciones como el petróleo, el café o el carbón, por lo que una desaceleración en China o incertidumbre en EE. UU. puede afectar los precios y la demanda.

Esto es algo que ya se comenzó a notar en el comportamiento del petróleo, el oro y el dólar. La semana pasada el petróleo registró fuertes pérdidas, el precio del oro marcó récord y el dólar operó con tendencia a la baja. Y aunque el Brent y el WTI lograron cerrar una semana fatídica en positivo, todavía cotizan por debajo de los 65 dólares por barril.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) ya lanzó algunas alertas. Su directora, Kristalina Georgieva, advirtió que estos aranceles globales suponen un “riesgo significativo” para el crecimiento económico y pidió resolver las tensiones comerciales “de forma constructiva”.

¿Una oportunidad para Colombia?

Ahora bien, como toda crisis trae a su vez una oportunidad, esta disputa comercial también abriría espacios para países como Colombia.

De acuerdo con la Asociación Nacional de Comercio Exterior (Analdex), China ha comenzado a buscar proveedores alternativos a EE. UU. en regiones como América Latina, Asia y África para diversos productos. Esto representa una oportunidad para Colombia, que podría fortalecer su agroindustria e incrementar sus exportaciones hacia el gigante en productos como café, flores, frutas y otros alimentos.

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A su vez, el Gobierno colombiano también está mirando cómo fortalecer los lazos con otros socios comerciales como China.

Por el momento, la ministra (e) de Comercio, Cielo Rusinque, reveló que radicarán dos cartas a la Casa Blanca expresando su buena voluntad de buscar un acuerdo para reducir el arancel del 10%.

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