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Bombas para mantenerse en el poder

El gobierno de Benjamín Netanyahu caería sin el apoyo de los sectores políticos más radicales que exigen aumentar el ritmo de la guerra. Es a ellos a los que trata de agradar cuando ordena las incursiones por aire y tierra contra los pobladores de Gaza.

hace 3 horas
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  • Bombas para mantenerse en el poder

Por David E. Santos Gómez - davidsantos82@hotmail.com

El recrudecimiento de la guerra en Medio Oriente, tras el ataque la semana pasada del ejército de Israel en distintos puntos de la Franja de Gaza que en una sola jornada dejó más de 400 muertos -tres cuartas partes de ellas mujeres y niños- e hirió a más de 600, terminó con las tímidas esperanzas que tenían, de un lado, los habitantes de los territorios palestinos, y del otro, los familiares de los secuestrados en manos de Hamas. Los bombardeos ordenados por el gobierno de Benjamín Netanyahu quebraron un cese al fuego que permitió, por casi dos meses, un respiro a un conflicto infernal en el que han perdido la vida más de 70 mil palestinos -la inmensa mayoría civiles- y que, a su vez, tiene a la población de Israel en su situación social y militar más compleja desde el nacimiento de la nación hace 77 años.

Las críticas a Netanyahu arrecian al interior de Israel. Son cada vez más frecuentes las protestas en las calles de Jerusalén y Tel Aviv contra una guerra que consideran, en este punto, parte de la estrategia del primer ministro para sostenerse en el poder. Ante las graves denuncias de corrupción que enfrenta -él y su familia- y las enormes dificultades para mantener una coalición de gobierno, el mandatario usa al enemigo externo como forma de atornillarse en el ejecutivo.

El apoyo unánime de la ciudadanía de Israel a la respuesta militar tras los ataques terroristas de Hamas hace un año y medio se ha resquebrajado. La guerra es ya la más larga en la historia de la nación y las consecuencias económicas y sociales llevan a cuestionar la validez de los bombardeos. El conflicto (que además de las decenas de miles de muertos deja pruebas irrefutables de violaciones a los derechos humanos y la imagen de Israel cuestionada incluso por sus aliados tradicionales) ha perdido sustento y desnuda el desespero de Netanyahu por salvar su gobierno.

Cada embestida de fuego se alinea con la búsqueda de nuevas alianzas políticas internas, casi siempre con la extrema derecha, que le permiten un delicado equilibrio sin el cual el gobernante tendría que dejar el poder y enfrentar las graves consecuencias de las investigaciones que pesan sobre él.

El gobierno de Benjamín Netanyahu caería sin el apoyo de los sectores políticos más radicales que exigen aumentar el ritmo de la guerra. Es a ellos a los que trata de agradar cuando ordena las incursiones por aire y tierra contra los pobladores de Gaza. Antes que el rescate de los rehenes en manos de los terroristas de Hamas o la defensa de su territorio, el primer ministro insiste en el conflicto para su beneficio político y personal. Esa demencia -que llevó a la Corte Penal Internacional a emitir una orden de arresto contra él por crímenes de guerra y de lesa humanidad- tiene a Israel en su peor momento: repudiado afuera de las fronteras y quebrado adentro de ellas.

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