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La educación transforma vidas y transforma países

Cuando una educación despierta curiosidad, interés, carácter y propósito, no solo transforma la vida de un niño, transforma el rumbo de un país. Colombia necesita una educación que enseñe a vivir y a construir futuro para todos.

hace 6 horas
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  • La educación transforma vidas y transforma países

Por Juan Manuel del Corral opinion@elcolombiano.com.co

En Colombia todos hablamos de una educación pública deficiente y enfocamos las discusiones a horas de clases, infraestructura e indicadores, pero quizás olvidamos lo esencial, y es que la educación es un proceso humano que forma el carácter, despierta la curiosidad y ante todo, nos iguala y nos brinda posibilidades. Un país con buena educación no solo forma profesionales competentes, sino ciudadanos íntegros, críticos y respetuosos de convivir con quienes piensan diferente.

Cuando recorremos las regiones del país, vemos en el campo escuelas sencillas, pequeñas, muchas de ellas en regular estado, con estudiantes de varios grados en el mismo salón, con un solo profesor, pero llenas de vida, alegría, sueños y esperanza. En cada aula rural, en cada salón improvisado, en cada institución que lucha con escasos recursos, hay maestros que hacen lo imposible por despertar el interés de sus estudiantes. Ellos, más que nadie, saben que un niño que aprende y se esfuerza, quiere salir adelante y tener futuro para transformar su entorno y su comunidad.

En Colombia también vivimos otra realidad. Muchos jóvenes sienten que la educación no les abre puertas, porque sus centros de formación carecen de conectividad, de computadores, de contenidos actualizados, de bibliotecas y estos jóvenes provienen de familias que hacen esfuerzos inmensos por mantenerlos estudiando, así el sistema no siempre les recompense tanto esfuerzo. Pareciera como si las oportunidades dependieran más del lugar de nacimiento que de su propio talento.

Por eso, cuando hablamos del país que soñamos, debemos empezar por reconocer que sin una adecuada educación, no hay transformación social. Una educación que no solo enseñe matemáticas y lectura, sino también ética y principios, respeto, pensamiento crítico, cultura ciudadana, creatividad y democracia. Una educación que forme ante todo seres humanos buenos.

Necesitamos volver a creer en la escuela como el espacio donde todo es posible. Y para eso debemos tener el coraje de cambiar lo que no funciona, incluido el modelo de alimentación escolar, que en muchas regiones este presupuesto hace parte del entramado de políticos corruptos.

El país que soñamos requiere un sistema educativo más flexible, humano y conectado con la realidad. Un sistema que permita que lo público, lo privado y las fundaciones compitan por calidad. Donde los mejores modelos puedan crecer, donde quienes lo hacen bien reciban más responsabilidades, donde la innovación tenga espacio.

La educación en el país no puede depender de cuanto se pague por ella; este modelo triste y dolorosamente, excluye a la mayoría de familias en Colombia y erosiona en forma importante su bolsillo. Tenemos que abrir la puerta a nuevas formas de enseñar, apoyadas en tecnología, conectividad y fórmulas más eficientes.

Imaginemos un país donde todos los niños, sin importar donde vivan, tengan acceso a:

- Internet de calidad y computadores o tabletas

- Contenidos digitales que despierten curiosidad

- Aulas conectadas con universidades

- Tutorías virtuales personalizadas

- Clubes de ciencia, lectura y tecnología

- Acompañamiento emocional

Esto es posible, buena parte del mundo lo está haciendo y Colombia puede implementarlo también.

Las universidades del país tienen un papel clave en este proceso. No solo formando profesionales, sino acompañando colegios, apoyando a maestros, investigando nuevas formas de aprender y llevando conocimiento al territorio. Mejores colegios crean mejores bachilleres, mejores bachilleres crean mejores estudiantes universitarios y mejores profesionales crean un mejor país.

La educación es un círculo virtuoso, si lo hacemos bien desde el principio.

El país que soñamos debe poner la educación en el centro de todo. No como una consigna, sino como una decisión nacional, ética, no inmediatista.

En un país con tantas desigualdades, la educación es el camino más poderoso para dignificar la vida. Y si queremos un futuro distinto, debemos por darle a cada niño la oportunidad de descubrir quién es, qué sueña y qué puede llegar a ser.

El país que soñamos comienza en un salón de clase y debe conectarse con el tejido social de cada región y del mundo. ¿Cómo participar en esta conversación de país?

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