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La miel sin alma

La miel auténtica, como el vino o el aceite de oliva, tiene profundidad, carácter y cambios de textura, porque nada en la naturaleza es estandarizado.

hace 14 horas
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  • La miel sin alma

Por Lina María Múnera Gutiérrez - muneralina66@gmail.com

La búsqueda de lo “bueno, bonito y barato” termina casi siempre en un desengaño, porque el mundo está lleno de tramposos listos para caerle al incauto. Ahora resulta que existe un fraude generalizado y gran parte de la miel que consumimos, esa que venden tan barata en el supermercado, es simplemente un sirope de azúcar o en el mejor de los casos, una mezcla de las dos.

Hace una década la industria de la apicultura entró en crisis porque el precio de la miel cayó un 50%. Al mismo tiempo, se observó con preocupación que las abejas producían menos miel, y, sin embargo, las exportaciones mundiales no paraban de subir. Algo no encajaba en esta ecuación y comenzaron las investigaciones.

China es, de lejos, el mayor productor mundial de miel, con 1,8 millones de toneladas anuales. Le sigue Turquía con 115.000 toneladas y destaca Argentina con 75.000 toneladas al año. Es en estos epicentros donde se está dando la mayor estafa que los consumidores puedan imaginar y que tiene a los mercados de todas partes inundados con algo que parece miel, venden como miel y cuesta poco, pero que en realidad es un mejunje dulce con sabor a miel.

La adulteración es generalizada y no hay país que se libre de ella porque todos terminan importando miel de los grandes productores. En Colombia, donde se producen casi 7.000 toneladas al año que abarcan a duras penas entre el 20 y el 30 por ciento del mercado, de diez frascos de miel que se venden, siete no lo son. Y el Reino Unido, que es el importador más grande de miel de la China, vive por estos días un escándalo que ha destapado el periódico The Observer después de analizar más de 500 muestras en laboratorios. La mayor parte de las marcas más vendidas en ese país contienen jarabes de azúcar.

El problema es que denunciar el fraude es bastante complicado cuando el producto ya se encuentra en las estanterías, aunque existen otras vías. Las autoridades se mueven, como ocurrió el año pasado en Ankara, capital de Turquía, cuando en una sola operación encontraron 8.150 toneladas de glucosa, fructosa y azúcar, junto con 100.000 etiquetas de diferentes marcas de miel. En ese caso se pudo demostrar la estafa que pretendían hacer.

Producir miel de verdad no es barato, fácil o rápido. El trabajo que tiene detrás exige una inversión, conocimientos y preparación que no se improvisan. Y además tiene un componente vital que nada de lo artificial puede simular: tiene alma. La miel auténtica, como el vino o el aceite de oliva, tiene profundidad, carácter y cambios de textura, porque nada en la naturaleza es estandarizado. La miel habla de la tierra, de un lugar y de un momento y es eso lo que deberíamos buscar. Comprar lo más cerca posible de la fuente, del apicultor real en los mercados campesinos, y entender que lo auténtico tiene un valor, sería parte de nuestra contribución como consumidores.

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