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Colombia necesita una nueva narrativa

hace 10 horas
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  • Colombia necesita una nueva narrativa
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Por Luis Diego Monsalve - @ldmonsalve

Quedan poco más de diez meses para que los colombianos volvamos a las urnas a elegir presidente. A medida que se acercan las elecciones, surgen más movimientos, candidatos que recogen firmas y partidos tradicionales que reacomodan sus fuerzas. Pero aún no se vislumbra con claridad una propuesta que conecte con el país profundo, más allá del círculo político y mediático.

Lo que sí parece claro es que una gran parte del país está insatisfecha con la manera como se ha gobernado en estos años. A pesar del mensaje de cambio que representó Gustavo Petro para una buena parte del electorado en 2022, la desilusión ha sido profunda. Muchas de sus promesas no se han cumplido, y los problemas estructurales que prometió resolver han empeorado. La salud está en crisis, la inseguridad ha aumentado y el crecimiento económico es débil.

Sin embargo, Petro conserva una base fiel que lo sigue defendiendo con pasión. En parte por su retórica, en parte por la identidad simbólica que representa, y en parte por la creencia de que “los de antes eran peores”. Las encuestas lo muestran: mantiene un respaldo entre el 30% y el 40% de los colombianos. Pero eso significa que hay un 60% o más que no está convencido. La pregunta es: ¿quién les está hablando a ellos?

Los sectores del centro y de la derecha tienen una oportunidad única. Pero deben entender que no basta con ser “anti-Petro”. No basta con señalar los errores del gobierno. Ya lo sabemos. El país necesita algo más: una narrativa que dé esperanza. Que invite a soñar con un futuro distinto, posible, mejor.

Porque muchos de quienes votaron por Petro en 2022 no eran radicales, ni enemigos del sistema. Eran ciudadanos que venían de la frustración de la pandemia, del desempleo, de un sistema político que parecía sordo a sus demandas. Y cuando apareció alguien que dijo “los de siempre no sirven, conmigo será distinto”, lo creyeron. Hoy muchos de ellos están decepcionados. Pero esa decepción no garantiza un cambio de voto si no hay una alternativa que los seduzca.

Esa nueva narrativa debe construirse con realismo, pero también con esperanza. No se trata de fórmulas mágicas ni de discursos incendiarios, sino de propuestas concretas que conecten con los anhelos de millones de colombianos. Por ejemplo, apostar por una reindustrialización moderna, apalancada en la innovación, las energías limpias y la iniciativa privada, sin caer en el estatismo que ya ha fracasado; o diseñar una transición energética gradual y responsable, que no sacrifique la seguridad energética ni los empleos actuales, pero que mire al futuro con seriedad. En otras palabras: ni frenar el petróleo de golpe, ni negar el cambio climático. Son apenas dos temas, entre muchos, que deberían ser parte de esa nueva agenda.

Colombia necesita líderes que hablen claro, que no prometan lo imposible, pero que entusiasmen con lo posible. Que entiendan que los discursos apocalípticos solo siembran miedo, y que lo que el país necesita hoy es confianza. Confianza en que se puede gobernar bien, con resultados; que se pueden hacer transformaciones sin destruir instituciones; que el crecimiento y la equidad no son enemigos, sino socios.

Los próximos meses serán clave. Hay que escuchar más a la gente y hablar menos entre políticos. Hay que recorrer el país, entender sus dolores y sus sueños. Y hay que construir, desde ya, una alternativa seria, comprometida y esperanzadora.

Porque Colombia merece más que un voto contra alguien. Merece un voto a favor de algo.

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