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Destener

Yo aún no me atrevo a regalar ni a quemar todas mis cosas, como mucho me impongo reglas para ir deshaciéndome, poco a poco, de ellas.

hace 3 horas
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  • Destener

Por Sara Jaramillo Klinkert - @sarimillo

Soy tan desordenada que a menudo tengo que imponerme reglas que no siempre cumplo. No compres cosas por impulso, espera un par de días y comprobarás si realmente las necesitas. Regala la ropa que no te hayas puesto ni una sola vez en el último año. Abre cada día uno de tus cajones e intenta deshacerte de, al menos, uno de los objetos allí atesorados. La idea, como dije al principio, era tratar de controlar mi desorden, pero con el tiempo he notado que me ha servido para algo más importante: comprobar cuántas cosas realmente no necesito. Lo anterior me llevó a reflexionar acerca del vicio tan humano de atesorar objetos y concluí que lo único bueno de tener es que podemos destener. Me parece incomprensible que el verbo no exista. Si se ponen a analizar, verán que no ocurre lo mismo con los verbos pasar, ver, oír, leer, decir y conocer. No es posible despasar, ni desver, ni desoír, ni desleer, ni desdecir, ni desconocer, en el sentido literal del término

Hace poco vi una película llamada Scrapper en la cual una niña de 13 años pierde a su madre y engaña a los servicios sociales para quedarse viviendo sola. Pero un día aparece el padre, no para cuidarla, sino porque quiere quedarse con la casa. A pesar de sus 30 años sigue siendo el mismo adolescente irresponsable que salió corriendo apenas se enteró del embarazo. Como era de esperarse, tras muchas desavenencias, terminan encariñándose, de tal manera que cuando él decide renunciar a quitarle la casa, ella le pide que se quede: «Ahora que te conozco no te puedo desconocer», le dice.

En la novela H de Halcón, Helen Macdonald nos cuenta como superó la muerte de su padre poniéndose a adiestrar un halcón. Otra de las formas como enfrentó el duelo fue mirando todas las fotos de su padre, lo cual la llevó a la siguiente reflexión: «Cada una de ellas es un testimonio, un testamento, un baluarte contra el olvido, contra la nada, contra la muerte. Mira, esto sucedió. Pasó una cosa y ahora nunca podrá despasar».

Hay un poema de Mary Oliver titulado Almacén. En él nos cuenta sobre la vez que tuvo que mudarse de casa y dejar guardadas muchas de sus pertenencias queridas en una bodega a la cual iba, de vez en cuando, con el fin de comprobar que siguieran allí. No demoró en darse cuenta de que, con el tiempo, las cosas queridas eran menos queridas, así que decidió regalar todo. En el poema escribió: «Me sentí cual burro por fin aliviado de su carga. ¡Cosas! ¡Que ardan, que ardan! ¡Haced un buen fuego! ¡Más sitio adentro para el amor, los árboles! Las aves sin pertenencias, que por eso vuelan».

Yo aún no me atrevo a regalar ni a quemar todas mis cosas, como mucho me impongo reglas para ir deshaciéndome, poco a poco, de ellas. Lo cierto es que en mi diccionario personal ya existe el verbo destener y he comenzado a conjugarlo, así tendré lugar para lo importante, aunque hace tiempo sepa que lo importante, lo verdaderamente importante, no ocupa espacio físico.

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