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Por Sergio Molina - opinion@elcolombiano.com.co

Crónica sobre un majo amoroso y cuidador

hace 14 horas
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  • Crónica sobre un majo amoroso y cuidador
  • Crónica sobre un majo amoroso y cuidador

Por Sergio Molina - opinion@elcolombiano.com.co

Si yo lo vi, imagínenlo ustedes, con lo que les voy a contar: frecuento un café en el que coincido con un hombre maduro que disfruta las delicias del sitio con un gusto que trasluce, carismático, riguroso y sutil en sus movimientos. - Se habla con admiración de la clase y el carisma, del griego charisma, (don o favor otorgado). El carismático es respetado, goza de gracia al relacionarse-. Con un ritual en el que nada se anticipa, después de saborear sus viandas, ordena y recoge la mesa, llevando hasta el mostrador la tasa de café vacía, el plato con migas de milhoja y una servilleta doblada. Paga, agradece y acomoda la silla que usó, volviendo a mirar si dejó todo dispuesto como estaba o mejor. Su acto considera a las empleadas, sabe que aquello de ser cliente incluye humanidad, reconocimiento del otro que es como yo. Piensa en los que luego ocupen la mesa y tengan la mínima dignidad que confiere la limpieza y el orden. Él cuida a los desconocidos que lo suceden. Es ajeno a menciones, su acto es responsable con la vida, el orden y el deber ser.

Este majo- vocablo que sugiere a quien es atractivo- es culto, se ha cultivado en buenas formas, trasluce su contenido y modo. Asumo que en todo actúa amorosamente, con prudencia y responsabilidad. Seguramente hace lo mismo en la fila del supermercado, los baños públicos y usando su vehículo. La cultura tiene que ver con saber actuar, con mirar intuitiva y compasivamente, interpretando la circunstancia del otro. La formación amorosa de casa, nunca se pierde, el testimonio amoroso hace impronta en la memoria. Quien tiene la condición de amoroso, está a la saga de evidenciar y ejercer amor con cuidando y sirviendo. Dos adjetivos relacionados: gentil (dispuesto a colaborar con el otro) y amable (digno de amar y ser amado), tienen en común la calidad de germen y la reciprocidad. Hombres y mujeres distinguidos, coinciden en algo más que en sus modales: respetan la condición y el estado de los otros.

Dejar las cosas donde estaban y mejor de lo que estaban, además de un asunto de orden social, es un acto de responsabilidad y respeto. La tarea entonces ha de ser: no solo formar para “ser alguien en la vida y ganarse el pan” o “ser importantes”; si no, formar para reconocer al otro y cuidarlo, formar en sensibilidad, consideración y amor por el que viene. Los educados en amor y aprecio por los demás, no pasan desapercibidos, se les nota la cuna y la clase, como al majo del café, además majestuoso—, que inspira grandeza y majestad-. Nunca se sabe quién está pasando por un mal día, y ante la duda, qué mejor que procurar un buen momento con el cuidado mutuo como principio. No son buenas intenciones, son acciones, palabras y gestos; no es adulación, es interés genuino en cuidar; no son posturas sociales, es amor.

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