¿Cómo explicar esta noche que no parece terminar, esa opresión en el pecho que no cesa desde que se menciona la palabra “desaparición”? Ya son 11 meses sintiendo ese vacío en la familia de Luz Leidy Vanegas Orozco, la primera persona registrada como desaparecida en Medellín, en este nefasto, extraño e inimaginable año 2020.
La mujer de 44 años salió de su casa en Castilla, el 1 de enero, sin empacar ni una muda de ropa, porque ya regresaba. Desde entonces, una pandemia ha arrasado en el mundo, han pasado tres cuarentenas, anunciaron que ahora sí construirían un metro ligero en la ciudad, un huracán azotó el Caribe y se murió Maradona; y entre tantas noticias, no llega la más importante: ¿qué pasó con Luz Leidy?
“Esto es como una montaña rusa, uno tiene momentos en los que se llena de valentía, sale a marchar y puede hablar de ella con tranquilidad; y hay días en los que uno no aguanta y se pone a llorar porque esa persona no está”, dijo Yesenia Ramírez, la hija mayor.
El caso de su madre es emblemático, no solo por ser el primero de esta anualidad, sino porque, gracias a la gestión de sus seres queridos, ha sumado el apoyo de agremiaciones civiles e instituciones. La Alcaldía de Medellín ha liderado jornadas de repartición de volantes y ofreció una recompensa de $20 millones para quien ayude a ubicarla.
“El llamado es a la ciudadanía, alguien ve algo, alguien sabe algo, todos podemos ayudar en esta campaña. Queremos a Luz Leidy sana y con su familia. Por eso estamos en Castilla y en toda la ciudad con un grupo de investigación trabajando para este objetivo”, dijo el secretario de Seguridad, José Acevedo, en uno de los recorridos por la zona.
Este es uno de los 171 casos que activaron la ruta de búsqueda de desaparecidos de la Alcaldía en 2020 (con corte a nov. 11). De esos, 108 aparecieron con vida, según la administración (63,1%). En 2019 (sin contar el primer trimestre, porque no hubo recolección de datos), se reportaron 79 perdidos a la Alcaldía, de los que encontraron a 40 vivos y tres muertos (54 % hallados).
De las denuncias de 2020, hay 28 personas sobre las que no se conoce el paradero, de otras 28 no hay información consolidada, bien sea porque la familia no quiso suministrarla o no activó la ruta de búsqueda.
Del citado consolidado, en siete ocasiones la persona ha sido encontrada sin vida.
Así ocurrió con la ama de casa Heidy Ocampo Granada, de 38 años, reportada el pasado 9 de octubre, cuando salió de casa en el barrio Doce de Octubre para reunirse con un amigo. Su cadáver, apuñalado y enterrado en una fosa, lo encontró el CTI a los ocho días en una finca de Copacabana. El supuesto amigo, Adolfo Arango, de 56 años, fue capturado y confesó el feminicidio.
Ese triste final también le correspondió a Esteban Acevedo Belalcázar (“el Soldo”), de 23 años, quien al parecer se había retirado de la banda “los Pájaros”, que delinque en Belén. Sus exsocios no aceptaron que se fuera y el 12 de abril llegaron a su residencia del barrio Zafra y se lo llevaron.
A los cuatro días los investigadores encontraron su cuerpo sepultado en un bosque del corregimiento Altavista. Según la Fiscalía, van dos miembros de “los Pájaros” detenidos por el crimen: alias “Demon” y “Diablillo”.
Hay que aclarar que las cifras de la Alcaldía de desaparecidos en la ciudad pueden ser distintas a las de la Fiscalía, pues la primera no requiere de un reporte judicial para iniciar sus mecanismos de búsqueda; le basta con una llamada al 123 o un aviso en redes sociales.
EL COLOMBIANO solicitó información a la Fiscalía, pero a la fecha no ha llegado su respuesta. La Personería, por su parte, optó por no pronunciarse frente al tema.
¿Por qué alguien desaparece?
Diego Herrera, subsecretario de DD.HH. de Medellín, comentó que “no se puede negar que el fenómeno de la desaparición ha aumentado, sobre todo desde agosto, pero muchos aparecen con vida”.
Frente a las razones por las cuales se reportan estos hechos, el funcionario contó que hay tres variables: las ausencias voluntarias, los perdidos involuntarios y las desapariciones forzadas.
En la primera categoría se incluyen los ciudadanos que deciden desconectarse de sus allegados por múltiples motivos, como no querer pagar deudas, infidelidades de fin de semana, parrandas descontroladas, decepciones amorosas o pleitos familiares.
Un ejemplo de esto último ocurrió en septiembre, cuando se reportó la desaparición de una adolescente en Medellín. Fuentes judiciales relataron que detrás del episodio hubo un autosecuestro e intento de extorsión a sus familiares por parte de la joven, quien regresó a la casa por sus propios medios a los cuatro días, cuando ya los investigadores del Gaula estaban tras la pista.
Los padres la perdonaron y no quisieron denunciarla por extorsión, así que todo terminó como un acto de rebeldía juvenil.
“Hemos encontrado también que mucha gente se va de la casa por violencia intrafamiliar o porque la convivencia es difícil, situación que creció en pandemia”, indicó Herrera.
Durante el periodo analizado de 2019, hubo 30 mujeres desaparecidas, y este año aumentó a 64, en lo que al parecer guarda relación con esos factores.
En la segunda categoría, de perdidos involuntarios, están los caminantes que se extravían en el monte; los atropellados por vehículos, afectados por accidentes (derrumbes, crecientes, entre otros) y víctimas de robo que son drogadas, quienes pierden la consciencia de forma temporal; los niños que no recuerdan el camino a casa, los ancianos y quienes padecen trastornos cognitivos.
Según la Alcaldía, en 2020 van seis reportes de adultos mayores, de 61 a 72 años, que se extraviaron por problemas de salud mental.
De otro lado, las desapariciones forzadas, según Herrera, suceden en menor cantidad, aunque suelen estar asociadas a otros delitos como el secuestro, la extorsión, homicidios, reclutamiento y trata de personas.
“Sin importar la razón – aseveró el subsecretario-, el Estado tiene la obligación de dar las garantías para buscar a esas personas”.
Avisos virales
En los últimos años, con el auge de las redes sociales, los reportes de desaparición se han viralizado, generando la percepción de que el problema está desbordado. Esta herramienta tiene aspectos positivos y otros no tan buenos.
“Las redes hicieron público un asunto que venía siendo más privado. Aunque son de ayuda, tengo mis reservas, porque lo recomendable es hacer primero el reporte en la Fiscalía, recurrir a mecanismos institucionales antes de viralizar el caso”, dijo Herrera.
Agentes del CTI consultados, que pidieron la reserva de identidad, manifestaron que a veces estos avisos de desaparecidos se prestan para chantajes, cuando gente inescrupulosa llama a los teléfonos que allí aparecen y pide dinero a cambio de información falsa sobre el paradero. “También ocurre que contienen datos diseñados para burlarse de alguien, o son fake news. Pasa que la gente redistribuye casos de desaparecidos que son de otros países, que ya aparecieron o que nunca estuvieron perdidos”, anotó un agente.
A pesar de esto, para familiares y organizaciones sociales, Internet es una ayuda importante. “Las redes sociales ayudan a que más personas se sumen a la búsqueda y a llamar la atención de las autoridades”, opinó Amparo Mejía, representante legal de la ONG Madres de La Candelaria Línea Fundadora.
Luz Elena Galeano, vocera de la Mesa Departamental de Desaparición Forzada en Antioquia, afirmó que “las redes conectan a varias organizaciones interesadas en el tema y entre todas activamos la búsqueda para que las personas aparezcan más rápido”.
El esposo de Luz Elena, Luis Javier Laverde, desapareció en 2008, cuando salió de su casa de San Javier. En aquellos días, con una menor penetración de Internet en Medellín, no eran comunes las viralizaciones de estos hechos. Aunque, con redes o sin ellas, 12 años después la señora sigue aguardando por respuestas sobre el paradero de su marido.
Un trato más humano
La secretaria de Inclusión Social de Medellín, Mónica Alejandra Gómez, declaró que la Alcaldía hace un esfuerzo por desmitificar la idea de que hay que esperar 72 horas para reportar un caso. “Es importante porque nos permite actuar oportunamente, poniendo por encima el bienestar de la persona. Las primeras horas son cruciales”, afirmó.
Esta secretaría cuenta con el equipo de Dignidad Humana, con 16 profesionales en Psicología, Derecho y Criminalística, para acompañar y asesorar a los familiares en la búsqueda.
Uno de sus trabajos es sensibilizar a los dolientes para que informen cuando el perdido aparezca, pues en ocasiones no lo hacen por desidia, pereza o vergüenza de aceptar que la desaparición fue voluntaria. Cuando no se informa el hallazgo, el caso sigue activo en los entes judiciales y las redes sociales, dejando la percepción general de que este fenómeno no tiene solución.
El compromiso debe ser de lado y lado, pues más allá de los mecanismos de las autoridades, las familias y organizaciones civiles siguen pidiendo un trato más humano. El mito de las 72 horas es perpetuado, según ellos, por algunos servidores públicos que minimizan el problema.
“Hay funcionarios a los que les falta voluntad. Hace unas semanas, nosotras reportamos un desaparecido, y el muchacho apareció vivo a las dos horas. Un funcionario nos regañó por eso, diciendo que activar el mecanismo de búsqueda costaba mucho y era un desgaste; yo le respondí que es mejor que digan aquí corrí, que aquí caí”, narró Amparo.
La historia de Luz Leidy no está exenta de tales descortesías. Antes de salir de su hogar, sin siquiera llevar consigo el celular, la mujer tuvo una discusión con su cónyuge, y cuando Yesenia relató esa circunstancia mientras hacía el reporte en la Fiscalía, “la funcionaria simplemente me dijo que mi mamá debía estar por ahí, pasando la rabia”. Desde eso han transcurrido 341 angustiosas noches.
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mujeres se han reportado como desaparecidas en 2020, según la Alcaldía.