“El corazón chapaleabale en el pecho, corríale de la cabeza a los talones el temblor...”. El actor antioqueño John Viana interpreta este extracto de un relato de Efe Gómez (1867-1938), Guayabo negro, en el estudio de grabación de Luis Jaime Ángel, en Laureles. En la cabina, Clara Gómez, de la productora Invisible, le da algunas indicaciones: le pide cambiar “carval” por “cerval”, una fallida lectura de un vocablo en desuso. Entonces Viana retoma su actuación vocal.
Lo que hacen y se ve en ese video compartido por la Biblioteca Piloto de Medellín es “una traducción”, como dice Gómez, consistente en volcar lo que estaba en papel a un audio, algo que no es una simple lectura de un texto. Es dramaturgia y música, dice ella. Una pieza que sonará en otros oídos y un libro hecho para escuchar.
El campo de los audiolibros ha sido poco explorado en Colombia, pero ha ganado oyentes, o escuchas, en los últimos años, con ayuda de plataformas como Storytel, que aterrizó en el país con su modelo de streaming en 2019. La Biblioteca Pública Piloto de Medellín ahora incursiona con su primer libro en el formato sonoro tras estar editando títulos desde 1978.
Del proyecto se encargan la Cosmoteca La Piloto (el proyecto de Biblioteca Digital de la BPP) e Invisible, una productora cuyo lema es “La voz de los libros” y que antes de que empezaran a tomar fuerza en el país le ha apostado a este formato.
Clara Gómez, una comunicadora con experiencia en el sector audiovisual, empezó a trabajar en estudios de grabación enfocándose en piezas publicitarias. Lo de los audiolibros surgió como “una oferta muy puntual” para “aprovechar el recurso de la página de grabación que tenía”, además del “banco de voces de talentos locales, de locutores y artistas locales” con los que trabajaba generalmente en la producción publicitaria.
Hacia 2014 se le ocurrió ofrecer audiolibros a editoriales de universidades. “En ese momento era muy eventual la creación de un libro en este formato. Héctor Abad, entonces director del Fondo Editorial de Eafit, tenía la visión de que el audiolibro sería relevante y de ahí en adelante empecé una labor promocional que en no tuvo mucha respuesta hasta 2018, con el lanzamiento en Colombia de Storytel”.
En dicha plataforma, varias editoriales independientes y de las más comerciales empezaron a adaptar sus libros a audio. Invisible, ya con ese nombre, adaptó para Storytel la novela Vida feliz de un joven llamado Esteban, de Santiago Gamboa, y Las Glorias, de Matías Godoy, en 2020 y 2019, respectivamente.
Con la Universidad Eafit versionaron los Cuentos de Elkin Restrepo, Viaje a pie de Fernando González y la novela Al oído de la cordillera de Ignacio Piedrahíta Arroyave. Este último también fue adaptado a su proyecto Banda Sonora Literaria, una serie de piezas adaptadas en la que incluyen “elementos sonoros, músicas, atmósferas, personajes llevados a dialogo, más como escenas cinematográficas”, describe Gómez.
Invisible se mantiene trabajando en tres líneas: producción de audiolibros, de pódcast y desarrollo de proyectos con enfoque literario y de adaptación a formatos sonoros.
Gómez dice que en cada proyecto de audiolibro se involucran tres personas principalmente: el directo-productor, el ingeniero de grabación y el artista vocal. La labor de este último es fundamental. ”Requiere un conocimiento interpretativo, del relato, un poco de dramaturgia: “Es mas actor que locutor”.
Más audiolectores
Juan Miguel Villegas, editor de colecciones digitales de la Cosmoteca, habla de cómo han analizado el interés creciente por los audiolibros desde la Biblioteca. De los 15.000 o 1.800 préstamos de material digital que realizan mensualmente, la tercera parte son audiolibros. Últimamente han prestado 600 por mes, mientras que a principios del 2020 eran alrededor de 200, es decir que se ha triplicado.
La Biblioteca Digital, asociada a los planes de desarrollo de la ciudad, tuvo en cuenta estos hábitos y consideraron que con una buena estrategia podrían impactar a un publico más grande. Al darse cuenta del auge de los audiolibros, se dieron a la tarea de rescatar “un relato corto de la tradición regional literaria regional antioqueña”, que tuviera “cosas para decirnos”.
En el cuento de Efe Gómez, dice Villegas, salen a flote temas como la cultura, el amor romántico, el alcohol, la violencia, el machismo. Realizaron dos versiones de Guayabo negro: una con el lenguaje original y otra adaptada para facilitar la escucha a lectores de hoy, con un lenguaje más “allanado, sin palabras y sintaxis extrañas”, pero “respetando el original”.
Federico Torres, editor de Destiempo que ha llevado algunos de sus títulos a plataformas de audiolibros, sostiene que el modelo de grabaciones de algunas empresas apunta a un lenguaje plano, neutro, que no remarque las modulaciones de la voz propias de una geografía. Esto puede parecer “una computadora” leyendo “artificialmente”, pues se evitan ciertos “ritmos” y “cadencias” de una voz local. Por eso, prefiere cuando se trabaja con actores que le confieren “personalidad” a los libros en formato sonoro.
Villegas cree que esto es un asunto “de las editoriales comerciales”, y que algo similar ocurre con los doblajes de películas en español, con unos lenguajes que predominan más que otros: en Latinoamérica impera la traducción mexicana y hay resistencia a la de habla de España, dice.
En los audiolibros de la Piloto no pretenden “neutralizar el acento antioqueño, pero tampoco remarcarlo excesivamente”, pues no les interesa caer en “exageraciones” o hacer una “caricatura” que ponga en riesgo la comprensión de los lectores.
Otra cosa que tiene muy claro es que vendrán más audiolibros, y por ello continúan en la búsqueda de textos antioqueños del siglo XIX o comienzos del XX para que sean leídos por actores jóvenes y llevados al público que quiera escucharlos en Spotify o SounCloud. También tienen planeado adaptar a Victor Gaviria con su libro El pelaíto que no duró nada.