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Es deber del Estado la inversión social, pero también la seguridad...

... Porque no hay nada que genere más pobreza que la violencia.

  • Con mucha madera es el título de esta fotografía, que en 2006 ganó el primer lugar en la categoría Creadores del Concurso de Fotografía Los Niños de mi tierra, del periódico el Mundo. FOTO: Juan Antonio Sánchez.
    Con mucha madera es el título de esta fotografía, que en 2006 ganó el primer lugar en la categoría Creadores del Concurso de Fotografía Los Niños de mi tierra, del periódico el Mundo. FOTO: Juan Antonio Sánchez.
hace 5 minutos
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Alonso Salazar no solo ha sido uno de los más destacados alcaldes de Medellín; también un gran investigador y cronista de la ciudad: el primero que alertó sobre lo que estaba ocurriendo en las barriadas populares con su libro No nacimos pa’ semilla. En esta conversación con Luz María Sierra reflexiona sobre los desafíos que tiene Medellín en materia de gobierno y seguridad para las próximas décadas. Habla de cómo la cultura y el orgullo pueden convertirse en motores de transformación.

Un Estado presente

Luz María Sierra (L. M. S.): Después de conocer un poco las entrañas de los barrios, de conocer cómo funciona el gobierno en dos administraciones, más la consejería, miremos hacia futuro. ¿Qué propondría o qué creería que es fundamental en términos de gobierno de Medellín para que sigamos mejorando la ciudad?

Alonso Salazar (A. S.) “Yo creo que no solo Medellín, sino Colombia, necesita tener Estado. Es bastante obvio, ¿no?, pero resulta que este país, que ha hecho procesos de paz diversos, no tiene hoy más Estado en el sentido de presencia de territorios o control de fronteras. No hemos sido capaces de avanzar en eso. Medellín es también un ejemplo de todo lo que nos falta en ese sentido. Yo no sé si la gente me va a perdonar este desvarío, pero el filósofo Rousseau creía en la bondad de los hombres y el contrato social, y, al otro lado de Francia, Hobbes, decía, en cambio que, el hombre es lobo para el hombre y que necesitábamos un Leviatán, esa figura bíblica de algo que aterroriza, que asusta y que dice: ‘al Estado hay que tenerle temor’”.

L. M. S. ¿Un Estado sancionatorio?

A. S. “Un Estado que tenga la capacidad de ejercicio para hacer cumplir la ley. Yo creo que en Colombia tenemos un déficit muy grande de eso, y eso empieza también por las formaciones culturales, por nuestra capacidad de ser más disciplinados socialmente, pero también en el aspecto de combatir las formas de criminalidad. Medellín tiene muchas potencialidades, y creo que, pensando en el futuro, hay desafíos enormes. No son nuevos, pero habría que reiterarlos. Yo pienso siempre en uno, y traté de hacer algo cuando fui alcalde: Medellín tiene que estar comprometida con el Área Metropolitana y con Antioquia. Medellín se ha chupado a Antioquia. Históricamente, Medellín ha concentrado riqueza que antes estaba distribuida en otras regiones del departamento. Ya se han ido transformando ciertas circunstancias porque esas regiones se han ido desarrollando; lo de la vía a Urabá, que también la empezamos en ese tiempo con el liderazgo de la Cámara de Comercio en cabeza de Lina Vélez, o lo del puerto van configurando nuevas realidades territoriales y geográficas. También el posicionamiento del Suroeste como una zona biodiversa y estratégica. Pero hay otras regiones todavía de este departamento que no tienen esas vocaciones tan claras y que son zonas muy extensas de conflicto, y que Medellín tiene que ayudar”.

Experiencias que se comparten

L. M. S. ¿Qué acciones realizadas en su alcaldía son replicables?

A. S. “Nosotros hicimos cosas pequeñas, pero creo que muy importantes. Por ejemplo, en Medellín se pagaban las tarifas de energía más baratas que en el resto del departamento. Se nivelaron. En Medellín, la electrificación rural estaba detenida porque el esquema dependía del Gobierno nacional, y decidimos hacerlo con recursos propios y que luego el Gobierno nacional nos lo pagara. Se llegó al 97 %-98 % de electrificación rural. Propiciamos el retorno de población desplazada a todo el Oriente antioqueño. El resultado es tan descomunal que la cifra invertida de 25 000 millones de pesos es pequeña. San Carlos había pasado de treinta mil habitantes a tener seis mil o siete mil. Granada, San Carlos y sus alrededores hoy son pueblos otra vez en plenitud, porque tienen esa vocación natural. Entonces, agrupamos a las empresas de energía, EPM, ISA e Isagen, y pequeños recursos del Municipio, arriesgándonos a que nos condenaran por invertir por fuera del territorio municipal”.

Sembrar para alejar la violencia

L. M. S. En el primer punto sugiere que haya Estado y menciona a Hobbes y Rousseau. ¿Cómo sería aplicado esto en Medellín?

A. S.“Debo reconocer algo, y lo digo con sinceridad: no conozco a Medellín hoy como me preciaba de conocerla hace tiempo. Cuando llegamos, no había centros de atención inmediata (CAI); todos los había volado Pablo Escobar con papeletas, porque eran unas casitas de madera. Poblamos Medellín de los CAI con una infraestructura muy poderosa, incluidos los CAI periféricos. Hay quienes todavía me regañan porque transformé escuelas y colegios en comandos de Policía. Sí, pero lo que les falta decir es que esas escuelas y colegios ya no tenían uso. Nos preocupamos por ir sembrando”.

L. M. S. ¿Eso es presencia del Estado, disuasión? Hay como un error en la dicotomía que plantea la izquierda —libertad— y la derecha —seguridad y orden—. ¿La combinación de las dos cosas qué puede generar?

A. S. “Es deber permanente del Estado la inversión social, pero también es deber permanente la seguridad. Belisario Betancur, con lo buena persona que era, nos metió en el tema de las causas objetivas de la violencia. Yo no creo en eso. Cuando creamos la Corporación Región en 1990 fue para oponernos a cualquier justificación de la violencia. No hay nada que genere más pobreza que la violencia. Este país ya lo ha vivido de manera contundente”.

L. M. S. Dentro de sus propuestas de gobernanza, ¿cómo cabe lo que antes se llamaba cultura ciudadana? Hoy, por ejemplo, se habla mucho de narrativas.

A. S. “Las sociedades son muy sugestionables. Hay gente que dice que esta es una sociedad dominada por el pensamiento narco, pero las sociedades son sugestionables al 100 %. Nosotros fuimos a buscar eventos internacionales porque aquí no llegaba nadie después de la época de Pablo Escobar. Buscamos a los del Encuentro Internacional de Estudiantes de los Jesuitas, a la Asamblea 50 años de la OEA y a la Asamblea 50 años del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Es en esas coyunturas y en esos momentos que se puede movilizar la vibra de una ciudad. Trajimos los Juegos Sudamericanos, que realmente no eran muy importantes, pero los convertimos en unos juegos de alto nivel. Se resaltan otros hechos, como la renovación total de la infraestructura del Atanasio Girardot, con esa simbología de las montañas.

A los banqueros del BID los llevamos a los barrios y la gente les decía: ‘Hola, señores BID...’. Había una energía movilizada socialmente. Eso hay que mantenerlo. Medellín es una ciudad propensa para eso. La gente es novelera y partícipe.

Con unos amigos discutía la definición de que somos los peores, de la cultura narco. Me arrepiento porque ayudé a propagar esa narrativa. Y mentira, la zona esmeraldífera tenía bandidos y narcos. Todo el Valle del Cauca tenía bandidos y narcos. Nos equivocamos dándonos palo. Ahora no lo digo para justificar nada que se parezca al narcotráfico, pero sí para decir que las sociedades se pueden rehacer, se pueden transformar, y una parte sustancial es lo simbólico y lo cultural soportado en hechos. Ahora, ¿qué me preocupa de algunas cosas como la cultura cívica del Metro? Que aquí no hay desarrollo de metro ni de sistema masivo. Estamos estancados. Cada diez o quince años un proyecto, no. El tranvía ya pasó hace mucho tiempo”.

Comprometerse con antioquia

L. M. S. Pero ahí está el Metro de la 80.

A. S. “¿Para cuándo? Porque nosotros decidimos que sin recursos del Gobierno nacional lo hacíamos y fuimos a buscar plata blanda a Francia, y nos dieron la plata blanda y la tecnología. Se nos fue el gobierno de Petro esperando el aporte para lo del Metro de la 80. Ahora hay muchas posibilidades, hay que tomar la iniciativa. Y una de las recomendaciones a futuro es que las ciudades tienen que tener su propia política internacional. Deben tener casi que su propio Ministerio de Relaciones Exteriores, aprovechar cooperaciones diversas de todo el mundo, conectarse. Yo miro que hacia dentro del territorio hay que comprometerse con Antioquia; diría casi que apadrinar el Chocó, y hacia afuera conectarse con gobiernos y con sociedades que nos puedan brindar muchas posibilidades”.

Sin paralizarse, para adelante

L. M. S. Siempre ha estado sobre la mesa o muy guardado en un cajón ese tema de la Antioquia federal. ¿Ve a Antioquia como independiente en un futuro?

A. S.“Eso me parece una tontería, como una consigna en sí. Lo que pasa es que el país ya ha avanzado mucho en el tema de la descentralización. Lo que hay que hacer es aprovechar eso. ¿Y qué ganamos con ser tan descentralizados si nos paralizamos porque un gobierno no gira? Por ejemplo, en vivienda, montamos un esquema en el que hicimos diecisiete mil viviendas. El problema era del flujo de los recursos; el Municipio ponía los recursos, los soportaba y esperaba los flujos nacionales, que son muy lentos. Es decir, hay que actuar con audacia”.

L. M. S. Y sobre los imaginarios de los que hablaba, ¿la ciudad debería recomponer sus imaginarios para cambiar la narrativa de que éramos lo peor?

A. S. “Yo creo que tenemos que ser tranquilos. A mí me gusta que seamos orgullosos. El orgullo es un patrimonio. Eso es importante. Antanas Mockus decía, y a mí me gusta recordar esa expresión: ‘Hay que tener la plataforma del orgullo para pararse en ella y pensar el futuro’. Otra cosa distinta es el chovinismo, una algarabía barata de que los paisas somos lo máximo y que todo el mundo está por debajo. Yo creo en el orgullo paisa, sentido de que es capaz de abrirse a otras culturas, de aprender de todos los demás. Antioquia se ha alimentado mucho de sus regiones, y son culturalmente diversas. Hay que aprovechar esa diversidad, pero tenemos que aprender más”.

Seguridad que transforma

L. M. S. Para concluir. Sobre las bandas criminales de Medellín que han resistido el tiempo, ¿hay algo para hacer?

A. S.“Yo creo que primero hay que pensar en las leyes vigentes de sometimiento. Y, si están dispuestos a caminar en esas leyes, muy al espíritu gringo: ‘¿Quiere? Pues sométase, cuente, entregue’; incluso cumplir nuestras leyes podría ser aceptable. Pero este boquete que abrió el presidente Petro de que hagan lo que quieran, para quienes se disfrazan de guerrilleros y para quienes quieren la usanza tradicional de bandido, eso sí es inconcebible. ’Alcalde, ¿qué vamos a hacer?’, me preguntaban, porque aparentemente no había nada que hacer. Yo me metí a la Central Mayorista a pelear con alias “El cebollero”, condenado por homicidio; con el cura del Limonar que hacía misas de sanación —“peleé” con el arzobispo, que me regañó—y, finalmente, el cura se fue a la cárcel. Trajimos fiscales de Bogotá. Vimos qué parte de la legislación era punto flaco para ellos, por ejemplo, el desplazamiento forzado. Ellos lo hacían como una rutina”.

L. M. S. ¿Cómo que no les parecía un problema?

A. S. “Y es delito de lesa humanidad. Entonces, trabajamos mucho más en la condena de las estructuras que de las personas. Yo no tengo criterio ni capacidad para decir cómo está la ley ahora, pero creo que se requiere voluntad de quien gobierna. Por eso “don Berna” y después Lupe se vinieron contra mí. Eventualmente pueden necesitarse modificaciones legales, porque creemos que somos una sociedad rousseauniana, de buenas personas, pero con bastantes lobos”.

Vale la pena reflexionar

L. M. S. En su alcaldía se ganó muchos enemigos. ¿Se arrepiente de eso, o qué recuerdo tiene?

A. S.“Tendrías que creerme que no lo he procesado suficientemente. Gobernar pensando simplemente en seguir en el poder es un problema; hay que pisar callos. Urbanizadores, bandas..., hay que apretar un poco. Tal vez mis formas podían mejorar, pero no me arrepiento de nada. Sí se gana uno enemigos”.

L. M. S. ¿Sintió que ganó batallas?

A. S. “Sí. La gente las reconoce tardíamente. La valorización en El Poblado, por ejemplo. ¿Qué sería de El Poblado hoy sin estas obras que restituían la valorización que otros enterraron para ganar una alcaldía? El electorado es complejo y puede decir: ‘Este nos clavó impuestos’. Menos mal que no tengo aspiraciones de retorno a ningún cargo. Soy un hombre felizmente retirado de este tipo de actividad”.

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