Colombia, un país de tradición profundamente católica, vuelve a estar en el radar de la historia eclesiástica mundial. A sus 63 años, el cardenal Luis José Rueda, arzobispo de Bogotá, es hoy el único colombiano con derecho a voto en el cónclave que elegirá al sucesor del papa Francisco. Y más allá del sufragio, no se descarta —al menos desde fuera— la posibilidad de que su nombre figure entre los papables.
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Rueda es uno de los tres cardenales colombianos, pero a diferencia de Rubén Salazar Gómez (82 años) y Jorge Enrique Jiménez (83 años), él sí cumple con el requisito de edad para participar activamente en la elección del nuevo pontífice. Lo hará después de participar en las honras fúnebres del fallecido papa Francisco en Roma, y de presidir, en la Catedral Primada de Bogotá, el tercer día del triduo que organizó la Iglesia colombiana en memoria del pontífice argentino.
Nacido en San Gil, Santander, el 3 de marzo de 1962, monseñor Rueda no siempre llevó sotana. Creció en un hogar sencillo, el décimo de once hermanos, y antes de entrar al seminario trabajó como metalúrgico, ayudó en una emisora y hasta repartió periódicos para ayudar económicamente a su madre. Fue ordenado sacerdote en 1989 y años después estudió teología en Roma. Hoy está en el corazón del proceso más decisivo de la Iglesia católica.
En entrevista con El Tiempo, Rueda fue categórico al referirse a la posibilidad de ser elegido papa: “Yo la excluyo de antemano porque hay perfiles en la Iglesia [...] que tienen una visión más amplia del mundo”. Aun así, su nombre figurará en la lista de quienes podrían recibir el voto del Espíritu Santo.
Más allá de las conjeturas, el cardenal colombiano asume su responsabilidad con humildad y una clara vocación de servicio. “Le pido al Señor que me dé la gracia de votar con responsabilidad y con fe, para que yo pueda ser instrumento [...] para elegir al nuevo papa”, dijo.
Sobre el legado de Francisco, Rueda destacó su humanidad y su lenguaje claro. “Nos dejó una riqueza enorme en un lenguaje fácil de entender y a la vez sin perder profundidad”, aseguró. Además, subrayó la necesidad de que el próximo papa tenga “capacidad de diálogo con el mundo” y que sea un hombre dispuesto “a valorar a cada persona en su diversidad, con misericordia y bondad”.
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