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Coronar el Everest: la vida por una foto

  • 10 personas murieron este año en la temporada de alpinismo en el Everest. Foto: AFP
    10 personas murieron este año en la temporada de alpinismo en el Everest. Foto: AFP
  • Cola para escalar el Everest. Foto: AFP / @nimsdai Project Possible
    Cola para escalar el Everest. Foto: AFP / @nimsdai Project Possible
27 de mayo de 2019
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Está terminando la temporada de alpinismo al Everest más sangrienta desde 2015. A la llamada “ventana de oportunidad”, ese espacio de tiempo en el que las condiciones climáticas de esta montaña no son tan extremas como en el resto del año, le quedan pocas semanas. El sueño de escalar la cima del mundo, por el que se paga entre 50 y 80 mil dólares, le ha costado la vida a 10 personas, hasta ahora.

Puede ver: Suman 10 los muertos en el Everest en la temporada

Aunque aún no se conoce la cifra de permisos que otorgaron Nepal y China, los dos países en cuyo territorio está el Everest, se prevé que el número rompa el récord ya impuesto hace un año, cuando 799 personas desafiaron la montaña.

La pretensión de la foto en la cima, ondeando la bandera nacional, mantuvo en un trancón a más de 200 alpinistas en una imagen que se viralizó hace apenas unos días. Tal vez muchos esperaban que el primero en la fila accediera junto a sus “ayudantes”, se tomara la “instantánea” e iniciara el descenso.

Cola para escalar el Everest. Foto: AFP / @nimsdai Project Possible
Cola para escalar el Everest. Foto: AFP / @nimsdai Project Possible

Algunas de las 10 muertes se deben a esta situación. La mayoría ascendió la montaña con oxigeno a su espalda y varios colaboradores. En los campamentos base muchos tenían comida en exceso, cómodas camas y hasta vino. Al terminarse su oxigeno, sus cuerpos, poco preparados para sobrevivir a esa altura sin esa ayuda, se debilitaron rápidamente. La muerte llegó sin dilaciones.

Con el paso de los años y la masificación de las redes sociales, escalar el Everest ha dejado de ser una practica de deporte extremo y se ha convertido en una experiencia vendida por agencias a altos precios.

Un negocio

La altura del Everest sube y baja varios metros en cada medición. Los británicos fueron los primeros que se atrevieron a medir la cima del mundo, luego también lo hicieron China, India y en este momento Nepal prepara un nuevo estudio. La altura reconocida formalmente es 8,848 m (29,029 pies).

Con una temperatura, en sus días más “suaves”, de -20 grados centígrados, durante muchos años escalar esta montaña se volvió un reto para los deportistas más intrépidos del mundo. El neozelandés Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay del Nepal fueron los primeros en coronar la cima un 29 de mayo de 1953. Su logro se conoció y el mundo se arrodilló sus pies. Aún hoy su hazaña se enseña en las escuelas de Nepal.

Su ejemplo ha sido seguido con relativo éxito por personas de todo el mundo. En 2001 Fernando González Rubio, un experimentado alpinista colombiano, el más reconocido en el país, fue el primer nacido en esta tierra en ondear la bandera nacional allí.

La travesía al Everest fue un reto impuesto por los patrocinadores. Nosotros no estábamos listos y por eso la única posibilidad de escalar esa cima con éxito fue utilizando oxigeno. Lo logramos, pero hacerlo así desvirtúa completamente el reto. El oxigeno le quita altura a la montaña, es un doping descarado”, reconoce González, antes de agregar que esa forma de alpinismo es la que ahora tiene colapsado el Everest.

“Para un deportista, la travesía al Everest cuesta mínimo 14 mil dólares. Eso es sin oxigeno y sin sherpas (pobladores de las regiones montañosas de Nepal que ayudan a subir la montaña). La mayoría de la gente está pagando hoy 80 mil dólares por escalar utilizando todas esas ayudas. ¿Es eso un deporte o simplemente un tema vacacional? Es obvio que cada quien tiene el derecho de hacer eso, pero molesta el daño que le hacen al alpinismo, pues después de escalar la montaña de esa forma salen a escribir libros y a enseñar sobre el deporte”, señala molesto González.

Y es que pese a la altura del Everest, su dificultad dentro del alpinismo está graduada en un 7%. Difícil, con momentos donde la capacidad del cuerpo humana se lleva a los límites, pero no la más compleja. Tres años después de conquistar el Everest, González escaló en sus términos, sin oxígeno, el monte K2, la segunda cima más alta del mundo y la más compleja de escalar.

“El número de víctimas mortales de esta temporada de alpinismo es muy grande y grave por eso, porque van personas sin preparación, pagando millonadas esperando tomarse una foto, y si el oxigeno se les termina, sus cuerpos no aguantan un descenso. Eso por obviar temas como el de las basuras. Yo estuve allí hace poco y vi a las autoridades utilizar helicópteros para evacuar la basura del campamento base”, dice el colombiano.

Las autoridades de Nepal informaron en las últimas horas que recogieron más de 10 toneladas de basura.

¿Qué hacer?

“No puedo creer lo que he visto allá arriba. Muerte. Colas. Caos. Cadáveres en el camino y en las tiendas del campamento 4. Gente a la que intenté convencer de volver, pero que acabó muriendo” contó el alpinista Elia Saikaly en una de sus más recientes publicaciones en su cuenta de Instagram.

Las voces que llaman a un endurecimiento de las reglas para quien pretenda escalar el Everest se multiplicaron durante esta temporada. Nepal y China cobran un estipendio económico pero no definen reglas muy difíciles de cumplir para quien pueda pagar.

Las expediciones cada año aumentan y eso, dicen los alpinistas profesionales, dificulta que deportistas intenten escalar la montaña sin oxigeno. “Ningún escalador profesional puede aguantar un taco de 200 personas. Simplemente se muere si se queda quieto”, dice Fernando.

Cualquier decisión tendrá que ser tomada y puesta en práctica para la siguiente temporada. La ventana de oportunidad en la montaña más alta del mundo terminó. Para muchos, sin embargo, fue solo el lugar donde encontraron la muerte.

El alpinismo se termina cuando el escalador llega a su casa, a reunirse con los suyos. Ninguna montaña vale la vida”, finaliza Fernando González.

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