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Saber preguntar

hace 7 horas
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  • Saber preguntar

Por Amalia Londoño Duque - amalulduque@gmail.com

Vivimos en la era dorada de las preguntas. Paradójicamente, ha sido una máquina —la inteligencia artificial— la que nos ha devuelto la antigua habilidad socrática de saber preguntar con precisión. En tiempos marcados por la brevedad de los emojis, ChatGPT no recuerda constantemente que una buena respuesta siempre depende de una buena pregunta.

Sin embargo, preguntar bien no es tarea fácil. La interacción humana misma es un desafío constante, precisamente por eso: por lo complicado que resulta formular preguntas o lo complejo que es tener un buen acercamiento con otros cuando queremos comunicar algo preciso. Muchas veces carecemos de tacto, sutileza o de la habilidad para convencer y generar curiosidad en los demás sobre nuestras ideas. Quizás sea por esta dificultad que encontramos atractivo conversar con inteligencias artificiales que toleran nuestros errores y no se ofenden por nuestros intentos fallidos de interacción.

En contraste con nuestra torpeza en la comunicación cotidiana, la exigencia de precisión que impone la inteligencia artificial es casi pedagógica. No le habíamos dado tanta importancia a comunicarnos con exactitud, hasta que herramientas como ChatGPT nos pusieron frente al espejo de nuestras propias limitaciones. Esta interacción con máquinas que “saben escuchar” está haciendo que reconsideremos la comunicación efectiva como una habilidad crucial, no solo en el ámbito profesional o académico, sino también en nuestras relaciones más personales.

Hoy, escribir un buen prompt se ha convertido en una habilidad fundamental en el trabajo. Saber preguntar de manera clara y precisa determina el éxito de nuestras comunicaciones. Antes de esta era digital, quizás no valorábamos tanto esta capacidad, estamos acostumbrados a mensajes incompletos, malentendidos frecuentes y comunicaciones ambiguas, llenas de emojis y abreviaturas. Ahora, ante la exigencia clara y directa de la IA, queremos aprender a comunicar mejor para asegurarnos de que la información que damos sea la misma que deseamos que se reciba.

Incluso, según Forbes, la habilidad de redactar buenos prompts se está convirtiendo en una competencia laboral esencial y será una de las más demandadas en los próximos cinco años.

Pero, ¿cómo interactuamos con esta herramienta?

En América Latina, este fenómeno tiene particularidades propias: desde jóvenes en TikTok compartiendo conversaciones con IA, hasta adultos mayores descubriendo en WhatsApp cómo pedir recetas o remedios caseros a un chatbot. La serie argentina Casi feliz también refleja este fenómeno cultural, mostrando cómo interactuamos con la tecnología cotidiana en nuestro entorno latinoamericano.

En un ensayo para The Atlantic, el escritor Ian Bogost resumió el fenómeno con claridad, diciendo que no hablamos con ChatGPT porque sea humano, sino que hablamos con él porque, en ocasiones, nos responde mejor que los humanos. Esa paradoja define el momento actual: buscamos eficiencia y escucha en un entorno algorítmico que, curiosamente, nos obliga a ser más humanos al preguntar.

No sé qué consecuencias tendrá el hecho de que usemos esta herramienta para nuestras conversaciones más íntimas y que la entendamos como psicólogo, como amigo, como pareja incluso. Lo que sí sé es que, si implementamos esa precisión que nos exige ChatGPT al preguntar en nuestras interacciones humanas, todas nuestras relaciones podrían cambiar. Y para bien.

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