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Razón y corazón

hace 6 horas
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  • Razón y corazón

Por Fanny Wancier Karfinkiel - fannywancier7@gmail.com

“El corazón tiene sus razones que la razón no comprende”. Blas Pascal, filósofo, matemático y físico francés.

La influencia de la Ilustración, movimiento donde la importancia de la razón era el valor prominente, condujo a que la educación hiciera énfasis en que las decisiones acertadas eran producto de una “cabeza fría” sin que las emociones, intrusas forasteras, se acercaran a su dominio. A partir de ahí casi nadie dudaba de que la razón participaba en los triunfos y que las acciones dirigidas por las emociones traían fracasos (aunque si así fuera transformarlo en aprendizaje siempre ha sido una buena opción). De esta forma de pensar nació un ser humano bien dateado, con excelente memoria y lenguaje respetable que resolvía problemas complejos y llegaba a conclusiones lógicas pero que en la práctica con frecuencia presentaba comportamientos socialmente equivocados y personalmente inconvenientes.

En vista de que en la mayoría de los casos las emociones han guiado a los humanos mucho más que la razón, no se necesita sino una mirada franca para corroborarlo, se consideró que la profundidad del intelecto no era suficiente para tomar decisiones adecuadas y gozar de una mejor calidad de vida. Había llegado la hora de conjugar la “cabeza con el corazón”, en otras palabras, de gestionar las emociones de manera inteligente.

Un caso ilustrativo que muestra la importancia de no pasar por alto la esfera emocional en la vida, es el trabajador en ferrocarriles Phineas Gage. A raíz de un accidente tuvo un daño cerebral que, sin lesiones intelectuales permanentes, desembocó en trastornos de personalidad que le impedían decidir entre una cosa y otra. Al lesionarse el lóbulo prefrontal con una barra de hierro que le atravesó la cabeza, de una persona equilibrada y responsable cambió a impulsiva, irritable y socialmente problemática, demostrando la participación del lóbulo prefrontal y su conexión con la regulación emocional. Otro caso que evidencia la interconexión de los sentimientos con los pensamientos, es el de un inteligente abogado que sufrió un tumor cerebral y en la cirugía hubo que cortar algunos circuitos que conectaban el cortex prefrontal, fundamental en los procesos cognitivos superiores, con la amígdala, estructura designada a las emociones ubicada en el cerebro medio. Según las pruebas aplicadas después de la operación su inteligencia seguía intacta, pero impedido para hacer su trabajo lo despidieron, se divorció y perdió su casa porque no podía decidir entre lo mejor y lo peor, entre las ventajas y desventajas, es decir, no podía sentir lo que pensaba.

Duele admitir que en este empeño estamos ante una crisis donde el comportamiento automático (robótico) y el torbellino de la violencia (que implican ira, culpa y miedo, entre otras) evidencian la imposibilidad de armonizar la lógica y el razonamiento con las emociones y la sensibilidad. Si bien la razón es el lugar de reflexiones críticas y soluciones lógicas, las habilidades emocionales son herramientas de autoconocimiento, responsabilidad, empatía, confianza e integridad en las relaciones interpersonales. Es necesario superar la grieta que hay entre ambas.

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