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Chávez asumió el poder con el objetivo de que las rentas petroleras llegaran a toda la sociedad y la promesa de terminar con la pobreza.
Por Humberto Montero - hmontero@larazon.es
Cuando Hugo Chávez accedió al poder en Venezuela, la economía del país caribeño no era de las que peor andaban en Iberoamérica a pesar de afrontar una aguda crisis iniciada en 1998 que golpeó con fuerza en 1999, coincidiendo con su toma de posesión, y que combinó –de forma inhabitual– una aguda recesión económica, la peor sufrida por el país en una década, con un notable fortalecimiento de los precios de sus exportaciones de petróleo.
Los gráficos del informe económico de la Cepal para ese 2000 y los dos previos dejaban patente que, aunque el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos de América Latina y el Caribe en 2000 bordeaba los 50.000 millones de dólares –monto similar al de un año atrás y muy inferior al déficit de 87 500 millones de 1998– Venezuela continuaba registrando un cuantioso superávit. Sin él, el saldo negativo de la región se acercaba a los 60 000 millones de dólares. Por el contrario, para el arranque de siglo, los datos indicaban que Colombia, México y algunos países centroamericanos estaban condenados a incrementar el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos. Por entonces, el PIB venezolano registraba también unas proyecciones de crecimiento superiores al 2% tras el desplome del 7% de 1999.
La inflación en la región era la más baja en 50 años, después de descender de casi 900% en 1993 a alrededor de 10% en 1997. En 1999, cinco de los veintidós países de los que se disponía de información habían registrado una inflación inferior a 3% anual y en otros trece ésta no llegó a 15%. Sólo en dos fue más elevada: Venezuela (20%) y Ecuador (60%). Para 2000, la Cepal daba a Venezuela una inflación en el entorno del 15%.
La política de limitación de la oferta petrolera supuso la subida de los precios de los hidrocarburos exportados por Venezuela de 9 a 23 dólares el barril durante 1999. Esta alza permitió a Chávez limitar su déficit presupuestario a menos de 3% del producto interno bruto. También facilitó al Banco Central de Venezuela (BCV) mantener su política de limitado deslizamiento cambiario. El bolívar se depreció así en 15% respecto del dólar en el año, lo que hizo posible, junto con la caída de la demanda, sostener el proceso de desaceleración inflacionaria: los precios subieron en 20%, el mejor registro en más de una década. Los mayores ingresos petroleros y la deprimida demanda de importaciones produjeron, además, un abultado superávit comercial, así como un saldo favorable en la cuenta corriente del balance de pagos, equivalente a más de 5% del PIB. Este último permitió compensar las salidas de capital.
¿Qué pasó entre medias? Que se robaron todos los recursos públicos o los dilapidaron en subsidios, sin invertir en la economía productiva real.
Chávez asumió el poder con el objetivo de que las rentas petroleras llegaran a toda la sociedad y la promesa de terminar con la pobreza. Una década después, todavía prometía lo mismo.
Después de 25 años de “chavismo”, Venezuela es uno de los países con más problemas económicos y más pobres, corruptos e inseguros de toda Iberoamérica a pesar de nadar en riquezas. El Nobel que ha recibido María Corina Machado es solo una prueba más del deterioro humanitario, social y económico que vive el país tras expulsar a nada menos que ocho millones de compatriotas. Es la receta del “socialismo y muerte”.