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¿Está Colombia cruzando un umbral?

hace 7 horas
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Por Aldo Civico - @acivico

El día del atentado contra el senador Miguel Uribe fue otra sacudida en una historia que ya pesa demasiado. La marcha del silencio, realizada días después —más allá del oportunismo de algunos— quizá plantea una pregunta que vale la pena hacerse: ¿y si Colombia está cruzando un umbral? No se trata de un umbral político. No es una reforma, ni una negociación, ni una promesa electoral. Es algo más profundo. Es cultural. Tal vez incluso espiritual. Es ese punto exacto en el que una sociedad empieza a sospechar que la historia que ha contado sobre sí misma ya no le sirve para seguir viviendo, para seguir progresando.

Durante décadas, Colombia ha sido definida por su conflicto armado. La guerra no solo ocupó el territorio, también ocupó el lenguaje, el análisis, la identidad. Todo se filtró a través del lente de la violencia: la política, la economía, incluso la cultura. Y así, el país quedó atrapado en una narrativa donde los protagonistas eran siempre los mismos: los armados, los caudillos, los criminales, los que hablaban de revolución o de justicia con un arma al cinto. Los múltiples procesos de paz, en lugar de corregir el rumbo, muchas veces reforzaron esa estructura. Se convirtió en costumbre que los victimarios se sentaran a la mesa como interlocutores legítimos, mientras la ciudadanía que nunca empuñó un arma quedaba al margen. ¿Demasiada empatía con los violentos? Seguramente demasiado olvido hacia los que madrugan cada día para sostener el país con trabajo honesto.

El relato dominante se repitió tanto que se volvió invisible. Y como todo relato no cuestionado, terminó moldeando la realidad: si el país era una guerra, entonces solo los protagonistas de la guerra importaban. Pero tal vez ese relato esté llegando a su fin. Tal vez la marcha del silencio fue el síntoma de algo más grande: la fatiga de una nación que ya no quiere definirse por su trauma.

El viaje del héroe, como lo explicó Joseph Campbell, incluye siempre un momento de ruptura: ese instante en que el héroe comprende que su verdadero enemigo no está afuera, sino en la historia que ha creído sobre sí mismo. Tal vez Colombia se encuentre exactamente en ese punto. Ya no se trata de firmar la paz con otro actor armado. Se trata, más bien, de hacer las paces con una identidad más amplia: la de millones de ciudadanos que nunca tuvieron voz, pero que han sostenido la esperanza sin pancartas. El verdadero desafío no es cerrar un nuevo acuerdo, sino cambiar el relato. Cambiarlo para que el país deje de enfocarse en quienes empuñaron las armas, y empiece a honrar a quienes jamás lo hicieron. Cambiarlo para que la historia no se escriba desde la selva o la cárcel, sino desde la escuela, el taller, la empresa, el mercado. Cambiarlo para que el futuro no dependa del perdón a quienes destruyeron, sino del reconocimiento a quienes, día tras día, han construido. Ese es el umbral. Y cruzarlo no requiere épica. Solo exige claridad, dignidad y coraje para soltar una historia que ya cumplió su ciclo.

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